I.

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Capítulo 1

Abrió los ojos cuando un rayo tenue de sol iluminó su rostro. Se levantó con la misma sensación de siempre, una mezcla de satisfacción e irritación. Aún recordaba cuando no era así. Cuando todavía era una joven con sueños de encontrar a la persona que debería amar toda la vida. Sonrió tristemente, reconociendo que aquello era cosa del pasado.

Se colocó debajo del chorro de agua y dejó que recorriera con lentitud su cuerpo. Por un momento podía desterrar los remordimientos que cada mañana la asaltaban. Vivía en una mentira, para sostener la farsa mentía a todos, familia y amigos incluidos. Mentir ya era una rutina y todo por Diego. Con solo pensar en él temblaba, su cuerpo era invadido por una corriente que la sacudía por completo. ¿Por qué no tenía una vida normal? Ella no había escogido amar al hombre equivocado, ¿o sí?

Secó su cuerpo con la toalla y sin poder evitarlo, dirigió su mirada hacia la almohada. Allí reposaba aquella rosa roja, mudo testigo de la pasión de anoche. La tomó entre sus manos y una vez más aspiró su aroma. El aroma de la mentira.

Unos toques en su puerta interrumpieron sus pensamientos. Terminó de colocarse una sudadera y se encaminó a la sala.

–Mel, ¿estás lista para irnos?

–Sí, solo tomo las llaves.

–Vale, ve –contestó Doménica sonriendo–. Lleva dinero también –ante la mirada de Mel, explicó– para que me invites a desayunar.

–¿Por qué supones que aún no he desayunado?

–Oh vamos Mel, es temprano y no creo que hayas madrugado a cocinar. ¿Me equivoco?

–No, en absoluto –rió Mel–. Ya me conoces, así que mejor dejamos estar el tema.

–Seguro, con solo pronunciar cocina, te recorren escalofríos.

–No lo dudes –aseguró la puerta Mel, aun riendo por el comentario de su amiga. Dome sabía, al igual que la mayoría, que para ella no era ningún placer cocinar, aunque no lo hacía mal.

–Ves, tu nunca cambias –comento Dome.

–¿Cómo así? Por supuesto que acepto cambios.

–Sí, como no. Por eso ya vas cuatro años con el mismo jefe gruñón, con el mismo apartamento, el mismo corte, el mismo estilo, el mismo gusto...

–Ya, ya entendí –se volteó a mirarla y cambió de tema–. ¿Cómo está Alex?

–Inquieto. Está en casa de mis padres –respondió Dome moviendo la cabeza–. Últimamente me trae loca –alzó los ojos al cielo en una muda súplica.

–¿Por qué? ¿Sigue en la etapa de preguntas incómodas?

Dome afirmó con la cabeza y suspiró cansada.

–Ahora es peor.

– ¿Por qué? Acaso pregunta...

–Por su padre –concluyó la idea Dome sonriendo tristemente por un instante fugaz–. Vamos –empezó a correr ante Mel, quien no reaccionó sino un tiempo después.

–Eso no es justo –protestó mientras intentaba alcanzarla–. Llevas la delantera –se quejó mientras oía las risas de su amiga.

Al llegar al árbol que señalaba el final de la carrera, Mel por poco había alcanzado a Dome; sin embargo, eso no importaba, solo lo hacían por diversión.

Desde siempre –recordó Mel sonriendo.

–Quien solo se ríe... –señaló Dome con intención y rieron.

Una rosa en la noche (Italia #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora