La necesidad que nubla

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- Tú... ¿Estabas despierto? ¡¿Me escuchaste?! ¿Tú...? ¿Me dejaste escapar? – Preguntó Tasha con los ojos agrandados como un animal encandilado. 

Josh asintió, admitiéndolo con serenidad.

- A Axel no le gustó para nada que lo denunciaras y a mí no, creo haber escuchado algo como "la pequeña perra astuta" antes de que amenazara con partirle la cara. Él es de los que vendría por ti... - Le advirtió cambiando sutilmente de tema, haciéndola estremecer de miedo - Lo siento Tasha, mi intención no es hacerte angustiar - Agregó después de ver su reacción - Le advertí que te dejara en paz. Le justifiqué tus actos recordándole que eres tan solo una chiquilla – Dijo cambiando de posición. Alejándose y luego sentándose un poco más lejos de ella. 

Con eso buscaba enterrar la respuesta a su pregunta, del hecho de que él mismo había admitido su participación en la "huída", zanjando el tema, y en cierto modo marcando distancia entre ellos.

Aunque Tasha aún estaba interesada en que Josh contestara su pregunta con más detalles, eso de "Eres tan solo una chiquilla" le cayó como balde de agua fría, agriando su estado de ánimo. La sorpresa sobrepasada por la amargura. 

No encontraba la respuesta al por qué. Así debería ser, debería estar agradecida por ese hecho, que Josh la considerara de esa forma, sino hubiese podido abusar de ella, o aún peor, le hubiese permitido a Axel hacerlo.

Así que a pesar del sabor amargo en su boca intentó apartar el sentimiento de desilusión. Pero su boca, que a veces era más rápida que su cerebro, no tenía la misma intención de dejarlo pasar.

- ¿Una chiquilla? ¿Qué tienes... mil años? ¿Eres un inmortal en un cuerpo inmarcesible? - Cuestionó irritada - Además, recuerdo muy bien una noche en la que la prueba de tu interés hacia esta "niña" estaba latiendo con la fuerza de un corazón en pleno maratón y a punto de perforar tus pantalones ¿No fuiste tú el que dijo que no podía evitarlo? – Escupió, con una intensidad que desconocía tener hasta ese momento.

- ¡Tasha! – Gruñó él, como renegando del recuerdo. Como si eso no lo persiguiera en momentos de tranquilidad y le quitara el sueño.

- No me gruñas Josh... ¡Estoy en lo cierto! ¿Verdad? – Preguntó al final, con la voz insegura.

- ¡Oh! Tasha, mejor no hagas esto, no vayamos allí – Dijo él negando con la cabeza, apartando la mirada de su rostro entristecido. 

Pero ella pudo ver el reflejo atormentado antes de que lo hiciera, podía negarlo pero había sucedido y no lo había olvidado.

- ¿Por qué? – Preguntó sin poder evitarlo, con el pulso acelerado por lo que deseaba escuchar como respuesta.

- ¿Por qué? ¡¿Por-qué?! No eres tan inocente como para hacer una pregunta como esa. ¡No busques lo que no quieres encontrar! - Le gritó, indignado de su sentido común.

Tasha tragó grueso, tratando de acallar la réplica mordaz que se había alzado en su mente.

- Y no, no soy ningún viejo milenario... Tengo 26 por Dios, es solo que estoy metido en la mierda hasta el cuello – Murmuró y una de sus manos aplanó su cabello en un gesto nervioso antes de decir sus próximas palabras – Y está claro que me afectas. Claro que me afectas Tasha, si algo es cierto es que Alyson no tiene comparación contigo. Hay algo en tu espíritu, algo que es condenada y enloquecedoramente diferente. Sí, eso es lo que sucede, estoy deslumbrado por ti. Pero tú... tú sí que estás confundida – Respondió con voz forzada.

Sorprendida por la confesión de Josh y el cariz revelacional que había tomado el asunto, colocó la palma  de su mano en su sólido hombro y apretó, sin saber si quería que él la mirase o no ¿Qué haría? ¿Cómo reaccionaría a lo que él sentía y a lo que ella sentía? Ya no era un delirio, una simple fantasía.

  ¿Síndrome de Estocolmo? Más allá de si era una condición médica o no, lo que sentía era un hecho.  

Y como si leyese sus pensamientos, giró la cabeza, inclinándose un poco para verla mejor. La enfrentaba con una indefensión que nunca había identificado en él, estaba marcada en cada gesto de su rostro. Tasha sentía como si estuviese siendo vista desde la perspectiva de un niño perdido. Le daba un aspecto más juvenil y menos peligroso de lo que ella siempre había vislumbrado.

Pero un segundo después, lo que realmente la impresionó, fueron sus ojos... Oscuros como siempre tenían un brillo febril, como si acabase de despertar de muchas horas de alta fiebre. Un cambio más, su expresión se volvió estoica, ilegible como el de una estatua. Ese Josh era magnético. Se encontró embrujada también por la casi perfección en su rostro, sus facciones eran cinceladas pero masculinas. La composición entera de su anatomía era tan armoniosa, acorde entre ellas, pero, sin duda su rostro se llevaba la mitad de los puntos.

- No debes mirarme así Tasha. Soy un hombre que no tiene ninguna oportunidad en todo este enredo, harías bien en recordarlo – Susurró, sin embargo no se alejó ni un poco, no la dejaba salir del hechizo que tejió en ella.

A pesar de su advertencia se encontró deslizando la mano de su hombro hasta sus pómulos. Josh no se estremeció, pero si inhaló bruscamente. Sus ojos se entrecerraron y su boca se entreabrió un poco. Él estaba caliente, siempre parecía estar caliente a su tacto y con el clima frío de la ciudad eso la reconfortaba. ¡Al diablo! Aún si el clima fuera endemoniadamente caluroso ella seguiría amando la forma en la que irradiaba calor.

Entonces, pareciendo que no podía resistirlo más, Josh, hizo lo que tanto anhelaba y más temía Tasha, acortó la distancia entre sus rostros, dándole un estremecedor beso que ella devolvió con frenesí.

Sus labios firmes estaban hirviendo, una mezcla dulce parecido al de la canela, inundó su paladar y ella gimió adorando su sabor. Josh intentó no hacerlo, se había contenido muchísimo, era casi un jodido santo. Pero, ahora que se había arrojado al vacío estaba disfrutando de lo increíblemente suave y complaciente que era la boca de Tasha, de la sinuosa lentitud con la que su lengua parecía estar degustándolo, y por supuesto, amó la forma en que la escuchó gemir, sabiendo que era debido a él y no a ningún otro hombre, como había estado temiendo mientras la imaginaba en brazos anónimos.

Claro que no alguien como el chico larguirucho y flacucho con el que la había encontrado, con el que parecía estar engañando a su familia. No con alguien como él, en cuanto los vio lo supo que era una pantomima. A pesar de que los labios del chico estaban sobre los de ella, no vio nada allí en las posturas de sus cuerpos y en sus sonrientes expresiones. Las mejillas de Tasha no estaban sonrojadas, sus ojos no estaban brillando, su cuerpo no estaba buscándolo.

- ¡Tasha! – Gimió Pit desde la puerta, debidamnete sorprendido. Tasha empujó a Josh, como si fuese una papa caliente y ella estuviese a punto de perder el juego.

Pero lo preocupante no era eso, sino las personas tras su amigo.

Alyson miraba a Tasha envenenada, con promesa de venganza incluida. Pero, aunque sonara extraño, era todavía peor la mirada de Marcy, con una expresión indescifrable, demasiado desabrida como para ser triunfo, como si estuviese sopesando si ese hecho frente a ella la beneficiaría o la perjudicaría.

La beneficiaría sin duda... Tasha, para su desgracia, no dudaba eso ni por un segundo.


Protegida por mi captor (Síndrome de Estocolmo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora