Capítulo 2

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- Sigues siendo alta. – Le dijo.

- ¿Esperabas que no lo fuera? ¿Te gustan bajitas? – Preguntó con curiosidad y deseando una respuesta afirmativa.

- Simplemente esperaba por ti.

- ¿Exactamente que quieres decir?

- Yo sugerí la apuesta, a mi favor debo decir que tu novio puso cara de alivio al ver que todavía le quedabas como carta a su favor.

Lyla apretó los dientes y su cerebro procesó de nuevo lo que más le interesaba de todo esto.

- ¿Realmente recuperaré el departamento?

- Sólo si cumples con la apuesta.

Se sentó en un esplendoroso sofá que invitaba más que a sentarse a dejarse llevar por bajas pasiones con un hombre. Suave y casi seductor al tacto, palparlo era como sentir una caricia, distraídamente acarició esa suavidad mientras meditaba en lo que implicaba estar diez días con ese hombre, uno acostumbrado a tener lo que quería y que esto fuera placentero. Un escalofrío recorrió su brazo al tener claro que Derian no era un hombre para juegos y no podría oponerse a lo que él le exigiera. Quizás saltar por la ventana a pesar de ser el piso quince no era tan malo después de todo. Dejó de acariciar el sofá y levantó la vista de golpe al percibir que era observada.

- ¿Cómoda? – Le preguntó él que la miraba con detenimiento.

- ¿Sueles traer mujeres a estos sitios?

- ¿Eso importa?

- No, sólo pensaba...

- ¿En mis tácticas de seducción? – Preguntó burlón.

- ¿Te funcionan? Este sofá, esta suite a media luz, hasta hay una botella de vino allí mismo ya lista. – Dijo señalando una mesa ya preparada. - ¿hay fresas allí? – Preguntó con curiosidad.

- Las fresas van con el champagne no con el vino.

- Y con el chocolate también. – Lyla se levantó del sofá y caminó hacia la mesa.- Juraría que hay fresas y si las hay es por que no es vino es champagne... - Caminó más deprisa y él fue hacia la mesa también. Alzó la botella y dijo triunfal: ¡Ajá, no era vino!

- Nunca dije que lo fuera, solo dije que las fresas no iban con el vino. – Acotó él impasible.

- ¡Wau! Todo el escenario de seducción está dispuesto. Puedo asegurar que con solo decir que te hospedarías aquí ni preguntaron nada más y te subieron todo esto. Fue así ¿verdad? – Al ver que no contestaba insistió. - ¿Verdad?

- ¿No quieres estar donde antes ha habido otras? – Preguntó acercándose a ella con voz baja y seductora.

- Quieto. Todavía no es medianoche.

- Falta ya muy poco.

- Ese poco es mucho y pienso esperar por cada minuto.

- No aparecerá ya te lo he dicho. Así que ve poniéndote cómoda. ¿No quieres champagne y fresas? Bien. ¿Qué quieres que pida?

- Un paracaídas. Es la única manera de salir de aquí vía la ventana.

- Muy graciosa.

- Si él... si él no viene...- Caminó hacia la ventana y contempló la vista.

- ¿Realmente te aventarás por allí?- Nuevamente la burla en su voz, eso le dio el coraje de continuar.

- ¿Qué esperas de mí estos diez días? – Preguntó sin volverse a verlo.

- No quiero dramas Lyla... - Su nombre sonaba tan sexy cuando él lo pronunciaba de aquella manera, era un donjuán innato eso no podía dudarlo. Su voz llegaba a su espalda y lo sintió acercarse hasta que su boca quedó casi pegada a su oído. – Lo quiero todo, sin dramas, sin recriminaciones, sin mojigaterías. Un trato más que justo por cien mil dólares.

- Valgo cien mil dólares... - susurró ella pesadamente y tratando de no imprimir la angustia y tristeza que sentía. Sus manos capturaron los hombros de Lyla y la atrajeron hacia él.

- Vales mucho más, pero el estúpido de tu novio fue el que puso el precio.

- Ya no es mi novio. – Le dijo apartándose de golpe de él. –Tengo hambre, al menos debes alimentarme mientras llega la medianoche.

- Mi querida cenicienta ¿en serio crees que tu bufón vendrá?

- No quiero pensar más, pides algo de comer ¿por favor?

- Lo que tú desees.

Media hora después cenaban frente a frente y en silencio. Lyla picoteaba una ensalada con gesto distraído. El tic tac del reloj cercano la estaba poniendo con los nervios más alterados si cabía eso posible. Por eso cuando él habló poco faltó para que diera un respingo.

- ¿No que tenías apetito? – Preguntó él.

- No pensé que pedirías puras hojas.

- ¿No es eso lo que comen la mayoría de las mujeres? – Enarcó una ceja interrogativo.

- No soy precisamente del tipo delgada ¿no te parece? – Nuevamente la mirada de él la recorrió con evidente apreciación masculina. Ella decidió enfocar su vista de nuevo hacia el reloj.

- Media hora más y tu tormento desaparecerá.

- Más bien empezará... - Con gesto decidido acabó la ensalada, pero no le supo a nada. Se levantó y marcó el número de Marcos, sonó, sonó y la mandó a buzón. Desesperada lo intentó de nuevo y esta vez el buzón saltó de inmediato, apretó el móvil con furia.

- Hagamos más llevadera la espera ¿te parece?

- ¿Qué sugieres?

- Podemos jugar cartas.

- Juego del demonio, ni loca pienso intentarlo. – La risa de él la puso más nerviosa.

- No responde ¿verdad? Apuesto que te ha salido el buzón de voz.

- ¿Todo es apuestas para ti?

Empezó a mandar mensajes de texto como loca a Marcos manteniendo la estúpida esperanza hasta el final. Recordó a su padrastro y como le daría el dinero sin pensárselo demasiado, pero luego vendrían las explicaciones y su madre se pondría histérica y de paso le exigiría que trabajara en la empresa familiar para pagar tal cantidad, y ella moriría en vida en esa oficina enorme que seguía aguardando por ella como no dejaba de repetirle su madre. Ser una Mackenzie no era fácil definitivamente. El mundo de la publicidad no era lo suyo, no era su sueño, estar de asistente de producción en un noticiero no era lo glamuroso y elegante que se esperaba de ella pero era lo que le gustaba, estar detrás de cámaras aprendiendo sobre producción de programas televisivos le atraía sobremanera y le llenaba satisfactoriamente. Si ella hubiera sido la que condujera el noticiero o por lo menos fuera la chica del clima habría complacido a su madre, de eso estaba casi segura. Marcó en un intento desesperado al hermano de su novio.

- ¿Mike? ¿Ha llegado Marcos a verte?... ¿No? – Apretó con fuerza el móvil al oír la negativa del hermano de Marcos ¿sería posible que ni siquiera lo hubiera intentado? ¿había desechado su posibilidad más alta de conseguir el dinero? ¿Definitivamente la había abandonado? – No, nada. Si lo ves dile que... dile que no me llame nunca más ¿quieres? Gracias. – Colgó y se quedó mirando hacia la nada, había sido una redomada idiota pensando que Marcos por lo menos tendría un ápice de responsabilidad por lo que había hecho. Era todo, estaba acabada. Se giró hacia los terribles ojos negros que no parecían perder detalle de su cara, sus gestos de toda ella. – No es necesario esperar más. – Le dijo. 


Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora