¿Quién se someterá conmigo a la noche?

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No me explicaba como seguía allí después de ver semejante escena. Un carnaval de vísceras humanas desfilaba a lo largo de aquel pasillo en sus estériles cajas y ella las guiaba con la única expresión que causa el tedio.

- Necesito que hagas tu primer trabajo.- me dijo cuando se alejaba el último envió.

- Tengo otra opción. –respondí eliminando cualquier sentimiento que pudiera expresar mi voz.

- No creo que tenga que responder a eso. Por otra parte, estamos en alarma negra y necesito que entretengas a un intruso. ¿Te acuerdas de Carlos?

- Como usted diga doña Ana.- dije sarcásticamente después de asentir con la cabeza.

- ¿Te sientes bien?

- Ahora si te preocupa como me siento. No, la verdad es que no me siento bien. ¡Esto no es lo mío!

- Y que se supone que es lo tuyo.

- Si pusieras más atención lo sabrías. Si pusieras atención sabrías que cuando una vez pregunté, ¿Quién se someterá conmigo a la noche? Tú no apareciste ni por un momento en mis pensamientos.

Carlos era un chico muy vulnerable y estúpido, lo único que tuve que hacer fue lanzar una mirada y él solo tejió la red. A veces cuando lo veía me preguntaba si las personas pensaban igual de mí, cuando aún conservaba esa parte ingenua. Ana también lo utilizaba a su antojo, eso era lo único que tenía en común conmigo actualmente. Cuando llegó a mi cuarto aproveché para echar el seguro de manera tal que pareciera trabada, pretendía pasarme una cuantas horas fingiendo que reparaba el cierre, pero su ataque de claustrofobia y su ser tan sugestionable hicieron todo el trabajo duro. Mientras dormía me quedé mirándolo por unos instantes, trataba de hallar algún rastro de seguridad, de fuerza en su rostro. Esa misma noche Ana me llamó a su despacho y me requirió fuertemente por los métodos que había utilizado, ella quería que Carlos me mostrara sumisión absoluta. Entonces apareció él, en vísperas del ficticio cumpleaños de Ana; en este preciso instante Carlos me hiso notar algo que parecía imposible. Al parecer Ana recordaba el nombre de aquel perfume que una vez le regalé. No contaba con que personas sin sentimiento recordaran ese tipo de dato tan irrelevante.

- ¿Creí que se te había roto el perfume que te regalé?

- Y así fue, ¿Por qué lo mencionas?

- Es que según Carlos se te agotó.

- A Carlos le digo tantas mentiras, no sé qué te asombra. El perfume lo llevaba en mi bolso cuando sentí aquel ruido extraño en el cuarto del jefe y cuando entré, te abras enterado de que Ale, aquel paciente chiflado, no se puso muy contento con mi presencia, y terminó rompiéndolo. Para ser sincera le llegué a coger cariño, a pesar de que solo lo usé un par de veces. Tal vez tu mal gusto no esté generalizado. ¿Ya te enteraste de las nuevas órdenes?

- Si, ya estoy al tanto, nadie sale hasta que la alarma negra se disipe, no sé cómo has podido adaptarte a esto.

- Te atreves a hablar de Carlos, pero tú no eres menos débil que él.

Su voz quedó clavada en mi cabeza. Solo cuando te comparan con alguien a quien repudias te das cuentas de la verdadera razón de todo ese sentimiento. Lo odiaba por qué yo fui así y el mundo me tragó tan feroz que terminé perdiéndome, lo odiaba por qué esa nebulosa en mis ojos también la podía ver en las de él. Semanas después volvimos a entrar en código negro y recibí una nueva orden de Ana:

Nueva misión, debes mantenerlo ocupado en tanto trasladamos las nuevas cajas por los pasillos, de los demás pacientes no encargamos nosotros. Necesito que cambies de estrategia, esta vez que se queden encerrados no me vale. Hora: 11am.

No podía permitir que se repitiera mi historia, no me quedaba más opción que cumplir esta orden, pero yo había dejado bien claro que sería la última. Antes de entrar a aquella habitación me aseguré de dejar en la camisa, la nota que Ana me había mandado con los detalles de mi misión. Esa sería mi disculpa para Carlos. Si tan solo alguien hubiera hecho lo mismo por mí.

- ¿Sabes qué día es hoy?- le dije esa misma noche en cuanto la tuve enfrente.

- ¿Alguna fecha que debería recordar?

- Hoy es mi cumpleaños.

- Disculpa, pero no puedo hacer nada por ti, estamos en alarma negra y las nuevas reglas dicen que...

- No te estoy pidiendo que me dejes salir, solo necesitaba verificar lo obvio.

- Escuché que pediste la renuncia. ¿conoces las consecuencias? Esta gente no estará contento con que hayan personas por el mundo, con detalles de algunas de las cosas que pasan aquí dentro.

- Si mamá, lo sé, pero cualquier consecuencia me parece más viable que la causa inmediata. ¿Te puedo pedir un favor?

- Si me es posible cumplirlo...

- Cuando me marche, dile a Carlos, que me dio la mejor noche de toda mi vida.

Carlos era un chico muy vulnerable y estúpido, supongo que algunas personas terminamos queriendo a alguien así.


La Mariposa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora