II- Hermosa criatura

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Pasaron los años y me convertí en un muchacho fuerte, poco corpulento con el pelo oscuro. Dejé los estudios y empecé a trabajar en alta mar junto con mi padre, como sigue la tradición, de pescadero. En mis ratos libres hago algunas chapuzas a los vecinos, muy quisquillosos ellos y a menudo, vagos. Realizo cosas de carpintería, fontanería etc... A menudo vienen chicas a verme cortar madera al monte y me silbaban, situación que me desagradaba en gran medida.

No es que ninguna me pareciese atractiva, sino más bien que no tengo tiempo o interés para estar con chicas y además, ninguna parece ser mi tipo. Mi padre dice que para ser un hombre respetado tendré que casarme en algún momento pero yo, a mis veintidos años ,me veo bien solo. Desde que se fue mi madre, no he necesitado a ninguna otra mujer en mi vida. No me hace falta. Por las noches, suelo ir al acantilado al que fue mi madre por última vez. Es un buen lugar para pensar, ya que apenas pasan coches, está alejado del pueblo y se mira perfectamente el horizonte. Adoro el mar. Adoro el reflejo del amanecer y el atardecer sobre la superficie del agua. Pero sobre todo, adoro la luna. La luna llena. La luna allí, en la mitad del cielo. Un punto blanco en un manto negro dónde brillan las estrellas. Allí, solita. Me hace pensar que no todos estamos hechos para estar con alguien y que de todas formas, no es nada malo estar solo. 

Ella lo está. 

Es mejor eso que volver a sentirse abandonado. Y si, frecuentemente pienso en mi madre y soy consciente de lo que me afecta realmente. Cada noche, padre me espera despierto preocupado, salvo las veces que he tenido que apagarle la luz y la televisión porque se queda dormido viendo el fútbol o documentales de esos de animales.  Una de las veces que estaba arriba miré fijamente al horizonte,a pesar de seguir teniendo mi mirada perdida, y me pareció ver algo. Algo que salió del agua y se volvió a sumergir. Así ocurrió dos o tres veces, casi continuadas. ¿Que era? No lo sé. Sólo puedo describirlo con una palabra. Algo, sin más.

Decidí bajar al mar y coger uno de los barcos de vela que mi padre tenía cuando me enseñaba a navegar de pequeño. Desenganché el barco, lo arrastré hasta la orilla y me subí en el remando hasta donde vi la figura sumergirse . Mire a mi alrededor y no vi nada. Tampoco escuché nada, salvo las gaviotas, como de costumbre. Esperé unos minutos y seguía sin ver nada ni a nadie. Aproveché para tumbarme un rato y mirar las estrellas.

Todas, a diferencia de la luna, juntas y a la vez esparcidas por el cielo creando constelaciones realmente hermosas. Me fui a casa tras dejar el barco de nuevo amarrado en la playa decepcionado por no haber logrado satisfacer mi curiosidad de saber que era ese "algo".

Me pasé varias noches pensando en que podría ser la extraña figura. En el mejor de los casos podría ser un bañista que le guste nadar de noche pero me resultó extraño que no saliera a la orilla durante tanto tiempo o simplemente a la superficie para respirar. En el peor de los casos podría ser un tiburón o una ballena,pero tampoco era tan grande como para poder ser eso. Además, no había peligro de tiburones, rara vez se ha visto uno grande en la costa y estábamos en alerta naranja para bañistas. Una noche que tenía insomnio decidí volver al mar. Estaba seguro que acabaría volviendo la figura, tarde o temprano. Me levanté, me puse un pantalón vaquero, una camiseta blanca corta y una chaqueta verde abeto, salí de casa y cogí el barco de nuevo. Por si acaso, metí un arpón y una bengala de fuego en el baúl que había dentro. Siempre hay que ser precavidos y de noche, aunque sepa controlar el barco, nunca se sabe que se puede encontrar y menos si con un descuido me meto mar adentro.

Recuerdo la de veces que me metía en problemas por ser tan curioso, pero si hay algo que me gusta de mí es eso, mi plena curiosidad por el entorno. Cuando estaba donde la otra vez, empecé a revolver el agua. Me había llevado una linterna sumergible de casa por si la necesitaba en algún momento y también algo de picar, por si tenía hambre y me apetecía quedarme más tiempo. Esperé. Esperé muchas horas. Me tumbé en el barco debido a que mis ojos ya no aguantaban mucho más abiertos del sueño que me entró de repente.

Pequeño Lobo de MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora