Capítulo 8

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Lyla subió al auto y una bocanada suave de su perfume le llegó de inmediato, era una esencia fresca y floral como ella ¿con un toque de vainilla también? La mezcla era embriagadora. La observó acomodarse sin darle la cara e ignorándole por completo mientras hablaba por teléfono. Justo después de recibir el mensaje de Derian avisándole que ya estaba fuera esperándola, ella había hecho una llamada de inmediato a Jade, necesitaba estar ocupada en otra cosa antes de enfrentarle de nuevo y sobre todo necesitaba tener las manos ocupadas para no lanzarle algo, le había hecho quedarse como una prisionera en la misma habitación de la cual se había fugado. Así que se ocupó en hablar con su hermana.

- Está impecable ¿Cuántas veces quieres que te lo repita? ¿Una foto? Estás loca, no lo haré... confía en mí... No, no te mandaré una foto para que lo compruebes.

Jade quería una foto de su vestido para comprobar su buen estado.

- Si... la tintorería de la calle 53, ¡Que si! Adiós. – Lyla terminó la llamada enfadada, llamar a su hermana no había sido buena idea después de todo. Se giró a mirar a Derian pese a su inicial reticencia, pero al parecer sus ojos le pedían les diera el gusto de empaparse con su imagen. ¿Sólo sus ojos? Era toda ella la que quería disfrutar de la experiencia. – Tú, de nuevo. – Dijo acida.

- Hola. ¿Te la has pasado bien esperándome? – Parecía empeñado en sacarla de quicio.

- Excelentemente, gracias por darme el placer de la espera.

- Espero darte más placeres próximamente. – Ella le lanzó otra mirada matadora pero giró el rostro.

- Se supone que debería ser alreves ¿no? Yo soy la que debe darte todo el placer posible - Se atrevió a decir, aunque sin verle. – lamentaré mucho no estar a la altura de lo que sueles estar acostumbrado. Pero, después de todo estaré a tu servicio diez días, quizás aprenda algo.

- ¿A mi servicio? No eres mi esclava...

- No, claro que no. Tan solo te pertenezco durante cierto tiempo, si eso no es algún tipo de esclavitud entonces yo no se que pueda serlo.

- No te va el tipo dramático Lyla Mackenzie-Brown, ya te lo he dicho. Después de haber tenido tiempo para descansar deberías haber venido más relajada. – Su teléfono sonó en ese momento y él contestó de inmediato.

- ¿Me has investigado verdad? – Le acusó ella en cuanto vio que terminó su llamada.

- Sólo protejo mis intereses. – El auto se estacionó y al bajar ella vio que estaban en un helipuerto, lo sabia por que en algunas ocasiones había acompañado a su madre a algún evento al que habían llegado con la pomposidad que solo un helicóptero puede dar.

- ¿A dónde vamos? – Preguntó ella enseguida.

- Veo que reconoces el lugar. – Sonrió sardónico. –Lo que no me explico por que una princesita de la alta sociedad no escogió mejor.

- ¿A que te refieres? – Él la tomó del brazo y la guío hacia el aparato que en ese momento iniciaba el clásico ruido estruendoso.

- A Marcos, tu novio. – Le dijo y fue lo último que ella oyó por el ruido.

- Esto es de locos. Definitivamente. – Dijo Lyla pero sin ser oída.

El último piso de un rascacielos ultramoderno. Claro, ¿Cómo podía ser menos? Un multimillonario arrogante y presuntuoso no podía conformarse con menos, había bajado del helicóptero y tomándole del brazo la había guiado al ascensor privado. El lugar era de ensueño, por supuesto. Parecía sacado de los sueños más fervientes del mejor diseñador de interiores. Ella que sabía de esas cosas tuvo que contenerse para no inspeccionar todo curiosa, acabado en blanco y negro con toques de madera, pisos de mármol, techos elevadísimos, alfombras que valían su sueldo de un año y seguro la cocina era de infarto, este lugar también debería tener muchas habitaciones ¿no? ¿Podría ella tener la suya aunque... aunque tuviera que compartir su cama de vez en cuando? Se lo tenía que preguntar.

- ¿Cuál es mi habitación?

- La única del piso superior.

- ¿Y la tuya?

- En el piso superior. – Dijo sonriendo con malicia.

- Sé que suena estúpido tomando en cuenta el por qué estoy aquí pero, ¿deveras es necesario que compartamos habitación? ¿no sería mejor sí... si...?

- ¿Sí? –La apremió disfrutando de su azoramiento.

- Si solo estamos juntos para lo necesario. – Dijo apurada.

- Definamos necesario. –Derian se encaminó a la cantina donde aparecían infinidad de licores y se sirvió un whisky.

- Me parece bien, dame uno de esos y te defino lo que quieras después. – Lo oyó soltar una carcajada.

- Dije que no quería que bebieras más, pero en serio quiero oír tu definición de "necesario" ¿Solo o con hielo?

- Solo. –Se lo tendió. Ella lo bebió de un trago y empezó a toser. Él se acercó enseguida.

- ¿Estás bien?

- Pues sí – Dijo aun tosiendo. – Aunque fugazmente acaricié la idea de morir por tos repentina.

- Jamás he oído algo así.

- Ni yo. – Suspiró y buscó donde sentarse. Fue hacia un enorme sofá en tono negro, por si solo hubiera sido totalmente anodino, pero los cuadros en la pared, la lámpara en la mesa lateral y la alfombra hacia que luciera invitador, atractivo y decadente justo como su dueño. Al sentarse comprobó su suavidad y se acordó de la noche anterior. Lo vio servirse otro trago. -¿Me podrías dar otro? –Le pidió.

- Por supuesto que no.

Mordió instintivamente sus labios, nerviosa. Había leído que morderlos ayudaba levemente con los nervios y la tensión. Por lo que ella estaba comprobando podía acabarlos a mordidas sin sentir alivio.

- ¿Por qué no?

- Ya sabemos cómo te pones ¿no? No pasaré otra noche solo teniéndote cerca y sin poder hacer nada.

- Igual dormimos juntos.

- Exacto. Dormimos. –Se sentó en el brazo del sofá observándola, en apariencia lucía tranquilo y relajado como dándole espacio, pero ella ya empezaba a conocerle y sentía que estaba a punto de saltar sobre ella. Paciente, no lo era.

- ¿Podemos hacer un trato?

- No.

- ¡Aún no he dicho nada! – Los nervios aumentaron y ella mordió con fuerza sus labios.

- No muerdas tus labios, muerde los míos...


Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora