One.

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Una tarde, en París, aproximadamente un año después de que volviera a abrir el Cinéma Paradis y justo dos días después de que besara por primera vez al joven del abrigo rojo y empezara a soñar con nuestro siguiente encuentro, pasó algo increíble. Algo que pondría mi vida patas arriba y convertiría mi pequeño cine en un lugar mágico, un lugar en el que se daban cita recuerdos y nostalgias, un lugar en el que los sueños, de pronto, se harían realidad.

En un instante pasé a formar parte de la historia más bella que una película pueda imaginar. Yo, Harry Styles, fui arrancado de mi órbita habitual y catapultado a la mayor aventura de mi vida.

-Tú eres un hombre de la periferia, un observador que prefiere mantenerse al margen de los acontecimientos- me había dicho Zayn en cierta ocasión- Que no te importe ser así.

Zayn es, en primer lugar, mi amigo. Y además, es un astrofísico que exaspera a todos los de su entorno porque se empeña en aplicar las leyes de la astrofísica a los sucesos de la vida cotidiana.

Pero de pronto dejé de ser un observador y me vi en el centro de un acontecimiento turbulento, inesperado y desconcertante que dejaba sin respiración y a ratos también me hacía perder la cabeza. El destino me había hecho un regalo y yo lo había aceptado encantado, aunque a cambio estuve a punto de perder al hombre que amaba.

Pero aquella tarde, cuando después de la última sesión salí a la calle, en la que la luz vacilante de una farola se reflejaba en el suelo mojado por la lluvia, ni siquiera imaginaba nada de esto.

Y tampoco sabía que el Cinéma Paradis escondía la clave de un secreto del que iba a depender mi felicidad.

Bajé la persiana, me estiré y respiré hondo. Había dejado de llover, ya solo chispeaba un poco. El aire era tibio y primaveral. Me subí el cuello de la chaqueta y me dispuse a marcharme. Entonces descubrí al hombre bajo y delgado, con gabardina, que desde la penumbra observaba el cine con gran interés junto a su rubia acompañante.

-Hi- dijo con un inconfundible acento americano- ¿Es usted el propietario del cine? Great film, by the way- Señaló la vitrina y su mirada se detuvo en el cartel en blanco y negro de la película "The artist", cuyo silencio pasado de moda había fascinado sobre todo a los habitantes del Nuevo Mundo.

Asentí brevemente, pensando que me iba a entregar una cámara y  me iba a pedir que les hiciera una foto a él y a su acompañante delante de mi cine, que si bien no es el más antiguo de París, es uno de esos pequeños cines antiguos, con asientos de terciopelo, que por desgracia amenazan con desaparecer. Pero el hombrecillo dio un paso adelante y me lanzó una amable sonrisa a través de sus gafas carey. De pronto creí conocerlo, aunque no sabría decir muy bien de qué.

-Nos gustaría hablar con usted, monsieur...

-Styles- dije- Harry Styles.

Me tendió la mano y yo se la estreché algo confundido.

-¿Nos conocemos?

-No, no, no creo. Anyway... nice to meet you, monsieur Styles. Soy...

-¡Oh! ¿Acaso es usted pariente de A.J. Styles, el luchador?

Un hombre rubio había salido de la penumbra y me miraba animada con sus ojos azules.

Estaba seguro de haber visto su cara alguna vez. Muchas veces, incluso.

Tardé unos segundos en darme cuenta. Y antes de que el americano de la gabardina beige terminara la frase, ya sabía a quién tenía delante.

Nadie puede reprocharme que abriera los ojos como platos y, de la sorpresa, se me escurriera el llavero de la mano. La escena era - por expresarlo con las palabras del tímido librero de la película "Notting Hill" - bastante irreal. Solo el ruido de las llaves, que aterrizaron en la acera con un débil tintineo, me convenció de que todo aquello estaba ocurriendo en realidad. Por muy fantástico que pareciera.

Abrigo rojo. - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora