I- ¿Porqué, mamá?

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Pequeño Lobo de Mar.

 Así me llamaba casi todo el pueblo cuando cumplí los doce años y gané el Concurso de Pesca de Atún Dorado  que se celebraba todos los años. Mi padre es pescador y fue de él de quien heredé mi gran maña para atraer a los grandes atunes del mar. Mi madre, sin embargo es una humilde ama de casa. De ella, no sé muy bien que heredé. Quizás su genio y su poco sentido del humor. Hace varios años, cuando mi padre aún conservaba su pelo y su divina juventud, participaba en este concurso y a mí me entusiasmó tanto que me dejó participar. Recuerdo lo feliz que fui cuando mi padre me enseñó a pescar por primera vez. Uno de los vecinos del pueblo se quedó sin la parte inferior del labio al engancharse sin querer el anzuelo en él. A pesar de ello, he mejorado mucho y ya se vio este año cuando me nombraron campeón. La taberna del pueblo está repleta de trofeos que han ganado mis antepasados pues la participación era una tradición que se pasaba de generación en generación (y ya llevan muchas, todo hay que decirlo).

 Este concurso tiene un pasado un tanto fantasma, o eso me contaba mi madre de pequeño y por eso no estaba de acuerdo con mi padre en pescar esos atunes. Contaba la leyenda de que hubo un marinero que consiguió ver la transformación de un atún en un ser extraño una noche que salió a pescar solo

Un ser mitad mujer, mitad pez.

Sí, hablo de un ser mitológico protagonista de muchas leyendas urbanas. Las sirenas, seres que atemorizaban y perseguían a los marineros y pescadores que anclaban en el mar por invadir sus dominios. Naturalmente, tomaron por borracho a este hombre, pues según él se había casado a sí mismo con la sirena y vivió una vida feliz junto a ella.  Y por esa bobada, el concurso tiene ahora mayor prestigio pues se dice que quien obtenga el mayor número de atunes, sería recompensado con el beso de una sirena en su trayecto a la otra vida.

Mi madre me contaba que no eran peligrosas. Siempre me dijo que "son seres que dudan de los humanos". Intuyo que la duda les producirá temor. Temor a lo desconocido. Me hubiera gustado conocer a este marinero. Tengo tantas preguntas, muchas de ellas posiblemente sin explicación razonable y, por desgracia, a mi madre no le gustaba hablar de ellas. Decía que son preguntas que tiene que saberse a través de uno mismo dándose una explicación que saliera de nuestra mente. Nunca la entendí. A pesar de todo, mi madre es una mujer sabia. Conoce muchas pociones curativas, remedios caseros y por ello todos la consideran la loca del pueblo, por eso no sale nunca de casa. Y si sale, siempre es de noche.

Esa tarde, tras ganar el concurso llegué muy contento a casa. Dejé mi premio, el gran atún dorado encima de la mesa y cuando llegó mi madre y lo vio, empezó a gritar y a llorar.

- Mamá, mamá... ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?- pregunté inquieto.

No me respondía.

Tan sólo se limitó a intentar secar las lágrimas que le caían por las mejillas. Se acurrucó en un rincón de la cocina y me suplicó que apartara de su vista el atún. No entendí porqué, pero lo hice. Sabía que mi madre era vegetariana pero no pensé que la carne llegara a ser una fobia para ella. Cuando volví a la cocina, después de meter el atún en el congelador que había en el sótano, mi madre estaba sentada, toqueteando un colgante en forma de media luna. Me miró y una parte de mí se sintió rechazado.

- Como has podido... Robert.- murmuró para sus adentros- Me prometiste que no le meterías en ese mundo de cacería. Perdóname, Lucas. - dijo mirándome mientras me acariciaba el pelo-No he debido de dejar que tu padre te enseñara masacrar así a esas indefensas criaturas.

Salió a la calle dando un portazo. Me quedé atónito pues en la cocina no había nadie más que ella y yo.

 Pasaron las horas y se hizo de noche. Mi padre llegó a casa y le expliqué lo ocurrido.

- Vamos, hay que encontrar a tu madre- se apresuró.

Buscamos por todo el pueblo y por las afueras del mismo. Preguntamos a todos los conocidos y desconocidos. Pusimos carteles, pero ni rastro de mi madre. ¿Por qué se fue? ¿Por qué se puso como una loca cuando vio el atún encima de la mesa? ¿Hice algo malo?

Pasaron varias semanas y un agente de policía llamó a la puerta. Había aparecido el cadáver de mi madre cerca de la costa, entre las rocas del acantilado. El forense dijo que había sido un suicidio, aparentemente voluntario, pues no había rastro de más pisadas que las de ella ni encontraron muestras de forcejeo en la piel.

 ¿Porqué mamá? ¿Por qué has muerto? ¿Por qué nos has dejado a papá y a mi solos? ¿Qué haremos sin ti? Te fuiste sin darme, sin darnos ninguna explicación. Si hice algo malo, perdóname tú a mi, ojalá lo llegue a entender algún día. 

Celebramos su funeral en el mismo acantilado desde dónde se fue. Mi padre creyó que era el mejor lugar ya que por una extraña razón mi madre estaba conectada con el mar, o eso me dijo mi padre cuando enterramos el cuerpo, cerca de dónde sabíamos que ella estaría feliz. El mar era lo único que mantenía viva a mi madre, aparte de mi padre y yo, claro. Recuerdo cuando llegaba de casa, después del colegio y la encontraba sentada en la orilla, como siempre, descalza con una sonrisa de oreja a oreja y yo me pasaba horas sentado junto a ella o caminando por la playa coleccionando conchas que encontrábamos. Mi padre, a media tarde terminaba su jornada laboral y se reunía con nosotros. Es muy satisfactorio poder recordar cuando me cogían de las dos manos, uno cada uno y me hacían "la bomba" lanzándome al agua para darme un chapuzón. Un recuerdo realmente maravilloso. 

Mamá, ojalá estuvieras aquí conmigo y no ahí, pudriéndote dentro de esa fría y aislada tumba.



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