CAPÍTULO 14
CATH.
Después de que mis padres se asegurasen de que estuviese completamente bien, sin mareos, ni decaídas durante todo el día, por fin llegó la noche. Me aseguré de que ninguno de los dos estuviese durmiendo para salir a hurtadillas por la ventana, y aterrizar en el jardín de casa. Salté la valla de pocos centímetros de altura y respiré hondo. No me dolían los brazos. Lo único que me dolía era el sentimiento de saber que no podría volver otra vez. Ni abrazar a mis padres de nuevo. Ni ver a Mel huyendo de Derian. Tampoco reírme de las bromas de Lev. O publicar otro artículo. Tal vez no volviese a ver la ventana de Connor encendida por la noche, cada vez que salía afuera y esa era la única luz que alumbraba la plaza a parte de las farolas. Quizás al marcharme perdiese tantos sentimientos que había sentido a lo largo de mi vida. Perder tantos lugares donde puedo evocar los recuerdos, y tener ese miedo siempre presente desde mi infancia de ser fácilmente reemplazada por alguien mejor que yo, ya que, al no estar presente, es más fácil que se olviden de ti. Pero prefiero eso. Prefiero eso a que hagan atrocidades a mi familia, y dejar a todos en la miseria. O tal vez peor que eso. Porque nadie sabe con certeza lo que podría hacer Joanna con tal de plantar terror después de mi muerte. Seguramente, las consecuencias serían peores. Entonces, solo me queda una oportunidad. Algo que se puede cumplir en un treinta por ciento de todas las posibilidades que tengo de realizar el encargo de Joanna. Solo me queda tener la esperanza de volver a pisar el pueblo y de volver a revivir todas las emociones que he estado sintiendo en mi vida.
Solo me queda aferrarme al pensamiento de seguir viva.
Pero no pude evitar entristecerme al ver que uno de mis constantes recuerdos nocturnos se había evaporado. No se trataba de la niebla que siempre aparecía por debajo de mis rodillas a estas horas, sino de la ventana encendida de Connor. ¿Habría estado trabajando por el día? Tal vez ya tuviese las armas listas. O tal vez no. Tal vez fuese yo la que no estaba lista. Me pasé la mano por la cara y suspiré hondo. Me fui alejando de la solitaria plaza. No tenía pensado un recorrido fijo. Tendría que improvisar para marcar un final. Aunque, siendo ciertos, nunca imaginé que fuera a marcarlo.
De repente se escuchó un ruido.
- ¿Cath?
Me giré de inmediato porque reconocí la voz al segundo. Tal vez la ventana no tuviera su luz, pero estaba claro que él estaba despierto. Despeinado, en pijama, pero despierto.
- Connor.
- ¿Qué haces despierta?
- Tenía ganas de recorrerme el pueblo. Ya sabes, por si después de esto yo no...
- No hace falta que continúes. – Creo que había pillado el mensaje. – Espérame, voy a bajar.
- ¿Qué?
- ¿No quieres que vaya contigo?
- No, no. – Dije. – Puedes venir.
- Dame dos minutos.
Me senté en uno de los bancos que había en la plaza y me agarré las rodillas con los brazos, pegándolos a mi pecho. He dejado que Connor me acompañase porque es una de las sensaciones que quiero recordar. Estar con él. Porque, ¿Hace cuánto que no doy un paseo con Connor? ¿Hace cuánto que no recuerdo esa sensación? Y después de todo, de esto trataba esta noche. De recordar sensaciones y sentimientos que he ido olvidando con el tiempo. Y Connor era una de ellas. Más bien, se había perdido en el tiempo. Y aunque sea por una noche, quiero estar con él.
Como prometió, estuvo listo en dos minutos. Vestido y peinado. Cerró la puerta con cautela por no despertar a su familia y se fue acercando hacia mí con las manos en los bolsillos de su sudadera negra caminando a paso ligero. No estaba tan acostumbrado a salir por la noche. Era normal que tuviese frío.