Capítulo 5

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  James fue tras ella, preguntándose cómo iba a convencerla para que cambiase de opinión en siete días. Y preguntándose por qué de repente era tan importante para él que cambiase de opinión.
Flores. Había flores por todas partes. Enormes ramos de flores que ocupaban tanto espacio en el dormitorio de _____ que tuvo que sacar algunos al pasillo. No dejaban de llegar y con cada ramo su furia aumentaba.
James la había llevado de vuelta a casa de Serena y Gabe por la tarde y el envío de ramos de flores había empezado casi inmediatamente.
–Un poco extravagante, pero es un detalle bonit
o –opinó Serena, mientras observaba el jardín en que se había convertido el dormitorio.
–¿Bonito? –repitió ____ , incrédula–. Ese hombre es un lunático. Está intentando comprarme, pero no va a funcionar. James no entiende una negativa porque seguramente no le han negado nada en toda su vida. Es extravagante y malcriado...
–El príncipe malcriado está esperándote en el vestíbulo –anunció Serena, con una sonrisa en los labios.
–Ah, muy bien porque pienso decirle cuatro cosas –_____ salió de la habitación hecha una furia. Afortunadamente no le había dicho que le gustaban los animales porque le hubiese enviado un zoo entero.
Pero la furia se disipó un poco cuando llegó al vestíbulo y James la saludó con una amplia sonrisa. Estaba tan guapo, con esos ojos tan brillantes...
–¿Estás contenta?
–No, no estoy contenta –contestó ella con sequedad.
–Pero dijiste que te gustaban las flores –la sonrisa de James desapareció, reemplazada por una expresión de sorpresa.
_____ no pudo seguir enfadada al darse cuenta de que de verdad había querido complacerla y no entendía por qué no lo estaba.
–Te dije que me gustaban las flores, pero también te dije que me gustaba la jardinería.
–Cuando nos casemos podrás pasar mucho tiempo en el jardín –dijo James.
Ella suspiró.
–Mira, vivimos en dos mundos totalmente diferentes. Prefiero ser una profesora en Iowa que una princesa que no se ha casado por amor.
–Tal vez debería haber enviado joyas en lugar de flores –murmuró él, como para sí mismo–. Pensé que querías flores.
No lo entendía. Sencillamente, no lo entendía, pensó ____. Estaba tan acostumbrado a comprar lo que quería, a conseguir lo que deseaba, que no entendía que a ella sólo podría ganársela con amor.
–Ven conmigo –dijo de repente, tomando su mano.
–¿Dónde vamos? –preguntó James, perplejo.
–Las flores que me has enviado me han enseñado mucho sobre tu mundo. Ahora voy a enseñarte algo del mío.
James, intrigado, se dejó llevar, disfrutando del calor de su mano.
No entendía por qué las flores no le habían gustado. Los enormes y exóticos ramos habrían gustado a cualquiera de las mujeres con las que había salido en el pasado.
Mientras lo llevaba hacia la parte trasera de jardín, notó cómo la luz del sol bailaba sobre su pelo oscuro, dándole reflejos rojizos. Sus propios dedos parecían dese
osos de acariciar los sedosos mechones.
____lo llevó al invernadero y señaló las flores y plantas que había a su alrededor.
–Estas son las flores que me gustan... flores vivas, que están creciendo –dijo, mirándolo con curiosidad–. ¿Tú has plantado flores alguna vez?
Era tan encantadora que deseó poder decirle que sí, pero no iba a mentir.
–Nunca. Tenemos jardineros en palacio para eso.
–No hay nada mejor que hundir las manos en la tierra –____tomó una palita y una bolsa de semillas de la estantería y se arrodilló frente a un macetero.
James la miró, sorprendido por un momento, y luego se arrodilló a su lado. En unos minutos estaban manchados de tierra hasta los codos.
Debía admitir que había algo sensual y evocador en plantar semillas, pero no sabía si era el calor y la textura de la tierra o la alegría que iluminaba las facciones de ____.
–Siempre he creído que el matrimonio era algo parecido a plantar flores. No vale sólo con plantarlas, para que florezcan hay que alimentarlas.
James consideró sus palabras con interés.
–Puede que yo creyese eso una vez, pero ahora sé que el matrimonio es sólo un deber que uno debe cumplir.
Ella lo miró con expresión triste.
–Pues si es por eso por lo que te casas, nunca encontrarás la felicidad.
Para James esa conversación era extrañamente turbadora, pero _____ pareció notar su desconcierto y soltó una carcajada. Habían sido esa risa tan musical y el brillo de sus ojos las razones por las que la había elegido precisamente a ella, pensó, sonriendo también.
–¿De qué te ríes?
–Si tus súbditos pudieran verte ahora... Su Alteza Real con la cara manchada de tierra.
–¿Dónde? –James se tocó la cara con una mano manchada de tierra y, de nuevo, _____ volvió a reír, con esa risa suya que tanto lo deleitaba–.Tú también te has manchado –sonrió, poniendo las manos en su cara.  

La proposición del príncipe ♥ (James Maslow) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora