Fabula ancestral.

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—Estábamos en el salón, Barry veía todo con esos preciosos ojos azules brillantes... se puso a bailar en medio del lugar, mientras abría las cortinas tosiendo por el polvo acumulado. No me pude resistir más y le sugerí hacer un baile. No pensé que aceptaría.

Harold estaba en su bañera, siendo aseado por uno de los percheros que servían en el castillo. El ornamento estaba tratando de mantener al príncipe quieto, pues la cantidad de pelo que tenía no era exactamente poca. Sin embargo, la bestia se movía de un lado a otro, tratando de ver la cara de su amigo candelero. Por su parte, Oliver estaba más que encantado con lo que escuchaba, las palabras que salían de los labios de Hal se escuchaban tan dulces y devotas, todo lo contrario a su actitud cínica de siempre. No dudaban que el joven era una influencia positiva en la vida del hombre.

—Es maravilloso Harold.— Clark y su optimismo presente. El príncipe bestia estaba fastidiado de no poder ver lo que pasaba a su alrededor. Desobedeciendo monumentalmente las órdenes del pobre perchero que intentaba terminar su trabajo con un poco de dignidad, se levantó de la bañera, sacudiéndose como si fuese un perro después del baño. La habitación terminó húmeda, junto a un gruñón Guy, Clark sorprendido y asqueado a partes iguales mientras Oliver encendía sus velas.

¡Claro que era maravilloso! Todos podían volver a ser humanos si las cosas salían bien, pues el príncipe no le era indiferente al joven, de eso estaban todos seguros, le habían visto leyendo en voz alta cuando el hombre se acercaba a ver que hacía, recitaba poesía clásica cuando el pobre hombre pasaba un mal día, buscaba los brazos del soberano para calentarse en las frías tardes. Aunque Harold no lo notara también cambiaba un poco alrededor del joven, acaricio la pequeña trenza finamente tejida con los mechones más largos de su melena de manera inconsciente.

—Tenemos que pulir esos cuernos.

–Un corte de pelo no le caería mal.

–Lavarse los dientes es lo que necesita, no queremos que Barry se desmaye antes de llegar a la habitación.

Clark empujó a Guy fuera del escritorio luego de ese comentario.

Todos se pusieron manos a la obra. El polvo, pelo y varios utensilios rotos quedaban en el piso de la habitación. La bestia gruño cuando sintió un fuerte tirón en su pelaje, donde estaba la pequeña trenza que el joven rubio habia hecho hace unos días. Al parecer, Clark notó esto, pidiendo amablemente a Dinah ayuda para el perchero que estaba peinando a Harold.

Sin duda alguna se veía más hermoso de lo habitual, un listón esmeralda unía varias trenzas en un intrincado peinado. El traje que vestía el joven príncipe era algo sublime. El saco esmeralda con detalles en negro y dorado resaltaba los ojos castaños que brillaban como nunca antes lo hicieron.


Mientras tanto, Barry se negaba a salir de entre las cortinas. Le apenaba ser visto con aquello, acostumbrado a la ropa holgada que permitia movilidad, vestir algo tan "ostentoso" como aquel traje era extraño.

—Vamos querido, estoy segura que te ves maravilloso.

La señorita armario estaba satisfecha con su elección, sin duda alguna el rojo era el color indicado para Barry. El conjunto de pantalón y saco color vino, con detalles en dorado y cuello en negro se ajustaba a la silueta del muchacho como si no llevara nada. Una figura de finos ángulos y piel pálida, de la cual los pequeños ángeles del techo estaban celosos.

Con un sonrojo en sus mejillas, el muchacho salió de su escondite, escuchando la puerta abrirse para dejar ver a Guy y Clark, quienes se sorprendieron al verlo.

De ciencia y encantamientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora