Capítulo 1

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  –Te di un año para encontrar esposa –el rey Michael Maslow de Edenbourg fulminó a su único hijo, James, con la mirada–. Faltan tres semanas para que termine el plazo y sigues sin estar casado.
–Aún no he encontrado a una persona de mi gusto –replicó él.
–Tonterías. Has salido con mujeres de todo el mundo y cualquiera de ellas podría haber sido una buena esposa.
James suspiró. No podía contarle a su padre que, aunque las chicas con las que había salido eran lindas, sofisticadas y encantadoras, él estaba buscando algo más.
–He pensado que lo mejor sería casarme con una mujer de la que estuviera enamorado.
El rey emitió un bufido de contrariedad.
–El amor está sobrevalorado. Si quieres ser rey algún día, olvídate de esas bobadas sentimentales. Si pudiera, yo mismo habría elegido una mujer para ti hace años, pero tu madre te permite demasiado. Es ella quien ha insistido en que te diera tiempo para encontrar una esposa.
James contuvo una airada réplica. Cuando su padre le dijo que tenía un año para encontrar esposa no era una sugerencia, sino un dictado real; como solía hacer cuando quería algo.
Y, como siempre, su instinto era rebelarse. James respiró profundamente.
–Padre, lo he intentado...
–No lo suficiente –lo interrumpió el rey–. Una esposa le da estabilidad a un hombre. Y te lo advierto: si no estás casado el día que cumplas treinta años, quedarás fuera de la línea de sucesión al trono.
James quería protestar, explicarle que tres semanas era muy poco tiempo, decirle que aquel era un ultimátum ridículo, pero sabía que no serviría de nada.
El rey Michael se levantó de la silla y miró su reloj.
–Será mejor que te vistas, el baile empieza dentro de una hora. Acudirán miembros de las casas reales de una docena de países de modo que, con toda seguridad, allí encontrarás una mujer que cumpla todos los requisitos para convertirse en princesa.
Sin decir otra palabra, el rey salió de la habitación. Y como le ocurría siempre después de hablar con su padre, James se sentía frustrado.
Pero sabía que tenía razón. Había llegado el momento de elegir una esposa. Tomando la chaqueta del esmoquin, James pasó el dedo sobre el escudo bordado en la solapa.
Además, se había pasado el último año buscando el amor sin encontrarlo. Sí, su padre tenía razón, el amor no era más que una veleidad sentimental. Y era hora de olvidar esas tonterías. Era la hora de cumplir con su deber. La hora de elegir una esposa.
Supo en cuanto la vio que era ella. El príncipe James observó atentamente a la bella morena al otro lado del salón. Estaba al lado de su prima, la princesa Serena de Wynborough, y el marido de ésta, Gabriel Morgan.
James atravesó la reluciente pista de baile para hablar con ella. Cuando se acercaba, la joven reía de algo que había dicho Gabriel y al escuchar el alegre tintineo de su risa, James tomó una decisión.
Se detuvo delante de ella, inclinó la cabeza y le ofreció su mano.
–¿Me concede este baile?
Los ojos castaños de la joven se abrieron de par en par en un gesto de sorpresa, pero por fin asintió.
–¿Está disfrutando de su visita a Wynborough? –le preguntó James, notando que su perfume eran tan delicioso como su rostro.
–Mucho, aunque este sitio es muy diferente a mi casa de Brookville, Iowa –sonrió ella tímidamente–. Sé que es usted el príncipe de Edenbourg, pero la verdad es que no sé dónde está Edenbourg.
La encantadora confesión hizo sonreír a James.
–Muy lejos de Wynborough. Edenbourg está en Europa del Este.
–¿Y suele venir a menudo? Tengo entendido que es usted primo de Serena.
–En realidad, ésta es mi primera visita. Nuestras familias nunca han tenido una relación muy estrecha... pero ayer disfruté de un largo almuerzo con Serena.
Y durante ese almuerzo le había hablado muy bien de la que fue cuñada de su marido, James intentaba ahora recordar qué le había dicho su prima sobre la bonita mujer que tenía entre los brazos.
No hablaron más durante el transcurso del baile y no le importó. No podía dejar de recordar las palabras de su padre. Era hora de encontrar una esposa. ¿Por qué no la mujer con la que estaba bailando? _____ lo atraía más que cualquiera de las mujeres con las que había salido durante ese año. Que fuese norteamericana, y una plebeya, sacaría a su padre de quicio, pero eso sólo la hacía más deseable a sus ojos. Y, después de todo, el deseo a primera vista podría ser la mejor razón para casarse.
Cuando el baile terminó, James la llevó hacia donde estaba su padre, que enarcó las cejas al verlo.
Para que no hubiese malentendidos, James actuó según una antigua costumbre de su país: alargó la mano para tomar una rosa de un jarrón que había a su lado y la besó antes de colocarla en el pelo de _____.
–Te presento a _____, padre.  

La proposición del príncipe ♥ (James Maslow) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora