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Capítulo 28

–¿Yo? –Mel miró al suelo mientras Dome le encaraba–. Yo no...

–No intentes negarlo.

–Pero...

–No funcionará –Dome dijo, cortante–. No quiero justificaciones.

–Yo... no sé qué decir –Mel vaciló–. Dome, mírame. No quise mentir, solo que se me fue de las manos. Doménica –insistió

–¿Lo amas? –fue la sencilla pregunta–. No, no me lo digas a mí –se apresuró a añadir en cuanto Mel abrió la boca–. Solo deseaba que reflexionaras sobre eso –Dome se acercó.

–Dome...

–¡No! ¡No deseo juzgarte! –Doménica la abrazó–. Yo no quiero opinar en tu vida privada, Mel; no obstante, me duele que me dejes a un lado.

–No. Tu eres mi amiga, puedes opinar.

–No –ella cortó– no lo voy a hacer. O, al menos ya no –sonrió levemente–. Melina, yo no tenía derecho a querer separarte de Diego, a pesar de todo. Ahora sé que debí dejar que tú tomaras la decisión, como lo hiciste, solo que sin alejarme de ti. Eso estuvo mal. Yo no apruebo tu relación con Diego, lo sabes y no voy a mentir, sin embargo no te pido que lo dejes. Si eres feliz con él, adelante, sigue. Pero, por una vez, mira las cosas objetivamente. Inténtalo. Y, si a pesar de eso, decides continuar con él, no me voy a enfadar. Ni siquiera voy a protestar. Mel, es la última vez que hablaremos de eso, después es cosa tuya.

–Dome, yo... –Mel no sabía si contarle su resolución, no obstante decidió esperar–. Gracias. Eres una buena amiga –la abrazó y esbozó una sonrisa.

–Ahora quieres contarme qué diablos pasó en Italia... –Dome la abrazó, riendo, como si la charla anterior no hubiera tenido lugar–. No he podido dormir de lo intrigada que me tienes... –bromeó y Mel empezó a contar la historia a breves rasgos sin dejar de pensar en cómo pudo haberse enterado de su relación con Diego. Se suponía que nadie lo sabía... salvo ella y Diego. Y, Daniel.

Al despedirse, Mel se giró:

–Una única cosa... ¿cómo?

–Él mismo me lo dijo.

Ella no necesitó más para querer hablar cuanto antes con Diego. Su resolución era aún más fuerte que antes.


***

No había logrado localizar a Diego. Seguro estaba muy ocupado, pero igual le dejó un mensaje avisando que ya estaba de vuelta. Tenían que hablar.

Su celular interrumpió sus pensamientos:

–¿Diga?

–¿Melina? –sintió como su corazón se saltaba un latido. ¡Era imposible!

–Daniel –respondió segura, tras aspirar fuertemente.

–Me reconociste.

–Sí –Mel no lo negó. ¿Para qué hacerlo?

–¿Puedes bajar? –inquirió simplemente.

–¿Por qué?

–Hay una sorpresa para ti.

–¿Sorpresa? Daniel...

–Baja y lo verás –dijo y colgó. Mel se paró rápidamente. No podía tratarse de...

Una vez se asomó al umbral giró buscando para ambos extremos. Nada. Simplemente un auto rojo y al otro lado la calle desierta. La puerta del auto se abrió y bajó Daniel impecable con un terno gris que le calzaba a la perfección. En su mano tenía... la chaqueta de aquel día en la heladería, que tras mucho esfuerzo se había decidido a devolver.

Una rosa en la noche (Italia #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora