Dentro del despacho de la estirada todo se amainó, aunque lo cierto es que los aruñones que me había hecho Ángela estaban empezando a arderme más intensamente. La revuelta había convulsionado a toda la sala y desde afuera se escuchaban los ruidos de los que esperaban más información.
- ¡Te he dicho que te calles, voy a hablar yo!- me gritó Ángela.
- Que hable cualquiera, pero que lo haga ¡ya!-dijo la Dra. Lux en un tono no muy distinto al anterior.
- Verá, todo empezó la otra noche:
Mi compañero aquí presente, me descubrió de improviso escribiendo en mi diario y me amenazó con el hecho de que lo tomaría cuando estuviera dormida. Seguramente sabrá que para las chicas normales, guardar el secreto de su diario es una prioridad, entonces, especificando que yo no soy normal, le pido que se abstraiga para imaginarse lo irritada que me sentí cuando le escuche decir eso. No podía dormirme, daba vueltas y vueltas en la cama imaginando a Carlos leyendo mi diario con una cara llena de malicia. Después de pensarlo bien, y verificando que estuviera él dormido, me fui hasta el cuarto de al lado y le dije a Julia que me lo guardara.
- ¿Julia?, ¿Por qué escogiste a Julia para que lo guardara?- Interrumpió el demonio.
- Es que recientemente un incidente nos unió un poco (soltó una breve risa), para ser exacta, chocamos cuando yo iba para la enfermería y esta salía por los mismos motivos. De cualquier modo este dato no es relevante así que continuo con mi relato:
Al despertar, noté que Carlos me observaba sonriente, lo que me llevó a pensar directamente en lo peor. Para mi fortuna solo era un truco de intimidación, se había dado cuenta de que el diario no estaba en el cuarto y me hizo saber que no se daría por vencido. Yo estaba muy cómoda con el nuevo escondite, así que entre muy confiada a darme una ducha. Cuando salí ya no estaba. Por instinto corrí hasta el cuarto vecino y allí lo encontré revolviendo las cosas de Julia, el muy hijo de... había captado bien el momento en que nuestras compañeras eran trasladadas por sus doctores. Aprovechando que aun estaba de espaldas, me lancé sobre él y descargando toda la furia acumulada, lo comencé a golpear, luego entró usted y después los otros pacientes, y todo el mundo empezó a gritar, y...
- Es suficiente, me ha quedado bien detallado, que ustedes dos son un tanto propensos a hacer lo que se les venga en gana, no importa la situación, los motivos, las implicaciones, si ustedes lo piensan así tiene que ser. ¿No sé que los detiene para salir también de aquí?, ¿no les gustaría tomar el aire toxico de la ciudad? ¡Anímense!, ¡vamos!, el cielo esta precioso para ir a pasear.
- Dra. Lux.- Alguien llamó a la puerta, era la voz de Ana.
- Estoy ocupada.
- Pero Dra. Lux esto es de vital importancia, tenemos una emergencia.-dijo Ana ignorando la negativa de la doctora y entrando.
- Está bien, pero ustedes dos no se me muevan de aquí, aun hay mucha tela por donde cortar. ¡Ah!, y no quiero peleítas en mi despacho, ¿¡Me entendieron!?
Respondimos condescendientes y la Dra. Lux y Ana salieron dejando un ambiente silencioso. A su salida, como si lo hubiésemos preparados, nos abrazamos y empezamos a reír a carcajadas.
- No puedo creer que dijeras eso de mí.- respondí todavía entre risas.
- ¿Si encontrabas otra forma para explicar el hecho de que estuviéramos en un cuarto ajeno, con todas las cosas fueras de su lugar...?
- La verdad es que te lo has bordao, casi hasta yo me lo creo. A propósito, ¿la tienes?, por un momento la tuve entre mis manos, pero luego empezaste a arañarme estrepitosamente y la perdí.
- Te refieres a esto.- dijo mostrándome el lápiz USB- Está claro que no podemos confiar más en Julia.
- Ni en Julia ni en nadie- agregué.
La puerta se abrió y a Ángela que estaba de espalda le dio tiempo suficiente para guardar el pendrive en su sujetador. Era Ana.
- Chicos, la Dra. Lux me ha mandado a informarles que no podrá atenderlos por ahora, así que regresen a su cuarto. Lo siento mucho, se que va ser un poco fuerte para ustedes, sobre todo después de lo de Ale.
Estábamos intrigados por lo que Ana nos acababa de decir, pero aun así no reparamos en ponernos a preguntar, estábamos seguros que fuese lo que fuera, lo sabríamos inevitablemente a nuestra salida del despacho. Y así como lo pensamos, ocurrió. Muy cerca de la puerta de nuestra habitación se encontraba la Dra. Lux y otros médicos. Estaba muerta, Julia estaba muerta y al parecer nadie se daba cuenta, de que justo al lado de su almohada una mariposa negra se preparaba para despegar.
ESTÁS LEYENDO
La Mariposa Negra
Gizem / GerilimPalpitante, acida, esa luz en mis ojos me enferma Recordándome los daños de lo estéril Sumiéndome en palabras que nadie dice y todos piensan Y si cierro la puerta, si las ventanas cubro, Si esos últimos ases de esperanza los destruyo ¿Qué sabor tend...