Diciembre 2015
– Buenos días, a todos los pasajeros del vuelo setecientos ochenta y ocho, destino Nueva York-Santiago. En los próximos minutos, aterrizaremos en el aeropuerto Comodoro Arturo Merino Benítez. Por favor, permanezcan en sus asientos y abrochen sus cinturones de seguridad. La hora local es seis cuarenta y ocho. La temperatura es de diez grados, se espera lluvia en el transcurso del día en la capital. Esperamos que hayan disfrutado su vuelo y que lleguen sin inconvenientes a su destino final –, informó la asistente de vuelo por los altavoces.
Miré la hora y me percaté que aún mantenía el horario de Nueva York, lo cambié de inmediato y me abroché el cinturón de seguridad. Continué mirando a través de la ventana como el avión volaba sobre las grises y amenazantes nubes caprichosas de diciembre. No se veían muy amigables, pero aun así, resultaba ser un hermoso panorama de contemplar. Hace rato me había quitado los audífonos y había apagado el reproductor de música. Estaba agotado por el viaje, agobiado de mi desenfrenado estilo de vida de rockstar y por sobre todo, me sentía cansado de que durante el último tiempo todo estuviera saliendo mal.
Derrotado por el cruento y caprichoso destino, que se encarga de que todas las cosas pasen por un motivo o razón, volví a mirar por la ventanilla del avión. Durante ese vuelo no conseguí dormir, mucho menos descansar. No pude evitar repasar, cada uno de los acontecimientos vividos hace un par de días atrás en la ciudad que nunca duerme, estos, se reproducían una y otra vez en mi cabeza sin parar. Con certeza, esta vez sí acabarían con lo que quedaba de mi carrera musical.
Al cabo de unos minutos, el avión comenzó a descender. Lo noté principalmente, por la repentina sensación de ligereza de la nave y porque mis oídos se taparon, comenzando a doler. La hermosa vista que tenía hasta ese momento desde mi ventana, quedó resumida a una gran capa gris de nubosidad que no permitía ver absolutamente nada a través de ella. Así permaneció por un instante, hasta que la fornida nave fue capaz de atravesarla. En ese momento, pude divisar de manera parcial y borrosa, producto de la copiosa lluvia que caía a esa hora, la imponente postal de la ciudad desde las alturas. Las casas y edificios en miniatura, parecían haber sido sacados de un juego de Monopoly, eran tan diminutos como la seguridad y confianza en mí mismo que traía de vuelta desde la capital del mundo.
El aterrizaje fue llevado a cabo sin problemas por el piloto. En general, el vuelo fue muy tranquilo, largo, pero tranquilo. Una vez que logró acomodarse en la loza del aeropuerto, y la pasarela de acceso fue instalada en la puerta de la nave, los pasajeros descendieron. Esperé a que todos salieran del lugar, antes de bajar. Fui la última persona en abandonarlo. No tenía prisa. Mi plan era sencillo, consistía en salir del aeropuerto, tomar un taxi en dirección a casa y encerrarme allí a emborracharme, hasta sentir las fuerzas suficientes, para poder salir a la calle, enfrentar a la gente, a los periodistas y ver sí, tal vez, a mis veintiocho años de edad, podría volver a retomar mi desastrosa carrera. Quería olvidar todo.
Al llegar a la puerta, le recordé a una de las asistentes de vuelo que había guardado mi guitarra en su cabina.
– ¡Sí!, de inmediato la traigo señor –, dijo la muchacha morena, con una sonrisa coqueta. Su delgada silueta, se perdió dentro del compartimiento.
Esperé un momento hasta que la azafata volviera a aparecer, con su radiante sonrisa y ojos brillantes. Me entregó el estuche negro. Me despedí de ella e hice lo mismo con el resto de sus compañeras de trabajo, quienes me miraban incrédulas. Si no conociera ni estuviera acostumbrado a esas miradas, diría que estaban asombradas al verme. Finalmente me despedí del capitán, un hombre delgado y alto que llevaba puesto un impecable y ajustado traje negro.
– Hasta luego señor –, dijo él.
Me puse los lentes oscuros, para pasar inadvertido y emprendí rumbo por el pasillo, hacia el interior del edificio, con la desazón propia de saberme derrotado.
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Mi tiempo contigo
RomanceJames Green es una estrella de rock, quien tras protagonizar un bullado escándalo en un conocido bar Neoyorkino, es detenido en el aeropuerto al regresar a Chile. Pronto descubrirá que ese no es el motivo de su detención. Melanie Gómez es una joven...