Historia

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"Se  sabe  que  desde  el  nacimiento  hasta  cierta  etapa  de  la  vida,  una  niña  crea  junto  a  su  padre  un  hermoso  vínculo  de  amor  y  de  afecto,  muy  difícil  de  deshacer cuando ésta ya es una mujer.  

Llegué  a  este  mundo  como  una  pequeña  y  regordeta  niña;  de  hinchadas  mejillas  y  cabello  casi  inexistente.  Desde  entonces  todo  el  amor  que  mi  padre  pudo  haber  otorgado  a  alguien  me  lo  dio  exclusivamente  a  mí.  Una  pequeña  niña,  la  primogénita  y  la  única.

Durante  todo  el  tiempo  de  vida  que  llevo  sobre  mis  pies,  y  calculo  que  desde  que  comienzo  a  tener  algo  parecido  a  mis  recuerdos  de  infancia,  en  mi  corto  camino  de  existencia  jamás  se  me  ha  otorgado  algún  tipo  de  privación  o  algo  semejante  a  ello. 

Desde mi nacimiento y durante toda mi niñez siempre estuve sola. Mi padre creyó durante mucho tiempo que el aislamiento provocaría daños irreversibles en mi personalidad y temperamento.  Naturalmente,  al  verme  tan  sola  y  apartada,  como  cualquier  padre  primerizo,  comenzó  a  darme  el  mundo  a  manos  llenas.

Debo añadir que el puesto de mi padre como un prestigioso hombre de negocios ayudó mucho a fomentar mi distinguido estilo de vida y mis estrafalarios caprichos.

Me sentía tan bendecida.

Tenía todo lo que deseaba y mucho más. Un poderoso e incondicional amor otorgado por mis padres, regalos, lujos  y  comodidad; en fin, cualquier cosa que se me pudiese ocurrir. Creí tener parte del mundo en la palma de mis manos, toda petición, por más descabellada que fuera se cumplía sin reparo. Pero aún en mi corta edad era consciente de que siempre existió para mí aquel bello privilegio intangible, ese, que no se puede comprar  y no existe artefacto más precioso que se le pueda comparar. 

Mi libertad. 

La tenía y era solo mía. Nadie me arrebataría nunca ese placer, nadie me diría que hacer, adonde ir; nadie jamás me diría que es lo que debía existir dentro de mi mente y dentro de mi corazón. 

Mi padre elogiaba y aplaudía ese comportamiento rebelde e indomable tan característico en mí personalidad, pero fue muy tarde cuando finalmente se dio cuenta de que había perdido todo el control y autoridad de padre sobre mí. 

Trató de tomar las riendas de su rebelde hija adolescente, pero ya no había mucho por hacer. Aunque no se dio por vencido, tristemente se debatía entre recuperar su inexistente dominio o seguir cumpliendo las demandas de su pequeña malcriada.
Siempre oscilaba entre ambos puntos. 

Sacando provecho de su vacilación yo solía hacer el papel de víctima frente a él, esa era la única forma de colocar la balanza a mi favor, y por un largo tiempo las cosas se mantuvieron así. Sin embargo, es absurdo creer que se puede controlar la vida, aunque se trate de tu propia existencia. Y así como duró esa etapa  a mi favor, inesperadamente, calculé mal mis aciertos y la balanza se derrumbó sobre mí.

Abandoné mis estudios y le dije a mi padre que quería ser escritora.
Di por hecho que aceptaría sin reproche mi inesperada decisión, pero se mostró incrédulo ante la noticia.

Con el paso del tiempo al darse cuenta de que realmente mi actitud era determinada con respecto al tema, se puso furioso. Me obligó a regresar a la escuela y me prohibió mencionar nuevamente el asunto.

Retomé los estudios, pero me opuse a lo demás.
Creyendo  ingenuamente  que  sería  solo  otro  de  mis  caprichos  pasajeros  mi  padre  dio  por  finalizado  el  problema.
No tenía muchos amigos en el colegio por lo que dedicaba toda mi atención a escribir,  era  lógico  que  amará  el  único  método  que  me  alejaba  del  mundo  real. Comenzaba a escribir desde el inicio de clases hasta el fin de estas, en el camino de regreso dentro del coche, y continuaba las horas restantes del día escribiendo cómodamente en el jardín  o  en  el  balcón  de  mi  recamara.

Al Diablo Tu Recuerdo (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora