Capítulo 4

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Llegué al lugar en donde acordamos juntarnos. No había mucha gente a esa hora en la cafetería, ubicada en la calle Providencia, al interior de un centro comercial. De todas maneras, la busqué entre las personas que allí se encontraban, pensando que, tal vez, podría haber llegado antes que yo, pero no había rastro de ella. Miré mi celular, iban a ser las siete de la tarde, aún faltaban unos minutos para que se cumpliera la hora acordada, así que busqué un lugar donde sentarme mientras esperaba por su arribo.

La mayoría de las personas que acostumbraban ir a esa cafetería eran adultas, por lo que nadie me reconoció. Aun así, me sentía un poco nervioso y ansioso. Qué tal si no se presentaba, qué tal si había accedido a juntarse conmigo solo por cortesía, me pregunté. No, de seguro ella vendrá, me dije a mí mismo, tratando que mi repentino nerviosismo desapareciera. No recuerdo, cuándo fue la última vez que me había sentido así, y si es que alguna vez, me sucedió algo similar. Siempre he sido un hombre seguro de mí mismo y de las cosas que quiero. Pero ella, tenía algo que me hacía estar así, con aquella sensación extraña en el estómago, eso que de manera cursi, se define como "mariposas", cosa que ninguna mujer antes, había provocado en mí. Le habían bastado un par de horas, para obligarme a llamarla e invitarla a salir, y así, verla otra vez.

Después que ella se fue de mi casa, pasé el resto de la tarde pensando en, si era buena idea llamarla o no, hasta que me decidí y le pedí el número de teléfono a Ángela. Desafortunadamente, me dijo, que solo tenía el teléfono de Luis, él, había sido quien se había comunicado con ella. Se lo pedí de todas maneras, para llamarlo, con la excusa de que se le había quedado algo y quería devolvérselo. No fue difícil conseguir su teléfono, Luis no tardó nada en dármelo.

Mi pensamiento, fue interrumpido por el mesero, que se acercó y me entregó la carta del local. Era un chico de unos veintitantos años, por lo que su mirada de sorpresa, me advirtió que me había reconocido. Se retiró, intentando contener su cara de evidente emoción, para que yo pudiera elegir con tranquilidad. Vi el menú y me impresionó la gran cantidad de café y cosas para comer que vendían allí, ya que era un lugar pequeño. No quería pedir aún, para hacerlo cuando llegara mi invitada.

Volví a mirar el celular, ya eran las siete y diez. En ese momento, el mesero volvió a acercarse a la mesa, esta vez venía con su libreta a tomar la orden.

– ¿Está listo para ordenar, señor?

– Sí, pero me gustaría esperar a que llegue mi acompañante antes de hacerlo.

A la distancia, pude ver que se acercaba una joven. ¡Sí! Era ella, sabía que vendría. En ese momento, mis preocupaciones se esfumaron por completo y una gran felicidad me albergó. Sin lugar a dudas, era la mujer más bella que jamás había visto, y venía en dirección al lugar en donde esperaba. Su pelo rojo caía y jugaba elegantemente con sus hombros al caminar. Su piel blanca, brillaba y hacía que el resto del lugar luciera opaco. Sus ojos marrones, combinaban perfectamente con la camisa a cuadrillé que traía puesta. Tenía un estilo que era la mezcla perfecta, entre elegancia y belleza europea. Una mixtura que me cautivaba profundamente. Cuando llegó, donde la esperaba, puso el bolso en una silla desocupada y se sentó frente a mí, observé como sus labios se movían sensualmente al hablarme.

– ¿Cómo estás, James?

– Muy bien, ¿y tú?

– Bien –, respondió.

El mesero nos miró y dijo:

– ¿Ahora sí puedo tomar su orden, señor?

– Sí, voy a querer un espresso irlandés y para comer quiero dos rolls de canela, por favor.

Tras anotar el pedido en su libreta, el chico dirigió su mirada curiosa a Melanie y antes que pudiera preguntar qué ordenaría, ella se adelantó y dijo:

Mi tiempo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora