Capítulo 12

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Días después de mi visita a James en la cárcel, fui como de costumbre a casa de mis padres. No podía pasar más de una semana sin verlos, especialmente a Daniel, ese pequeño travieso, que era capaz de alegrar hasta nuestros días más oscuros. Durante el almuerzo, el inevitable tema de conversación fue James. Al principio nadie se atrevía a tocarlo, pero Sandra, se las había ingeniado para hablar sobre ello, comentando que su hijo lo había reconocido hace unos días, cuando hablaban de su caso en las noticias.

– Daniel lo quería mucho, es lógico que lo recuerde –, dijo mi madre, con un dejo de   nostalgia en su voz.

– Es cierto, cuando tocan su música en la radio se emociona, y apuesto que más que tú, Mel –, dijo mi cuñado riendo.

– Ya no escucho su música, David –, respondí melancólica.

– Y a propósito, ¿cómo va tu reportaje al respecto, hija? –, interrogó papá.

– Bien, creo –, contesté algo nerviosa, pensando si debía contarles o no que lo había visitado hace un par de días en prisión.

– ¿No te afecta hablar de él, Melanie? –, preguntó tajante mi hermana.

– ¡Sandra! –, exclamó David algo incómodo.

– Ya  ha  pasado  mucho  tiempo  como  para  que  le afecte, además ella es una profesional –, contestó papá.

– Si, pero a lo que me refiero es a que... –, intentó decir Sandra, cuando fue interrumpida por mi madre.

– Espero les guste el postre que cociné, encontré la receta en internet, es un dulce de limón.

– ¡Cielos! ¡Mamá sabe navegar por internet! eso es un peligro–, vociferó burlesca mi hermana.

– Qué tecnológica estás mamá, apuesto que esto es obra de Daniel –, dije riendo e intentando olvidar la incómoda pregunta que había hecho mi hermana.

– No sabe usar internet, yo le comenté que había visto esa deliciosa receta y me pidió que se la mostrara, eso es todo, dejen tranquila a mi suegrita –, confesó David.

– ¡Ah, claro! A David le da en el gusto con el postre y yo llevo casi un año suplicándole por un pie de chocolate –, reclamó papá mostrando menos madurez que Daniel.

– Papá tiene razón, yo exijo unos crepes con manjar –, pidió Sandra.

– Yo una leche asada –, bromeé

– ¡Y yo un flan de chocolate! –, suplicó mi sobrino.

– Si siguen molestando no habrá postre –, refunfuñó mamá intentando contener la risa.

            No había nada que me hiciera sentir mejor que ir a casa de mis padres, mi familia era el pilar fundamental y no podía imaginar un mundo sin ellos. En cada almuerzo familiar los fines de semana, hacían que me riera como una loca, disfrutando de las cosas simples de la vida. Daniel siempre tenía algo con qué sorprendernos, Sandra y David se veían tan unidos como siempre y papá y mamá nos recibían a todos con la calidez que los caracterizaba.

            Por la tarde, Sandra y David llevaron a su hijo al cine, papá subió a su habitación a dormir una reponedora siesta y mamá y yo destapamos una botella de vino que había llevado y la acompañamos con unos bombones que papá le había comprado para su aniversario. Ella se atrevió a tocar el tema que Sandra había intentado poner sin éxito sobre la mesa.

– Bueno hija, la verdad es que tu hermana está preocupada porque estás cubriendo el tema de James, y tu padre y yo también lo estamos.

– No hay nada de qué preocuparse mamá –, dije mostrando escasa convicción.

Mi tiempo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora