Ya es tarde para escucharme a mi mismo

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- Todos los pacientes vais a ser reubicados por el tiempo en que fueron infectados y tres veces al día le será suministrado una dosis de la vacuna, los horarios le serán dados y su cumplimiento será obligatorio. Se les colocaran cintillas de colores en la muñeca para indicar el grado de infección. La blanca será para aquellos que el mutavirus se encuentra inactivo y no han desarrollado síntomas, la roja representará el inicio y mediano desarrollo de la infección y la negra solo para casos de necesidades especiales, como por ejemplo mal aprovechamiento de la vacuna, infección avanzada u alguna complicación en relación a su enfermedad original, de esta última medida depende que los doctores sepan reconocer las necesidades del paciente rápidamente.

- ¿Y quién es usted?, si se puede saber.- preguntó alguien.

- Digamos que el jefe.

Las habitaciones fueron modificadas, los closet fueron sacados y en cada una se agregó una cama más. Los seis cuartos que quedaron vacios fueron llenados de camillas y material médico. Por ser los primeros en exponernos al agente patógeno, a Beatriz, a Ángela y a mí nos tocaba compartir habitación. Cuando nos repartieron las manillas a mi me dieron la blanca, en cambio a mis compañeras le habían hecho colocar la roja. Las camas las habían dispuesto dos verticales y una horizontal y aprovechamos nuestras cercanías para entablar una conversación sin llamar mucho la atención de los médicos y enfermeras que no paraban de entrar y salir.

- No aguanto más,- dijo Beatriz- no paran de hacerme preguntas sobre donde te encontramos, Ángela. Me han hecho unas cuantas amenazas y ...

- La personas peligrosas que hay aquí no amenazan, acaso amenazaron a Ale o a Julia, ¡no!, los mataron directamente, si seguimos vivos después de dar tantos problemas es porque por alguna razón nos necesitan.-dije con seguridad.

- ¿Quién me asegura que a ellos no los amenazaron?, quien no los iba a hacer saber, ¿ellos?, o ¿los asesinos?

- Si a Ale lo hubieran amenazado yo lo sabría.-dije.

- Bueno, supongamos que no existió tal amenaza, el punto es que no estoy dispuesta a contradecir a gente que mata. Lo único que les puedo decir es que si llegado el momento no me puedo callar, traten de comprenderme.

- Es momento de las vacunas, ¡vamos chicos!- interrumpió Clarissa.

La ola negra invadió toda la sala rápidamente, el brutal avance de la infección se había vuelto incontrolable. Casi nadie dormía ya en su habitación, la mayoría fuero trasladado a los cuartos llenos de camillas donde le daban atenciones especiales. En el cuarto estábamos ahora solo Beatriz y yo, a Ángela le habían puesto la manilla negra (como a tantos otros), y la habían trasladado cuando su salud empeoró. Yo continuaba con la manilla blanca y en aquel el momento era el único. Todavía no se habían reportado muertos pero si había casos muy críticos.

- Hora de las vacunas- pasaron diciendo.

Frente a la enfermería había una extensa fila. Eran los desgraciados de las cintillas rojas que todavía tenían que venir hasta aquí para recibir su dosis. No solo había de los pacientes originales, de hecho la mayor parte, eran personal del hospital. Junto a nosotros pasaron dos hombres con trajes, cargando uno de esos recipientes herméticos extraños. Y aprovechando la algarabía, pude ver que entraban hasta la habitación donde encontré el pendrive; luego salieron acompañados del hombre que había dado la charla el día anterior y que se hacía llamar el jefe. Nadie más transitaba por allí, así que me pude colar sin mayor tropiezo, como la puerta estaba cerrada, usando la llave, abrí. No había nadie, por suerte. Sin embargo había un montón de esos recipientes, unos sobre otros. Sobre el escritorio estaba un documento con una firma al dorso:

Aquí te mando 200 recipientes de cinco litros con el placebo. Necesito informes detallados de la evolución de la mutación del virus, ya que carecemos de esa información, los únicos datos que tenemos son de personas a las que se le ha suministrado el fármaco real. Ya sabes lo que tienes hacer. Confió en ti.

Leonardo

Me evité el tener que vacunarme el placebo y seguí hasta mi habitación.

- ¿Qué te pasó?- me dijo Beatriz que ya había llegado de la enfermería.

- Nada, que ya es tarde para escucharme a mí mismo y no hacer nada.

- ¿Te pasa algo ahora a ti?, te has quedado congelada de momento.

Al no responder seguí la trayectoria de su mirada; sobre mi almohada reposaba una mariposa negra.

La Mariposa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora