Una ofrenda, una huída

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Varios días después Josh había demostrado que podía hacer honor a su palabra. Tasha no había visto ni un cabello de Axel desde el incidente, se sentía aliviada. También, como lo había anticipado después de esa noche, su relación había cambiado, no era algo extremo, más bien un algo sutil que los hacía extremadamente consientes el uno del otro. 

Miradas que se buscaban y rehuían con la misma rapidez, esbozos de sonrisas fugaces y roces tentativos que desaparecían con culpabilidad.

Y a pesar de que a Tasha le causaba un ilógico remordimiento de conciencia hacia él, iba a hacer lo que tenía que hacer. Se proponía alcanzar por fin su objetivo final. Tal vez por lo que había pasado con su "compañero", Josh había bajado la guardia, había dejado su habitación sin restricción por largos lapsos de tiempo, aun cuando se metía al baño. Gracias a eso Tasha había tenido oportunidad de descubrir dónde escondía las llaves... Era su momento.

Era de madrugada cuando caminó sigilosamente por la sala, directamente a la cocina, estaba descalza para no hacer ruido. Tomó el llavero con la llave única que guardaban en el congelador, era un misterio imaginarse por qué la escondían ahí de todos los lugares posibles. Eso era algo que la intrigaría por siempre, pero que no se arriesgaría a averiguar. Entró a la habitación donde dormía Josh y silenciosa, muy silenciosamente abrió con la helada llave el pequeño cofre dentro de la gaveta que contenía su pase a la libertad.

Tenía un dolor sordo en el pecho, pero le restó importancia, ya que de todas formas su corazón estaba atorado en su garganta. No podía ni imaginarse que pasaría si Josh la atrapara intentando escapar ¿Que emoción predominaría? ¿Rabia, decepción?

Estaba irremediablemente aterrada y en su enfermiza opinión, si fracasaba, era peor que Josh la viera tratando de escapar a que lo hiciera Axel. Este último la golpearía, eso era seguro y la encerraría. La castigaría incluso privándola de la comida, como lo había hecho una vez. Pero, Josh... con esos ojos negros que la hacían marearse, que hablaban de una profundidad impensable, la miraría con significados para las que no estaba preparada.

Lo sabía, era estúpido, completamente irracional. Ellos eran sus secuestradores ¿Cómo había llegado a sentirse tan unida a uno de ellos? Era patética y tenía que estar enferma, no había más explicación.

Logró tomar las llaves y las apretó contra su pecho, justo donde el latido de su corazón se sentía más desbocado, aunque parecía estar en todos lados, en su pecho, en su garganta, en sus oídos, es su estómago.

¿Qué si Josh la escuchaba? 

¿Qué si no lo hacía? ¿Sabría que le apenaba dejarlo? ¿Que se sentía agradecida por toda la protección que le brindó? ¿Sabría que había llegado a apreciarlo? ¿Que había llegado a desearlo como intuía que él la deseaba a ella? ¿Sabría que por él había aplazado su ímpetu de querer escapar? Que se había dicho: "Una noche más, la próxima vez".

Lo miró angustiada, no sabía como asimilar y enfrentar lo que estaba sintiendo, había miedo, júbilo por finalmente imaginarse libre, pero también hacía contraste esa agobiante tristeza. Josh estaba boca abajo con la cabeza hacia un lado, Tasha retiró un mechón de cabello rebelde que estaba sobre su cara y se paralizó reprendiéndose a sí misma ¿Cómo podía ser tan temeraria cuando estaba en juego su vida? Se permitió relajarse un poco cuando escuchó un bajo ronquido viniendo de él. 

Suspiró y apretó la mano que quería posar sobre la espalda de él, para pedirle que la abrazara una vez más.

- No... Supongo que nunca lo sabrás Josh – Susurró cerrando su puerta tras ella.

...--...

Él -que se hacía llamar Josh- abrió los ojos cuando la escuchó salir de su cuarto y también suspiró, volviéndolos a cerrar.

- ¿Qué es lo que no voy a saber Tasha? Dejarme con esta pregunta por siempre ¿No es demasiado?  – Murmuró enterrando la cabeza en la almohada, dándole tiempo para que saliera del apartamento y se alejara, antes de ir a su habitación y respirar lo último de su presencia, como un enfermo. 

Una sonrisa amarga levantó las comisuras de sus labios, era impresionante lo poco silenciosa que era Tasha aún en una situación como esa. A pesar de ser una bailarina se movía con algo de torpeza infantil.

Al final las cosas habían funcionado justo como lo había planeado, o como Tasha había creído que lo había planeado. Se había encargado de que ella lo viese colocando las llaves en su escondite, en el cofre. Ella ya sabía dónde estaban las llaves de la puerta –la había atrapado husmeando hace semanas atrás-, le había dejado ver como las ocultaba en su lugar, incluso antes de que sucediera lo de Axel, así que era cuestión de sacar un poco de valentía de su parte para hacerla salir de allí.

¿De todas formas quien era tan desquiciado para esconder las llaves en el congelador? No lo sabía, pero ella se lo había tragado y eso era lo que importaba.

Tasha estaba dispuesta a lastimarse con tal de escapar, lo supo desde el momento en que Axel le comentó que ella estaba coqueteando con él. Lo confirmó cuando este había escupido que ella se lo había pedido, que ella había pedido ser lastimada, suponiendo que eso lo excitaba.

Era cierto que Axel era un bastardo, también estaba muy metido en eso del BDSM y eso lo hacía más pervertido aún. Pero, no era un mentiroso, no había necesidad de ello porque el bastardo no tenía remordimientos, así que aunque no quería, le creyó cuando le explicó lo que realmente había sucedido.

Debía sentirse ofendido por lo que Tasha había hecho, porque la chica intuía que él tenía interés en ella y lo había utilizado a su favor. De alguna forma lo hacía ver predecible y débil. Sin embargo, también había confiado lo suficientemente en él para esperar que detuviera a Axel a tiempo. Era un tipo de fe que solo puede ser llamada ciega y también se sentía halagado por ello. 

Tasha se había atrevido a provocar a Axel para demostrarle a él lo peligroso que era ser retenida por más tiempo. Y lo había logrado, lo había entendido y se había rendido. Fue el empujón final que necesitaba para poner fin a esa locura.

No podía fingir. Si no lo sabía antes lo sabía ahora, había enloquecido con la visión de Axel sobre ella. También era obvio que Tasha no había entendido en qué se había metido, podría no haberla escuchado gritar o podría haberle importado un comino y estaría perdida, hubiese sido abusada y habría sido obligada a seguir viviendo con su verdugo.

Las cosas se habían salido de control, desde hace mucho. El trato originalmente había sido retenerla por corto tiempo, luego se había alargado a máximo un año, ese era el trato final. Pero las reglas del juego volvieron a cambiar. No entendía porque su "contratante" había cambiado de opinión, quería que la retuvieran indefinidamente.

No estaba de acuerdo con jugar a eso. Tenía una vida y no pensaba abandonarla.

Además, no podía hacerle eso... No a una chica como ella, lo había trastocado. Era hermosa, fuerte y de apariencia frágil al mismo tiempo, como las perlas destinadas a convertirse en piedras preciosas. Si la encerraban durante más tiempo se temía que Tasha se fragmentaría y aunque sonara irrazonable preferiría sufrir las consecuencias antes de verse forzado a ser testigo de ello.

Se había enamorado de la princesa, el estúpido dragón sabía que no era un príncipe y aún así... No era más que un imbécil, un tipo de monstruo, con complejo de caballero.

Tasha sería libre y nunca más volvería a verla, como debía ser.

Suplicaba porque su familia la mantuviese a salvo. Sabía que después de lo que acaba de hacer no podría volver a involucrarse en su vida, no habría una segunda oportunidad para hacer lo correcto. Pero, tampoco se sentía seguro sobre su bienestar, no había garantía de que ella pudiese tener una vida normal.

Josh sabía mejor que nadie que, más allá de lo que ella creía que era la libertad, seguía en peligro.


Protegida por mi captor (Síndrome de Estocolmo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora