Prólogo

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Lyla caminó a través de las mesas de juego esperando llegar pronto con su novio e intentar pararlo otra vez. Las cosas no estaban saliendo como ella había pensado, se suponía que todo aquello era por una buena causa, por caridad y que todo el dinero jugado en el casino montado esa noche iría a beneficencia y se suponía que jugarían con la cantidad que habían estipulado previamente. Era una pequeña parte de sus ahorros conjuntos, Marcos había tenido una buena racha al principio y después había sido llamado a una sala privada donde el juego ya no iba por beneficencia según le había dicho su novio emocionado, envalentonado por la efímera buena racha había ido con aquellos hombres que parecían ricos y poderosos y había seguido jugando y perdiendo vez tras vez. Ella había ido en dos ocasiones a verle y a intentar que saliera de allí, pero él no le había hecho caso, así que desesperada había salido para tomarse algo muy fuerte y regresar para intentarlo de nuevo.

Maldijo el momento en que su Jefe le había dado los tickets para esa noche, en un principio había brincado de alegría, valían una buena cantidad y dado que su Jefe no podría asistir se los había dado a ella. Estarían pisando la alfombra roja y se codearían con los ricos y famosos, cosa que a ella le importaba y muy poco pero, sabía que eso a Marcos le encantaría y dado que su relación últimamente parecía estancada, supuso que esa noche les ayudaría a salir del hastío en el que habían caído. Así que su hermana le había prestado un maravilloso vestido bajo amenazas varias entre ellas una de prácticamente su muerte si regresaba aunque sea con una mínima mancha. Era la desventaja de no tener el mismo sueldo que Jade, el suyo no daba para comprarse vestidos de marca. Podía tener los que quisiera con el dinero de lafamilia pero prefería comprarse todo con lo que su sueldo le permitía. Aunque si ella pudiera definitivamente no compraría uno con el escote que traía en esos momentos.

- Lo llenas mejor que yo. – Había dicho Jade con una mueca compungida.

Entró a la sala y con un suspiro buscó a su novio mientras mentalmente rogaba por que hubiese parado. De pronto se sintió mucho más observada que las veces anteriores y percibió algo extraño que la hizo entrar en mucha más tensión. Risas apagadas y miradas evaluándola y en algunos casos cargadas de lascivia hicieron que su rostro adquiriera la dureza del hielo y molesta enfocó su mirada en Marcos.

- ¿Nos vamos ya?

Enseguida vio el rostro nervioso y atemorizado de su novio y temió lo peor.

- ¿Has perdido todo? – Le dijo en un susurro.

- Vaya que sí. – Dijo el hombre que estaba al lado de Marcos mientras la miraba con morbo y ella le lanzó una mirada asesina.

- Vámonos entonces. – Dijo con toda la calma que pudo reunir y su enojo se multiplicó al ver como Marcos se dedicaba única e inútilmente a retorcerse las manos.

- No... no podemos.

- ¿Por qué no?

- Técnicamente hablando él si que puede irse, usted... no lo creo. – Volvió a decir el mismo hombre y se ganó esta vez su indiferencia, si bien por dentro empezó a sentir miedo al analizar lo que esas palabras podrían implicar ¿es que tendría que pagar más para que les dejaran ir? ¿ella quedaría como rehén o algo así hasta que pagaran todo? Esto parecía sacado de una película de mafiosos y sintió un hilo de sudor frío recorrer su espalda, a pesar de que contaban con aire acondicionado en la sala.

- Cállate Miles. – Ordenó una voz suave pero cargada de amenaza. Lyla vio al hombre que había hablado y este a su vez la miró de arriba abajo con apreciación o eso le pareció por que en su lado de la mesa, la luz era demasiado tenue y ella no podía verlo con claridad. – Acepto. – Le dijo simplemente a Marcos y ella sin saber con certeza que rayos aceptaba, tembló.

Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora