Fourteen.

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— Estoy deseando que me traigan la carne. Pero antes tenemos que hablar nosotros dos. 

Con esa frase Allan Wood fue directo al asunto que nos había reunido para cenar, y Solène, a la que los temas de negocios le resultaban <<terriblemente aburridos>>, se puso de pie, tomó su bolsito de charol negro y se fue a <<refrescarse un poco>>, según dijo.

 Estábamos de buen humor, y cuando empezamos a hablar de nuestro <<proyecto en común>> y Allan Wood me explicó que en tres semanas quería empezar con el rodaje, yo no sabía todavía lo que eso iba a significar para mi pequeño cine y, sobre todo, para mí. No podía ni imaginar que me esperaban unas semanas llenas de excitación. De desesperación. De expectativas. No sabía nada de aquel caos de caminos entrecruzados cuyo origen estaba en una pequeña y triste historia que había sucedido unos años antes en París. 

Mientras nos servían el segundo plato y escuchaba a Allan Wood hablar de su nueva película pensé en qué habría dicho el tío Bernard al respecto. Aunque en realidad Dulces recuerdo de París no iba a ser una película impresionista, me parecía que todo aquello le habría interesado- Me habría gustado contarle que su viejo cine vivía todavía tiempos de gloria. Y que en el Cinéma Paradis yo había encontrado al amor de mi vida.

Allan Wood había terminado de hablar de su película.

— Bueno, ¿qué le parece el argumento?— preguntó.

— Parece una película realmente buena— contesté, sintiéndome de pronto orgulloso  y feliz. Pensé en Louis. Me habría gustado tenerlo a mi lado. Sentía curiosidad por conocer su reacción, y estaba seguro de que todo aquello le iba a impresionar tanto como a mí. 

Vi en mi mente una nueva foto enmarcada en la sala de mi cine. En ella se veía Solène Avril y Allan Wood y encima ponía en letras negras:

Nos ha gustado mucho estar en el Cinéma Paradis. Allan y Solène.

  — Me alegro mucho de que podamos rodar en el cine de Harry y no con esos aburridos de La Pagode — opinó Solène después de que los tres hubiéramos renunciado al postres y hubiéramos pasado directamente al café, que nos sirvieron en una bandeja de plata y acompañado con unas pastas — . ¡Va a ser una semana genial! Ya tengo ganas de empezar.


   La Pagode, en la Rue Babylone, era el cine más antiguo de París. Cuando era niño. el tío Bernard había visto allí las películas del Gordo y el Flaco, y yo sabía también que La Pagode, de estilo japonés, había sido originariamente una sala de baile que el arquitecto de los almacenes Bon Marché había construido para su mujer a fines del siglo XIX. Estaba en el Distrito VII, rodeado de un precioso jardín donde a los trece años Solène había recibido su primer beso.

  — ¡El jardín era una maravilla, pero el beso fue horrible! —  dijo entre risas—. Pero no he estado nunca dentro del cine. Mis padres vivían en Saint-Germain, y cuando de pequeños nos llevaban al cine, lo que para ser sincero no ocurría con frecuencia, siempre íbamos al Cinéma Paradis. Puede que nos viéramos allí alguna vez, ¿verdad, Harry?

  Sonreí al pensar que pudimos coincidir alguna vez. Solène y yo nos debíamos de llevar unos cinco años. En la infancia cinco años resultan decisivos, pero luego carecen totalmente de importancia.

 Pensé en las muchas tardes que había pasado en el Cinéma Paradis con el tío Bernard, de quien les había hablado a los dos esa noche, en mi primer beso, en mi primer beso y en el niño de cabello despeinado, y de alguna forma tuve la sensación de que se cerraba un círculo. 

  — ¡Tengo una idea! ¿Qué les parece si hacemos el estreno de la película en el Cinéma Paradis? — Solène había regresado al presente y estaba totalmente entusiasmado con su idea. Le quitó a Allan Wood una pelusa blanca de la chaqueta. — Sería maravilloso, chéri ¿no te parece?

Abrigo rojo. - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora