Take Me As I Am (Fanfic One Direction)

Final Alternativo #2: Niall!

Justo en el momento en el que insertaba el disco para jugar Fifa, una voz muy determinada empezó a gritar mi nombre. Gruñí, sin molestarme en responder o levantar mi trasero del sillón.

“Al! En serio, ven acá por favor!” continuó fastidiando Niall. Consideré el ignorarlo de nuevo, pero ya lo había vencido en los últimos cuatro video juegos que habíamos jugado en las pasadas veinticuatro horas, así que llegué a la conclusión de que ya estaba en la cuerda floja. Niall se ponía de mal humor si lo ignoraba después de pisotearlo en Fifa. Él pensaba que yo debía consolarlo y decirle que había sido sólo suerte. Lo cual yo procedería a hacer, aunque yo sabía que la suerte no tenía nada que ver. Soy una jugadora de videojuegos habilidosa, qué puedo hacer?

“Qué?” Pregunté una vez que logré salir del sofá en la sala de juegos y entraba a la sala de estar. Aparentemente las estrellas del pop tienen hermosas casas, algo que noté una vez que Niall logró cavar su camino para ganarse mi afecto. Tomó uno o dos meses después que regresé a casa y sus continuas llamadas por Skype y mensajes de texto para ser lo que esperaba con ansias cada día. Parece que los irlandeses son fáciles de querer.

“Es que estaba escribiendo una canción-”

“Qué ése no es tu trabajo?” Levanté una ceja, una risa burlona jugando en mis labios. Él empezó a carraspear, su rostro decayendo ligeramente. “No te enojes. Continúa.”

“Estaba escribiendo-”

“Ya establecimos eso,” lo interrumpí de nuevo, no siendo capaz de resistir el impulso de molestarlo más.

“Vete.”

“Muy bien.” Me encogí de hombros, girando sobre mis dedos y empezando a dejar la sala.

Hice cerca de tres pasos antes de que su mano tomara mi antebrazo. Volteé para ver el pick de su guitarra en su boca y su cabello despeinado mientras me observaba fijamente. Le sonreí inocentemente. “Sabes que no quería que te fueras.”

“No deberías decir cosas que no quieres.” Respondí rápidamente encogiendo los hombros. Jaló mi brazo lo suficientemente fuerte que me hice tropezar sobre él. Gracias al cielo su guitarra estaba a su lado en el sillón y no se rompió. El nivel de su mal humor se hubiera elevado hasta el cielo y yo hubiera tenido que buscar un refugio anti bombas para esconderme. Sus brazos se cerraron a mi alrededor y traté de levantarme. “Qué tengo? Cinco? Suéltame!”

“Te suelto si me dices que me amas,” negoció.

“Muy bien, no soy yo la que tiene cinco años. Eres tú.” Dije antes de forcejear saliendo de su abrazo. Una vez que estuve de pie, le dirigí una sonrisa triunfante. “Ha!”