- ¿Terror? ¿Por qué? Sabes que odio las películas de terror -se quejó Ana.
La noche de un viernes trece de la hermosa ciudad de Minneapolis, dos mejores amigas, Isabelle y Ana, habían quedado en casa de la última para dormir y ver películas de terror.
Era una noche lluviosa y gris, sus padres estaban en un viaje de trabajo por lo que solo estarían ambas chicas en la casa. Sin duda —para ellas— seria una gran noche.
Se decidieron por la película, se hicieron unas palomitas y colocaron las pizzas que minutos antes les habían traído y se dispusieron a ver la película.
Era una de terror con mucha sangre. Terror sangriento.
Ana se tapaba los ojos con una mano y con la otra cogía gran cantidad de palomitas, mientras que Isabelle disfrutaba de la película mientras se comía un trozo de pizza.
Isabelle se disponía a coger otro trozo de pizza y Ana de coger otra cantidad de palomitas pero tocaron la puerta. Ellas se asustaron y como tontas empezaron a gritar.
En aquella película que veían, cuando la protagonista abría la puerta un hombre vestido completamente de negro y un pasamontañas en la cara del mismo color que la vestimenta, la acuchillaba.
No abrieron la puerta. El miedo de ellas se había desvanecido y como ya no escucharon ninguna clase de ruido del otro lado siguieron viendo la película. Solo que diez minutos después llamaron al teléfono y otra vez se pusieron a gritar.
- ¡Espera! ¿Y si son tus padres? -le gritó Isabelle a Ana mientras dejaba de gritar y se ponía a razonar un poco.
Ambas chicas ya habían deducido por si solas que alguien venía por ellas a matarlas. Sin embargo, no se pusieron a pensar que el de la puerta podría haber sido un vecino o el repartidor, pues habían pedido más pizza y aquella persona que llamó al teléfono pudo haber sido los padres de Ana o la madre de Isabelle que llamaba para saber si ella estaba bien.
- Mis padres cuando viajan ni siquiera me llaman -respondió Ana haciendo una mueca.
- Bueno, mi madre quizás quiere saber como estoy -habló Isabelle tratando de hallar una respuesta convincente.
Ana iba a responder pero un sonido, proveniente de un celular, captó la atención de ambas chicas. Era el celular de Isabelle.
- Es mi mamá ¿vez? -le susurró la chica mientras señalaba su celular con la mano.
- Pues contesta -le dijo Ana de mala gana. Ella sin duda estaba y seguía asustada.
- ¿Aló? -dijo una vez atendió la llamada.
Ana podía ver la cara de aburrimiento de Isabelle y eso le dió gracia. Por lo menos ya no estaba asustada.
Isabelle y su madre no se llevaban muy bien, no tenían una buena relación. No desde que el padre de Isabelle se fue de su casa.
Eran una bonita familia, la perfecta se podría decir. Madre, padre y dos hijos, el mayor siendo hombre y la menor siendo mujer, Isabelle. Ella tendría ocho años cuando todo pasó.
Ella llegaba algo tarde de la escuela junto con su hermano pues se supone que su madre los iría a recoger. Era un niño de diez años y una niña de ocho, algo malo les podría pasar, pero eso a su madre no le importaba en esos momentos.
Tocaron la puerta y nadie les abrió. Algo que recordaron fue que había una llave bajo el tapete. La cogieron y abrieron la puerta arrepintiéndose enseguida.
Vieron como su madre le arrojaba un florero a su padre. Aquella escena sin duda asustó a los niños, tanto que hizo que empezaran a gritar y le suplicaran a su madre que se detenga.
Por suerte su padre no había quedado inconsciente. El solo miró a su esposa, luego a sus hijos y se marchó de aquella casa sin decir palabra alguna.
La familia perfecta se quebró.
Desde ese entonces la familia no es la misma. Los hermanos no ven a su padre porque su madre se los prohíbe. Además, todavía no saben porque su madre golpeó a su padre con un florero. No saben porqué estaban discutiendo.
- Bien mamá, adiós -dijo de mala gana y colgó.
- Esa mujer está loca -le comentó a su amiga-. Te dije que era mi mamá, ahora, que siga la película -musitó y cogió un trozo de pizza.
Ana e Isabelle siguieron viendo la película.
De repente el celular de ambas vibró. Se miraron y lo cogieron dándose cuenta que tenían un mensaje.
- No me han abierto la puerta, no me han cogido el teléfono, pero aún así e podido entrar -leyó Ana en voz alta mientras que sentía como su sangre se helaba, empezó a temblar y se volvía mucho más pálida de lo que ya era.
- Debe... Debe ser una broma -le dijo Isabelle pero más para si misma.
Ambas chicas estaban muriéndose de miedo. Más Ana que empezó a llorar. Ella era muy asustadiza y sensible.
Decidieron acostarse y no ver más la película. Pero eso no arregló nada, ya que otro mensaje les llegó a ambas. Se miraron, indecisas, sus caras representaban el mismo miedo y les temblaban las piernas y las manos.
Al fin se decidieron por leer el mensaje.
- Se que están asustadas, se que sus corazones van acelerados, y también se, que mañana no van a contar esto. ¡MIREN ATRÁS! -esta vez fue Isabelle quien leyó el mensaje.
No sabían porqué les estaba pasando. Tampoco sabían cómo es posible que la persona que les hacía eso sabía lo que ellas sentían.
No se atrevieron a mirar atrás y lo único que se les ocurrió fue pedir ayuda a Dios, pero eso no sirvió de nada.
- Esto es una estupidez, voy a mirar atrás -espetó Ana con todo el coraje y la valentía que podía tener.
Y cuando Ana miró para atrás, empezó a gritar y de pronto se calló. Isabelle se asustó mucho más, no sabía como seguía con vida y no moría ahí mismo del miedo.
No pudo soportar más, lágrimas caían por su rostro ¿Cómo es que la noche perfecta se convirtió en la peor? Quería huir de ese lugar, ayudar a su amiga sin importar como se encuentre.
Cogió lo primero que encontró cerca de ella: un florero.
Que irónico.
Lo puso sobre su cabeza y se lo rompió en ella para poder perder el conocimiento y olvidar todo lo que pasó esa tormentosa noche.
Y así lo hizo.
No se sabe como ni porqué pero al día siguiente Isabelle apareció en una camilla de hospital. Se encontraba rodeada de gente extraña, no reconocía a nadie.
Una señora rubia, bien vestida y con varios adornos decorando su cuello y brazos, le gritaba y le repetía que era su madre, pero no lo era, Isabelle no tiene madre, o eso cree, no recuerda nada.
Lo único que recuerda es una cara rajada y ensangrentada apuñalando a su mejor amiga, Ana.
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La Noche de la Desaparición
ParanormalTodo fue culpa de aquella cosa, porque no era humano, el rostro lo traía rajado y ensangrentado. Todo pasó en una noche. Dos amigas se habían reunido para ver una simple película de terror, sin saber que lo que pasaría luego las marcaría de por vi...