Alguna vez llego a ser un joven príncipe, demasiado joven como para importarle algo más que si mismo. Cuando aquella hechicera le maldijo tenía apenas once años, sus padres habían salido del castillo para ir a una boda. ¿Por qué no le llevaron? Se pudo haber ahorrado toda esta tragedia. Ellos nunca regresaron... le habían abandonado. Le dejaron con sus hermanos, quienes lo abandonaron también. ¿No eran una familia unida, acaso?
No los necesitaba, tampoco los extrañaba. Estaba feliz que se salvaran de verlo ahora. Era una bestia, algo inhumano...
Cuando era joven, más joven, tenía esperanza que algún día llegara una doncella, el hijo de algún mercader. Alguien. Usaría sus encantos naturales para enamorarlo, no le importaba. Se libraría del hechizo. Ambos bailarían al compás del felices para siempre.
Ahora, a sus casi 21 años, habia perdido esperanza alguna. El brillo de su castillo habia sido opacado por la negra sombra de la desesperanza. La muerte.
Se tiró a la amargura, olvidando sus modales. Convirtiéndose cada vez más en aquello de lo que se le acusaba. Descuidaba su aspecto, no salía de su destruida habitación. Su esperanza habia muerto, nadie se enamoraría de una bestia en su sano juicio.
Sus sirvientes estaban preocupados por él, no querían verlo así de triste. Aunque con el paso de los años, se contagiaron del mal humor del monarca.
Entonces, después de tantos años, una chica pelirroja apareció en el castillo. Estaba perdida, por lo que habia dicho. Todos la miraron con ilusión, podría ser ella la que rompiera el encantamiento. La atendieron con ánimos en lo alto, le sirvieron té, una manta para que recuperara su temperatura corporal. Todo iba de maravilla, hasta que las luces se apagaron, y la silueta del príncipe atravesó el umbral de la puerta.
Soltó un rugido, asustando a la pobre mujer, arrastrándola hasta la torre del castillo, donde la encerró como prisionera.
—Magnifico, todo esto es tu culpa. Le serviste té, la invitaste a quedarse... ¡Le mandaste a Krypto!
—Yo sólo quería ser educado con ella.
Mientras ambos ornamentos se peleaban, la puerta del castillo se abrió de nuevo. Un joven rubio habia entrado asustado. Miraba a todos lados, repitiendo como si fuera una mantra —¿Iris?
¿Podría ser, tanta suerte en un solo día? Habia otra oportunidad para romper el hechizo. Aunque ahora debían ser más cuidadosos.
Barry subía las escaleras, ignorante de todo lo que pasaba a su alrededor. Buscando a su prima para poder irse de ahí lo más pronto posible. Habia caminado por varios minutos, sin poder encontrarla en alguna de las tantas habitaciones. Entonces, mientras decidía si seguir, escuchó una puerta abrirse, y unos pasos. Sin dudarlo ni un momento, fue a donde escuchó aquello, subiendo las escaleras que ahí habia. —¿Disculpa? ¿Hay alguien aquí? Estoy buscando a mi prima y...
—¿Barry?
De la emoción, los ojos del rubio brillaron. Subió el resto de dos en dos, hasta llegar a una puerta con barrotes. Tomó una antorcha para ver mejor, el brazo de su prima asomándose. —¿Iris?
—¿Cómo me encontraste?
—Iris, estás helada, te enfermarás.
—Barry, abandona el palacio. Antes que él.. que él...
Un rugido ahogo el resto de la frase. Barry sintió como era empujado lejos de la celda, tirando su antorcha al agua. —¿Qué haces aquí?— La voz era profunda, provocando que se escondiera en las sombras.
—¿Quién eres? — No podía ver nada, sólo escuchaba una voz profunda que se movía entre la oscuridad.
—El amo del castillo.
—Por favor, deja ir a mi prima, se enfermara si...
—¡Invadió mi propiedad! Vino a burlarse.
—Podría morir si se queda aquí, por favor, déjala ir.
—No hay nada que puedas hacer, es mi prisionera.— La voz estaba determinada, no dejaría irse a su única oportunidad, a menos que... Se quedó quieto un momento. El chico no era feo, incluso le agradaba más que la mujer.
—¿Y si tomo su lugar?
—¡Barry, no!
—Pero, si tomas su lugar, deberás quedarte conmigo para siempre.— La voz se habia suavizado, se escuchaba con menos rabia, incluso interesada en el trato.
Un haz de luz iluminó una pequeña sección del cuarto, a donde Barry caminó sin dudarlo. —Lo prometo.— Sus manos estaban hechas puño, viendo al frente. —Pero debes salir a la luz.
En ese momento, una pata de largas garras se asomó, dejando ver lentamente a un ser antropomórfico, lleno de pelo, con ropas finas en tonos verdes, dos cuernos saliendo en la cabeza, y ojos avellana. Un hocico con grandes colmillos...
Barry retrocedió, se parecía tanto a... pero no podía ser cierto. Eso sólo pasaba en los cuentos.
La puerta se abrió, y Allen pudo sentir como lo abrazaban. Correspondió el gesto, sin querer dejar ir a la mujer. Tan emotivo momento fue cortado por el dueño del castillo. Quien cargo a la chica, aun por más protestas que esta hiciera, llevándola fuera de este, dejándola en la vieja carroza que habia frente del castillo. —Llévenla al pueblo.
En la torre, Barry trataba de acomodarse entre la paja de la celda. No iba a llorar, seria fuerte. Mas ver como su prima era alejada de él tan cruelmente...
—Nunca la volveré a ver, no me pude despedir de ella...
Sus palabras fueron escuchadas por el causante de tan dolorosa separación, yendo directo a su corazón. No le gustaba verlo como un cachorro apaleado.
—Ehem, Hal. Si el chico se va a quedar con nosotros no deberías... ¿Ofrecerle una habitación?— Oliver, la vela que llevaba Hal, el príncipe bestia, en la mano sugirió. Un gruñido fue su respuesta. —Si... quieres...
Hal se aclaró la garganta, para atraer la atención de Barry. —Te llevaré a tu habitación.
—¿Mi... habitación?
Su voz podía notarse molesta. —¿acaso quieres quedarte aquí?
Asustado por los cambios tan repentinos, Barry negó con la cabeza, siguiendo a su captor. Los pasillos le asombraban, nunca antes habia estado en un castillo. Hal, quien estaba al frente, volteaba a verlo de reojo. Entonces, Oliver susurro para llamar la atención del príncipe. —Dile algo que lo haga sentir bienvenido.
—Espero que estés cómodo.— Ollie le incitó a decirle algo más, aunque hubiera duda en su voz. —El castillo será tu hogar, puedes explorarlo, menos el ala oeste.
—¿Qué hay en el...?
—¡Esta prohibida!— Irritado, Hal volteo a verlo, lo cual asustó más al joven, quien bajó la mirada. El camino fue silencioso hasta que llegaron a la nueva habitación del rubio. Hal abrió la puerta, para dejarlo entrar. —Si necesitas algo, mis sirvientes te atenderán.
—Invítalo a cenar Hal.
—¡Vas a acompañarme a cenar! ¡Es una orden!— Barry puso una cara de fastidio, los modales del hombre eran horribles. La puerta fue azotada antes de cerrarse, exasperado, caminó a la cama, quitándose la capa que llevaba para cubrirse del frío. Sería una larga estadía.
tati+:[Es
ESTÁS LEYENDO
De ciencia y encantamientos.
FanfictionBarry es un joven humilde que quiere más que vida provincial, Hal es un príncipe encantado con un mal humor notable. Bruce, bueno, Bruce sólo quiere ser dueño de Barry. -Basado en la Bella y la Bestia.-