II.

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Capítulo 4

El mesero los condujo hasta la mesa reservada. Doménica y Eduardo charlaban animadamente mientras Daniel y Melina se limitaban a intercambiar frases cortas cada vez que uno de sus amigos los miraba. Se notaba que ninguno de los dos estaba a gusto con esa salida, pero trataban de disimular después de la charla en el estacionamiento.

¡Mejor! –pensaba Melina–. Era lo mejor que ese tipo no estuviera interesado, porque ella no quería la lata de tener que cortar en seco los avances que hubieran sucedido si él estuviera interesado. No obstante, era evidente que no –admitió, con una punzada de ¿desilusión?, y miró con disimuló una vez más el perfil de aquel desconocido.

Lejos estaban los pensamientos de Daniel, quien miró furtivamente a Melina en el momento en que ella se adelantó para tomar su lugar en la mesa. Él se acercó para retirar la silla y permitir que ella se sentara.

Melina lo miró extrañada, aunque agradeció y se sentó mientras se daba cuenta que los ojos de Daniel, que en un principio le parecieron negros, eran en realidad de un azul oscuro intenso.

–Sí, a pesar de lo que piensas, tengo modales –pronunció Daniel altivo. Dome y Edu lo miraron interrogantes, pues no entendían su comentario y mucho menos porque Melina se había sonrojado.

Por suerte, el mesero se acercó a tomar su orden, evitando una explicación por demás incómoda. Mientras miraban el menú, nadie se percató que de pronto la cara de Doménica había perdido su color. Estaba sumamente pálida y susurró algo incomprensible.

–Mel, voy al tocador. ¿Me acompañas? –Melina miró a su amiga, sorprendida, y asintió. Se disculparon antes de levantarse con presteza, a pesar de la torpeza que parecía haberse apoderado del cuerpo de Dome.

Al entrar Mel giró y la enfrentó:

–¿Qué sucede, Doménica? Me estás asustando.

–Sebastien –susurró

–¿Qué? ¿De qué estás hablando?

–Mel, Sebastien está aquí –ante la interrogante en su mirada, aclaró–. Sebastien Lucerni... el padre de Alex.

–¿El padre de Alex está aquí? ¿Cómo es posible?

–No lo sé –dijo aturdida Doménica–. Solo sé que está aquí, en este restaurante.

–No puede ser. La ciudad es grande y puedes estar confundida...

–No, Melina. Yo sé que es él. Es único... es Sebastien.

–¿Segura? –cuando Dome afirmó, preguntó–. ¿Qué vas a hacer?

–Nada, no creo que él haga algo –respondió un poco más tranquila–. Además, seguro está de paso y tal vez ni me recuerde.

–No lo sé, Dome. Lo mejor es que tú simules no recordarlo también, por el bien de Alex.

–Sí, tienes razón. Evitaré su mirada y no lo miraré más.

–¿En qué mesa está? Quiero conocerlo. Tú no revelaste donde lo conociste ni quien era...

–Está en la mesa del otro extremo acompañado de una rubia.

–¿La conoces?

–No estoy segura, pero creo que es... Olvídalo, mejor lo dejamos.

–Vale, pero muera de ganas de verlo –finalizó Melina al tiempo que iban a la mesa.


***

–Pensé que ya no venían –bromeó Edu al tiempo que separaba la silla para Dome y le tomaba de la mano–. ¿Estás bien? –preguntó y ella asintió.

Una rosa en la noche (Italia #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora