Capítulo 10

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  –Sólo estaríamos retrasando lo inevitable –contestó ____, sin mirarlo a los ojos.
Un desamparo desconocido se apoderó de James. Él podía ordenar al chef que hiciera su plato favorito, podía exigir a la doncella que limpiase la plata, pero no podía exigir ni demandar que ____ le diese más tiempo.
–James, yo no sé nada sobre tu país, nada sobre sus costumbres o la gente de Edenbourg.
Él sonrió, burlón, deseando despertar en ella otra sonrisa.
–Entonces te enviaré folletos de viajes para que los estudies.
____ suspiró, molesta, pero antes de que dijera nada James tomó su mano. Le encantaban sus manos, tan suaves, tan femeninas. Lo extraño era que no recordaba las manos de ninguna de las mujeres con las que había salido.
–Esta semana contigo me ha demostrado lo bien que podría funcionar nuestro matrimonio. Nos llevamos bien, me gustas –le confesó.
Ella apartó la mano.
–¿Te has parado a pensar que tú podrías no gustarme?
James la miró, sorprendido.
–¿No te gusto?
De nuevo, ____ suspiró.
–Sí me gustas –le dijo–. Pero no pienso amarte.
–Eso no es necesario para que nuestro matrimonio funcione –insistió James. Pero después de decirlo se quedó sorprendido al experimentar una sensación de terror. Nervioso, metió la mano en el bolsillo para sacar una cajita de terciopelo, sabiendo que si algo podía hacerla cambiar de opinión, ese regalo lo haría.
____ frunció el ceño y estaba a punto de protestar cuando él abrió la cajita para mostrarle su contenido.
–Oh, James –murmuró ____, sin aliento–. Nunca había visto un diamante tan grande.
Él se relajó al ver su entusiasmada expresión. Una cosa era rechazar una proposición de matrimonio, otra muy diferente rechazar un anillo de compromiso con un diamante perfecto de cuatro quilates. ___ no era tan diferente a las demás mujeres después de todo.
James sacó el anillo de su cama de terciopelo y se l
o puso en el dedo.
–Te queda perfecto. Es una buena señal, una premonición –murmuró, tomando su mano para besarla–. ___, por favor lleva este anillo, sé mi esposa.
Su corazón latía con un ritmo extraño, poco natural, y se dio cuenta de que estaba conteniendo el aliento mientras esperaba la respuesta.
Ella levantó la mano, dejando que el diamante reflejase la luz de la lámpara. Brillaba y resplandecía como si fuera una promesa y James sintió que iba a decir que sí. Tenía que decir que sí.
Pero se le encogió el corazón cuando _____ negó con la cabeza mientras se quitaba el anillo.
–Es tan bonito... un anillo para una princesa. Pero no puedo ponérmelo porque no vamos a casarnos.
James se quedó mirándola, mudo, mientras volvía a guardar el anillo en la caja de terciopelo. Era algo extraño; le entusiasmaba que fuera diferente a las demás, pero ese entusiasmo estaba mitigado por la alarma al pensar que tendría que vivir su vida con otra persona. No podía imaginar a ninguna otra mujer como su esposa. Él quería... quería a ____.
–No me gustan los juegos, ____. Olvida que soy un príncipe, olvida el ultimátum de mi padre –le dijo, inclinándose hacia delante para mirarla a los ojos–. Vamos a pasar una semana juntos, sólo como un hombre y una mujer, disfrutando de la compañía del otro. Sin compromisos ni presiones de ningún tipo.
Al ver que ella estaba a punto de rechazar la sugerencia, James intentó encontrar palabras que la hiciesen cambiar de opinión.
–En dos semanas volveré a Edenbourg y seguiré con mis deberes como heredero del trono. Eso me llena de alegría, pero junto con la alegría están las presiones y las responsabilidades –le explicó–. Me gustaría pasar una semana contigo no como el futuro rey de Edenbourg sino como un hombre. Me gustaría pasar ese tiempo con la mujer que he elegido y esa mujer eres tú.
Al notar su indecisión decidió presionar un poco más:
–Mira, voy a guardar el anillo y no diré una palabra más sobre nuestro matrimonio –añadió, guardando la cajita en el bolsillo.
–James, haces muy difícil que una mujer pueda decirte que no –suspiró por fin ____.
–Entonces, no digas que no.
–Este es seguramente el error más grande que voy a cometer en toda mi vida... –_____ se mordió los labios–. Muy bien, de acuerdo, una semana más.
James dejó escapar un largo suspiro de alivio. Una semana más. Siete días. Tenía siete días para conquistar el corazón de _____.
____ sabía que haber aceptado pasar otra semana con James era una locura, pero no tenía fuerzas para negarse a sí misma ese placer.
Y durante esa semana saboreó cada minuto, grabándolo en su mente y en su corazón.
James la llevó a comer langosta Newburg y ella lo llevó a comer pizza con jamón. Él la llevó a montar a caballo, ella a jugar a los bolos. Dieron paseos en coche de caballos y visitaron museos. Y cada noche, cuando la devolvía a casa de Gabe y Serena, la besaba hasta dejarla mareada de deseo.
Tendría maravillosas historias que contar a sus amigas cuando volviese a Iowa sobre las dos semanas que había estado prometida con el príncipe James Maslow, de Edenbourg.  

La proposición del príncipe ♥ (James Maslow) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora