Convivencia.

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Sabía que encerrarse en el cuarto era la peor idea que podía tener, pero poco le importaba ahora. Se encontraba mirando por la ventana, ¿A qué? A la misma nada... no sentía ganas de algo en específico, solo quería volver a su casa. Despertar y darse cuenta que todo esto era un mal sueño.

Estaba tan pensante que incluso imaginó que tocaban la puerta. Algo gracioso, ya que en el castillo no habia nadie aparte de él y su carcelero. Suspiró resignándose. No podía pasar más tiempo ahí.

La puerta volvió a sonar, ahora acompañada de otro sonido. —¿Puedo pasar?

Sus ojos se abrieron cómicamente, y corrió a abrir la puerta. No habia nadie, pero estaba seguro que escuchó a alguien, y además algo... algo rozaba su pie.

—Soy Clark, un gusto conocerte.— Definitivamente estaba alucinando, una tetera no... no podía estar hablándole. —¿Quieres algo de té?

Al parecer, no estaba alucinando. Fue a sentarse a la cama, esto no podía ponerse más... extraño.

—¡Te dije que era bonito, Clark!— La tacita habia hablado. Ya nada podía extrañarle más, que seguía, ¿Qué hablara el armario?

—Mejor arreglado, sin ese horrible overol se vería mucho mejor.—

Debía aprender a cerrar la boca.

—Gracias por el té.— En su momento de distracción, la pequeña taza llena de té estaba ya a su lado. Con cuidado la tomó, y al llevarla a sus labios no pudo disimular su asombro e incomodidad como quería. Aun así, terminó su sorbo y vio mejor a su alrededor. Estaba claro que la tetera era un hombre, además que tenía un diseño peculiar. Mientras, la tacita era algo rebelde, y quizás algo maleducada. —Soy Bartholomew.

—Harold no es tan malo, Bartholomew. Sólo... debes tratarlo un poco más.

El ceño del joven se frunció un poco, dejando libre a la taza, quien volvió a lado de su, ehm, ¿padre? —Pues no quiero tratarlo más.

Por un momento, juraría que los objetos tenían una expresión de lástima en sus rostros. —Lamento si eso les molesta... pero, yo no...

—Está bien. Me voy, la cena aún no está servida.

Barry quería aclarar las cosas, pero Clark ya habia dejado el cuarto seguido de la pequeña taza y los otros complementos del juego de té. Se mordió el labio, no estaba muy seguro de lo que estaba haciendo. A su lado, se sentó el armario. —Muy bien, te voy a poner muy lindo para la cena...

—Muchas gracias, pero... no iré a cenar con él.

Mientras tanto, en la cocina, Hal caminaba ansioso a cuatro patas. A su lado, Oliver y Clark dándole ánimos.


—¿Por qué tarda tanto? Le ordené que bajara a cenar.

Se podía ver que el príncipe estaba nervioso, pero su carácter no dejaba de ser arrogante, lo cual hizo que la tetera hiciera una mueca, la vela simplemente estaba viéndole sin comentar algo.

—No seas impaciente, Hal. El chico perdió a su única familia el mismo día que perdió su libertad.

Clark trataba de sonar comprensivo, sin embargo, habia ciertas notas de regaño en su voz. A veces, le llegaba a desesperar el trato tan infantil del hombre.

—Hal...—Ahora intentaba su suerte Oliver, quizás no fuera muy diferente de la tetera. —¿Has pensado que quizás... él rompa el hechizo?—

—¡Claro que lo he pensado, no soy tonto!

Ambos ornamentos evitaron rodar los ojos —Bueno, pues esta noche tú te enamoras de él, él de ti y...

—Todo eso lleva tiempo, Oliver.— Clark era el más fastidiado, parecía que ambos hombres, bestia y vela actualmente, no entendían nada del amor. Se dejó caer con delicadeza para imponer presencia. —Hal, si quieres conquistarlo debes ser tierno con él.

—No seas empalagoso.

—Conquístalo con tu ingenio.

—Dile lo guapo que se ve. Pero, sobre todo...

—Controlarás tu mal genio.— En aquel punto concordaban todos los ornamentos. No se trataba de un tirano, pero habia pasado 10 años sin contacto humano...

La puerta se empezaba a abrir, todos, en especial Harold, compusieron sus posturas. Miraban expectantes a la puerta, aguantando la respiración mientras se abría y dejaban verlo.

El cuarto rompió en resignación al ver a Guy.

—¿Entonces? — El príncipe habia desecho su sonrisa. Su ceño fruncido miraba al reloj de madera rojiza.

—Pues... Barry... dijo que no vendría.— Tan simples palabras, hicieron que el rostro de Jordan pasara de la decepción a la ira.

Un gruñido se escuchó por todo el castillo.

Sin cuidado alguno con la puerta, la bestía salió corriendo a cuatro patas, subiendo las escaleras como si estuviera en una casa miniatura. Tras de él, se podían escuchar los gritos de sus compañeros ornamentos, quienes clementemente le pedían que no se alterara.

Una vez frente a la puerta de su rubio invitado, golpeándola agresivamente, gritando a todo lo que sus pulmones daban. —¡Te ordené que bajaras a cenar!

—Hal, estaré mal, pero no es la mejor manera de ganarte su corazón...

—Se tierno, ten tacto.

Un bufido de molestia, Harold siempre escuchaba a Ollie y Clark, al menos la mayoría de las veces. Se aclaró la voz. —¿Quieres bajar a cenar?

—No quiero.

Estaba a punto de alterarse de nuevo, cuando la vista de Clark le indicaba que se llevaría un regaño y más si hacia aquello.

—Sería un honor que me acompañaras a cenar.

—No, gracias.

Aunque se habia esforzado... no habia funcionado. El niño lo odiaba, y no cambiaría de opinión al parecer. —¡Pues muérete de hambre!

Harold no le rogaba a nadie.

Clark, Guy y Ollie veían como todo se iba al demonio.

El príncipe-bestia huyó rumbo al ala oeste. Rompiendo algunas cosas en su berrinche.

—Será mejor que bajemos a limpiar todo.— Sugurió Clark sin esperar a los otros dos.

—Oliver, quédate a vigilar.— Ordenó Guy, obteniendo un asentimiento por la vela.

En una habitación alejada, entró Hal. Estaba desesperado. Murmuraba cosas entre dientes con resentimiento.

Cuando llegó a una mesa lo suficientemente resistente para soportarlo, tomó el espejo que ahí se hallaba, a un lado de una bella rosa que comenzaba a marchitarse, brillando con encanto.

—Quiero verlo.

Ante dichas palabras, después de un momento de brillo, el espejo reflejó la imagen de Allen sentado en la cama, con un puchero en los labios. A su lado, el armario.

—Hal no es tan malo cuando lo conoces, deberías darle una oportunidad...

—¡No quiero nada con él! Es un monstruo...

Aquellas palabras le destrozaron. Bajó el espejo con delicadeza, completamente sugestionado.

—Nunca me verá como más que esto.

De ciencia y encantamientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora