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CAPÍTULO 21.

ÁLEX.

Ya les valía tener una buena excusa.

No soy un ángel y no me cuesta nada admitirlo. Odio que me despierten por la fuerza, y más un desconocido como este enano con su videocámara. Le di un par de golpes al aparato para que parase de grabar de una vez, pero no quiso. Estuve a punto de estamparle la cámara contra algún árbol o tirarla a la hoguera. Levanté la mirada y fue cuando vi a Connor junto a Cath. Mi paciencia se iba agotando más y más. No estaba de humor para verle. Ni a él ni a nadie. Solo necesitaba dormir. Luego miré a Cath, que parecía más tranquila que yo. Aunque pensándolo bien, es fácil estar más tranquilo que yo.

- Déjame explicarte. – Dijo el enano. – Me llamo Pavel. Soy un director novato. Y os he elegido a vosotros, Cathleen, Alexander. – Dijo enfocándonos con la cámara a medida que decía nuestros nombres. – Para realizar mi primer proyecto... aún sin título. – Dijo echando aire.

- Ya te puedes marchar, no queremos cámaras.

- ¿Quéee? Venga, no voy a ser una molestia. No vas a notar ni que voy a estar aquí.

- Muy buenas impresiones no has causado.

- Venga, ¡Dame una oportunidad! – Dijo. – Voy a grabar unos planos.

Antes de que pudiese decirle algo ya se había apartado de mí, buscando algún lugar para grabar todo su documental que tenía planeado. ¿Pavel cree que esto es un reality show? Pues ha elegido a las personas y a la situación menos adecuada. Me volví a centrar en Cath.

Oh, y en Connor.

Me acerqué a ellos. Ni siquiera notaron que estaba allí, pues seguían a lo suyo. Rodé los ojos y carraspeé para hacerme notar. Ambos se giraron.

- ¿Y bien? – Comencé a decir mirando a Connor. – Tú qué haces aquí.

- Pensé que os haría falta esto. – Dijo sacando una bolsa con medicinas. La cogí para verla de cerca. Eran para el brazo de Cath.

- Gracias. Ahora ¿Puedes volver a la aldea?

- Ah, sobre eso. – Dijo mirando hacia el suelo. Luego volvió a mirar a Cath, y por último a mí. – No sé, estaba pensando en acompañaros

- ¿Qué? – Dije. Me salió con una carcajada.

- Bueno, soy la única persona que puede reparar las armas. Y sabes, no se me da mal la alquimia y tengo conocimientos de combate. Escasos, pero los tengo.

- Nos vendrá bien una tercera persona, Álex. – Me dijo Cath. – Él bien ha dicho que es el único que puede reparar nuestras armas.

Connor me miró sonriendo y no supe cómo tomarme esa sonrisa. Y me quedé mirando a Cath. Ella no sonreía. Me miraba intentando convencerme de que aceptase. Y luego volví a mirar a Connor. En parte tenía razón. Era el único que sabía reparar sus estúpidas armas. Y no tendríamos el dinero suficiente como para comprar una nueva, o como para pagar a otro fabricante de armas bioquímicas contra monstruos, para que luego, probablemente, saliesen defectuosas.

Odiaba tener que decir esto.

- Puedes venir. – Ahora Cath sí que sonrió. – Pero te aseguro que no voy a tener escrúpulos si tengo que echarte del grupo. No me vas a causar ninguna molestia, que lo sepas.

Creo que eso último no lo escuchó.

Me encargué de ir a dónde había ido Pavel. Y lo pensé un poco. Si ese documental tenía éxito, tal vez Aleen tendría más fama. Y más prestigio. Y más poder.

- Eh tú, titán de los titanes. – Dije irónicamente. – Ven aquí.

Me hizo caso y se acercó. Bajó la cámara. Ojalá ya hubiese filmado todos sus asquerosos planos.

- Puedes venir. Pero tengo poca paciencia. Así que más te vale que no seas una molestia para nadie.

Él asintió confiado.

- No voy a defraudar a nadie. Este va a ser un gran viaje. ¿La meta? – Encendió la cámara. – Un gran éxito.

Se volvió a alejar para seguir grabando. Yo me crucé de brazos y volví a sentarme en el suelo, dispuesto a conciliar el sueño.

- ¿Te vas a volver a dormir? – Dijo Cath. Ella parecía lista para empezar de nuevo, pero yo no me iba a levantar otra vez.

- Yo no empiezo nada hasta que amanezca. Así que más os vale a todos guardar silencio. – Me tumbé de lado. Escuché a Connor decir algo. – Silencio absoluto.

Les miré de reojo y Connor se levantó encogiéndose de hombros, haciendo que Cath se riese. Se acurrucó en uno de los árboles más cercanos a la hoguera. Luego miré a Pavel, que seguía con sus dichosos planos.

- Eh tú. – Me miró. Todos lo hicieron. – Paul.

- Pavel.

- Da igual. Más te vale no hacer ruido.

- No te preocupes por eso. – Me aseguró. – No me escucharás. Soy tan silencioso como una serpiente... tan escurridizo como un zorro...

- Que sí, que no me cuentes tu vida. – Le solté. – Tú permanece calladito.

Asintió y se volvió a alejar para seguir grabando. Yo cerré los ojos y respiré calmado. Solo se oían algunos grillos y al viento. Algunos pasos del enano. Pero todo era calma y serenidad.

No me costó volver a quedarme dormido.

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