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CAPÍTULO 5

ÁLEX.

Cath terminó de imprimir los últimos periódicos. Me dio un paquete y ella cargaba con el otro. Contenía una bonita edición de la foto que me había enseñado esta mañana, más un análisis profundo de nosotros dos sobre qué podría haber sido esa criatura borrosa.

Aunque Cath había ido un paso más allá, como suele hacer con estos temas

Se las había apañado para escribir ella solita una crítica a Joanna. A tanto ella como a su forma de gobierno. Esa crítica estaba en la parte trasera del periódico, la que nadie suele leer porque cree que ahí se ha acabado. Otra innovación que hemos metido: No hemos dejado un espacio en blanco. Puede que no hayamos conseguido una noticia impactante durante las últimas semanas, pero esto de seguro acabará con la competencia.

Aunque hay que decirlo todo.

Me aterra el tema de que Joanna pueda tomarse la libertad de hacer lo que quiera con nosotros dos después de leerlo. O incluso peor.

De tomarla con los seres que queremos.

- Y ya estaría todo listo. - Me dice, sonriente. - ¿Vamos?
- ¿Sigues sin arrepentirte de nada? - Le dije, intentando que se echase atrás. Así yo también me sentiría apoyado en algo.
- Álex. No existe la vuelta atrás después de haber hecho todo esto.
- En verdad eres un demonio.

Ella se limitó a sonreírme yo le devolví la sonrisa, aunque la suya tenía más énfasis. Salió por la puerta. Yo salí detrás. Me giré a cerrar el despacho, y al volver la cabeza a Cath, vi como ya estaba vendiendo el primer periódico a un chico que se cruzaba por su lado. Cath recibió el dinero y se lo metió en el saquito que le colgaba del pantalón

- Wow, tienes dotes de empresaria
- No, esto es gracias a ti. Yo habría trabajado esta noche
- ¿Y perdernos la popularidad? Venga, con lo egocéntrica que eres en ese sentido. - Bromeé
- Ay, que gracioso estás hoy. - Dijo en un tono como si estuviese molesta.

Me reí y ella consiguió sonreír también. Y es que a medida que proseguíamos avanzando vendíamos mínimo dos periódicos por minuto. Dos personas empezaban a leer la crítica a Joanna. Comenzaban a leer nuestra perdición. O tal vez, comenzasen a leer todo lo contrario a esta. Pero la idea de que alguno de los lectores trabajase para Joanna, me congelaba la sangre. Tal vez de miedo. Tal vez de determinación. Al fin de al cabo son sensaciones parecidas

Cuando llegamos a la plaza del pueblo, el paquete de Cath ya no existía. Solo quedaba el mío, que era la segunda tanda. En realidad nunca habíamos conseguido vender tanto. Y mucho menos, de manera tan rápida.

En poco tiempo una fila de hombres y mujeres se colocó delante de mí. Ellos entregaban las monedas. Yo se las daba a Cath. A cambio, yo les entregaba el periódico y Cath les deseaba un buen día. Al cabo de una hora, solo quedaba la mitad de mi tanda. Vendimos muchos periódicos a caras familiares. El padre de Connor estaba entre ellos. Me pregunto cómo se tomará el rubio todo esto. El hecho de que su padre apoye lo que él odia tanto.

Todo iba perfecto. Pero perfecto no es una palabra que me acompañe mucho. Porque desde que salí del despacho, la idea de encontrarme a Michelle me aterraba por dentro. No solo por el espectáculo público que encontrarla de por sí suponía, si no, porque no quería que espantase a la clientela.

Y como antes he dicho, la palabra perfecto no me acompaña

Michelle estaba delante mía en un abrir y cerrar de ojos. Miré a Cath. Ella me miró a mi. Luego ambos miramos a Michelle. Tras un instante de silencio, carraspeé, pero ella fue quien tomó la palabra

- Creía que estabas en el pueblo de al lado por ver al sastre. - Dijo ella
- Y es que es allí donde he pasado la mañana. - Respondí. Reconocí al instante que fue una mentira de Cath para proteger mi localización.
- Por qué no respondías cuando llamaba a tu casa. Creía que estábamos unidos.

Eché un vistazo a la cola. Miraban exasperantes a Michelle. Luego a mí. Suspiré. Me quería quitar a Michelle de encima, de verdad que quería. Pero es imposible hacerlo. Sea como sea. Estés donde estés. Michelle te acaba encontrando.

- ¿No dices nada?
- ¿Vas a comprar un periódico? - Le dije, al fin
- ¿Qué?
- Que si vas a comprar un periódico. No creo que te lo tenga que repetir una vez más, ¿No crees?
- Yo no leo vuestra prensa
- Pues haz el favor de apartarte de la cola. - Le solté. - Estoy trabajando y la gente quiere su periódico, a diferencia de ti, que resultas una verdadera molestia.

Michelle se ofendió y ahogó un grito. Se marchó a paso ligero para luego empezar a correr. La perdí de vista cuando se mete por uno de los callejones de la plaza.

- Me extraña mucho que no te haya gritado. - Comentó Cath. - No siempre se puede ver esto entre vosotros dos. - Cogió las monedas que le di y se las metió en el saquito. Deseó que tuviese un buen día al hijo del panadero.
- ¿Sabes? No eres la única. - Entregué un periódico
- ¿Tienes un plan para quitártela de encima esta noche?
- Solo rezo para que no venga.

Cath se rió, aunque yo iba totalmente en serio. Seguimos con el negocio de los periódicos hasta que ningún ejemplar quedaba en el paquete. Habíamos hecho un buen trabajo, y aún eran las tres de la tarde. Cuando llegasemos al despacho, nos repartiríamos las monedas. Aunque Cath metería más monedas hacia mi saco. Todo por culpa de Elsa.

- ¿Crees que deberíamos hacer publicidad?
- ¿Qué?
- Ya sabes, a la papelería del padre de Connor. Siempre nos vende el papel.
- Connor estallaría en mil pedazos si sucede eso.
- Pero a su padre le caemos bien... deberíamos planteárselo algún día. Yo lo haría gratis.
- ¿Qué vas a llevar para la celebración? - Le pregunté.
- Mel viene a casa para ayudarme a elegir
- ¿Ayudarte?
- Le hacía ilusión

Sonreí. Debería llamar a Lev si esas dos se van juntas.

Lev es el hijo de dos arquitectos del pueblo, que, al igual que ellos, es a lo que se quiere dedicar. Es amigo de Cath y mío. También lo era de Jacob. Podría decir que se llevaban tan bien que cualquiera podría decir que eran de la familia. Pero luego, pasó todo lo que no tenía que pasar. Lev también sabe lo de la madre de Jacob, al igual que Mel. Ambos se tomarán a bien la crítica de Cath. Por otro lado, Mel es la música del grupo. Al igual que yo, también sabe algo de alquimia y practicamos algunos días juntos algunos conjuros. En especial se lleva bien con Cath, aunque nunca ha querido participar en la prensa. Bueno. Yo tampoco es que quiera que participe.

Entramos en el despacho.

Ese olor tan característico a polvo cada vez se va desvaneciendo más y más.

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