Desde uno de los balcones del castillo, Harold observaba a Barry. El joven rubio estaba cuidando de su caballo, a quien habia sacado a dar un paseo por los amplios jardines del castillo, aprovechando la baja en la nevada. El príncipe se encontraba tan concentrado en ello que no notó la presencia de Guy y Oliver hasta que casi tira al pobre reloj.
No era su culpa, Barry se veía hermoso en su capa azul, vestido con algo mejor que el overol viejo que usaba al llegar. Era atento con su caballo, y para hacerlo aún más atrapante, el pequeño reposapiés salió a jugar en la nieve, pidiendo atención al rubio para que lo cargara.
Harold podía sentir como su corazón latía un poco acelerado, ese hombre era demasiado lindo para ser verdad, además de atento. Acarició el vendaje que tenía en el brazo, donde estaba la mayor de sus heridas luego del rescate. Sin pensarlo mucho, suspiró.
—Nunca habia sentido algo así por alguien. — Oliver lo veía con una sonrisa, más que complacido —Quiero hacer algo por él... ¿Pero qué?
—Hay varias cosas que puedes hacer, flores, chocolates, promesas que jamás intentarás cumplir...
La mirada que Oliver le dedicó al reloj era única, se notaba que estaba indignado. —No, no. Debe ser algo especial, algo como... ¡Ya sé!
La vela estaba satisfecha ante su idea, así que no demoró en comunicársela al príncipe que veía a sus dos amigos con curiosidad.
Hal guiaba a Barry por uno de los largos pasillos del castillo. Este era particularmente desconocido para el rubio, quien miraba con grata curiosidad su alrededor. El príncipe tomó de la mano al joven, para llamar su atención.
—Quiero mostrarte algo, Barry.— Hal estaba abriendo una puerta que se veía pesada, la madera era sólida, y tenía polvo, como si no hubiese sido abierta en años. —Pero primero, tienes que cerrar los ojos.— Si bien aquello no le dio confianza al rubio, quien de inmediato hizo una mueca de incomodidad, Hal no tardó en darle confianza. —Es una sorpresa.
Barry cerró los ojos, si bien estaba dudando un poco, la sonrisa –o el intento de sonrisa- que habia hecho la bestia le daba algo a que aferrase. La puerta se abrió, dejando escuchar las oxidadas bisagras. Allen sintió que le tomaban de las manos, llevándole dentro. Habia dado unos cuantos pasos hasta que fue detenido. Intentaba orientarse. —¿Ya puedo abrir los ojos?
Hal caminaba de un lado a otro de la habitación, sus pasos eran torpes y resonaban poco gracias al alfombrado. Jordan corrió las pesadas cortinas verdosas que cubrían los hermosos ventanales de la biblioteca. Sí, soltó polvo pero también hizo que el rubio moviera su rostro, ahora sonriente, en busca del calor y la luz. —Puedes abrirlos.
Lentamente Barry abría sus ojos. La luz le molestaba un poco al principio, pero cuando se acostumbró al nuevo volumen luminoso dio un saltito de emoción. Estaba en la biblioteca del castillo. Era enorme. Ahí habia más libros de los que alguna vez pudo imaginarse. No tenía palabras para expresar lo bien que se sentía en ese momento. Estaba pasmado.
Harold, al ver que el otro no reaccionaba su preocupo, ¿habia hecho algo mal, acaso? —¿Te gusta?
—¡Me encanta Hal!
La sonrisa en el rostro del príncipe se extendió. —Entonces... ¡todos son tuyos!
Sin saberlo, con ese pequeño acto, Harold se estaba ganado el cariño del joven pueblerino.
Afuera, los ornamentos estaban observando todo. Se notaban emocionados con lo que pasaba a su alrededor.
—¡Les dije que funcionaria!
—Es un panorama alentador.
—Y emocionante...
—¡Yo no vi nada!— Exclamó Conner enojado. —¿Qué pasó Clark? —Vamos, Conner. Hay cosas que hacer.
La pobre tacita siguió a la tetera insistiendo en una explicación que no obtuvo.
Esa no fue la última ocasión que un detalle pasó por alto entre ellos. A decir verdad, su relación empezaba a ser más dulce a cada momento, desde las veces que Harold daba órdenes exactas para que el rubio tuviera acceso 24/7 a las cocinas o le daba los libros de los estantes más altos hasta las veces que Bartholomew enseñaba a la bestia como volver a usar los cubiertos. El ambiente en el castillo era más dulce, se podía ver como la relación florecía poco a poco.
Una mañana especialmente fría, después de la ventisca, Barry salió a ver el estado de unos pájaros que habia visto anidar en los árboles del jardín días antes. Hal decidió acompañarlo en su caminata. Cuando se aseguraron que los animales estaban sanos y seguros, comenzaron a darles de comer. Los pequeños animales huían de Harold, quien se frustraba por ellos. Barry decidió ayudarle para que se acercaran a él, después de todo ya habia visto que no era lo que aparentaba.
Tardó un poco en surtir efecto, pero valió la pena. Varios pájaros se acercaban al príncipe bestia, quien solo les miraba asombrado. No estaba seguro de lo que debía hacer. Estaba completamente quieto. El rubio rio por esto.
"Qué gran bondad, se esconde allí, aunque al principio rudo y malo lo creí." Los pensamientos del pobre chico le mareaban, no estaba seguro del por qué su corazón se aceleraba o sus mejillas se sonrojaban. "Ahora sé que no es así... y me pregunto por qué antes no lo vi"
"Miró hacia acá me pareció y cuando nos tocamos no me rechazó." Harold estaba genuinamente emocionado por aquello. Era la primera vez que sentía esperanza de nuevo en mucho tiempo. "No puede ser, lo ignoraré mas sin embargo nunca me ha mirado así."
Ambos hombres estaban nerviosos. Para romper el ambiente tenso, Barry hizo una bola de nieve que le lanzó a Harol cuando estaba descuidado. El príncipe cayó al piso, pero una sonrisa estaba en su rostro. Juntó suficiente nieve con sus manos para hacer una bola que seguramente enterraría al joven, pero no esperaba que el rubio fuese más astuto y le lanzara otro ataque. Toda la nieve que tenía en sus manos cayó sobre él, provocando la suave y melodiosa risa de Barry.
Desde una de las tantas ventanas, todos los ornamentos veían excitados. No podía ser posible lo que estaba pasando. Si todo seguía así, el hechizo se rompería en el momento menos esperado. Se podían escuchar los murmullos emocionado de todos los muebles —Hay que esperar que siga así y puede ser que haya algo más allí
—Y puede ser que haya algo más allí— Afirmó seguro Guy, mientras veía desde lejos como ambos hombres entraban al salón del castillo, Harol abrazando a Barry para que recobrara algo de calor corporal.
—¿Qué?— Preguntó imprudente Conner, saltando alrededor de los demás ornamentos presentes.
—Y puede ser que haya algo más allí— Aseguró con una sonrisa Clark, a quien le brillaban los ojos. La pareja se habia sentado frente a la chimenea, acurrucados el uno en el otro, Barry llevaba un libro en las manos.
—¿Qué cosa es, Clark?— Insistió la tacita, quien se aburría de ser ignorado.
—Te lo diré cuando seas grande.— Mientras la tetera sonreía, la taza estaba claramente frustrado. No le agradaba cuando le trataban como un mocoso.
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De ciencia y encantamientos.
FanfictionBarry es un joven humilde que quiere más que vida provincial, Hal es un príncipe encantado con un mal humor notable. Bruce, bueno, Bruce sólo quiere ser dueño de Barry. -Basado en la Bella y la Bestia.-