Capítulo 3

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- ¿Te has convencido que no vendrá? – Preguntó con una suavidad que le supo mal, ¿es que ahora daba lastima también?

- ¿Cómo lo supiste? – Le dijo alzando el rostro cubierto ahora con una máscara de hielo.

- Ya te lo había dicho, desde el momento es que te consideró su salvación y sus ojos brillaron codiciosos y agradecidos.

- Bien. Terminemos con esto.- Decidida caminó hacia él.

- Esto acabará en diez días Lyla, no ahora.

- Cien mil por diez días. –Se paró de pronto en su camino hacia él. –Diez por día ¿será el precio de una acompañante de lujo o he salido barata?- Preguntó cargada de sarcasmo.

- Deja de hacerte esas preguntas...

- ¿Por qué no? ¿La mercancía no tiene derecho a hablar? Oh... ¡Cierto! ¡Pero si esto no va de drama! ¿Verdad? ¿Qué hago ahora? – Ocultó el histerismo que sentía lo más que pudo, luchó contra el deseo y las ganas tremendas de salir corriendo de allí. - ¿Me quito la ropa? ¿no? – dijo en cuanto vio que él no habló. Se limitaba a mirarla y eso la enervó a límites insospechados. - ¿Te la quito a ti? ¿Tampoco? Está bien... - Fue hacia el balcón e hizo a un lado la puerta que llevaba a el, se movió tan rápido que lo tomó por sorpresa pero para cuando ella se asomó a mirar abajo unas manos la tomaron por los hombros y la hicieron para atrás con fuerza.

- ¡Que demonios haces! – Le oyó decir totalmente furioso. Ella se dio la vuelta y le sonrió sin ganas.

- No creías que iba aventarme ¿o sí? Solo quería un poco de aire, la situación es totalmente inesperada, injusta y cruel para mí pero no vale mi vida. Suéltame. – Él quitó sus manos pero tomó una y la llevó adentro con poca ceremonia. Cerró de un portazo y la miró fríamente.

Esos ojos negros si que podían lanzar miradas que te hacían querer salir huyendo, pero ella estaba más allá de eso y de todo. Quiso reír y sintió una risa descontrolada querer abrirse paso por su garganta, sintiendo que se iba a volver loca se soltó de su agarre y fue hacia la mesa en donde batalló con la botella de champagne hasta que él se la quitó de las manos y la abrió, el líquido salió presuroso y ella arrebatándole la botella se la llevó sin contemplaciones a la boca bebiendo todo cuanto pudo. Nuevamente fue despojada de lo que le brindaba cierto alivio y protestó cuando él apartó la botella de su alcance.

- No te quiero borracha. – Dijo sin más.

- Si quieres algo de mí tendrá que ser en estado de embriaguez, lo siento. Te estaba ayudando de hecho ¿podrías devolverme por favor la botella? Por favor... solo un poquito más ¿no quieres dramas, cierto? – Él no se la dio y ella protestó de nuevo. Aunque la verdad empezaba a sentirse mareada, no había comido lo suficiente y si bebido durante la noche, las copas de la fiesta, lo que había logrado tomar en ese momento ya empezaban a pasarle factura, sonrió sintiendo que al menos no estaría plenamente consciente de lo que pasara esa noche. No es que fuera un martirio pasar una noche con un hombre guapo, pero apenas escasas horas atrás ella estaba prácticamente comprometida con otro hombre el cual sin miramientos la había apostado y la había perdido. Siempre quedaba el fuego del rencor que esa noche movía su lado impulsivo que solía controlar casi a la perfección. ¿Por qué no disfrutar con Ojos Negros esos diez días? ¿Por qué no?

- Tu sonrisa ahora mismo es algo extraña. – Le dijo Derian estudiándola.

- Un hombre como tú no necesita de esta clase de shows en su vida para conseguir mujeres. Apuesto que... oh cielos, ¿Por qué sigo usando esa palabra? Odio esa palabra, la odiaré el resto de mis días que bien pueden ser diez, por que no sé si... bueno, volviendo al punto, las mujeres haz de tenerlas por montones ¿Te pilló una noche particularmente aburrida y por eso aceptaste esta ridiculez?

- Digamos que sí.

- Tú y tus frases cortas... - El reloj dio las doce y empezó a sonar, ella miró el aparato y se apretó el labio con furia. Lo hizo tan fuerte que enseguida sintió el sabor salado de la sangre. Siguió apretando al sentir afluir a sus ojos las lágrimas.

- No hagas eso. – Le pidió Derian.

- ¿Sólo sabes dar ordenes y conseguir lo que quieres, verdad?- Él simplemente avanzó hacia ella y le limpió la sangre con su pañuelo, una traicionera lagrima se escapó y ella alzó la mano para limpiarla pero él la detuvo, puso sus labios donde esa lagrima había dejado rastro y usó su boca como si estuviera borrando la evidencia hasta que llegó a sus labios y los atrapó antes de que ella volviera la cabeza, no la soltó aunque puso cierta resistencia y usando toda su experiencia logró que ella abriera la boca y al menos por unos segundos se dejara llevar, ella se soltó agitada faltando poco para haber claudicado totalmente. – Necesito un trago.

- No.

- ¿Por qué?

- ¿Tengo que repetirme? Sobria es mejor a ebria.

- Demasiado tarde, la verdad estoy mareada desde hace rato. Y no, no fue el beso. Besas bien por cierto. Claro, bien dicen que la experiencia hace al maestro. ¿Te está fastidiando mi parloteo? Pues no son los nervios, es que estoy definitivamente ebria... - Rió complacida al estar en lo cierto. Si bien, su nivel de embriaguez había subido muy alto después del beso ¿un beso podía tener ese efecto? Y ella que había estado a punto de dejarse ir. Vio que él se pasó una mano por el cabello con gesto de no poder creer la situación. – Apues... Seguro que no te habías imaginado en esta situación.

- Eres mía de todas formas, ebria o no. No creas que has ganado la partida Lyla.

- ¿Ganar? Trato de anestesiarme con alcohol no de ganar nada y no es nada personal pero es que, ¿Qué crees? acabo de terminar una relación de años con un imbécil por una tontería claro está... se le ocurrió apostarme y encima ¡Perdió! ¿No es hilarante?

- Te quité esa basura de encima.

- ¡Ah! ¡Pero si es que te tengo que dar las gracias ahora!- Rió sin chispa de humor. – Bueno, termina lo que empezaste. – Dijo decidida.- Aquí estoy, ebria pero tuya como bien has señalado. No me opondré, cero drama lo juro. Es más, voy a ayudarte. –buscó el cierre del vestido pero la pesadez del alcohol y de la situación misma hizo que sus manos se movieran torpes. Pegó un brinco al sentir las manos de él en su espalda y como sin problemas bajaban el cierre, esas mismas manos deslizaron el vestido por su cuerpo cayendo a sus pies, ella lo dejó hacer, alzó la vista y lo único que enfocó fueron esos Ojos Negros mirándola con deseo.


Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora