Parte sin título 4

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Hacía un mes. Un mes que Regina había empezado a trabajar en el colegio. Un mes que, días tras día, se encargaba de los niños más pequeños. Actividades lúdicas por la mañana y siesta la sobremesa. De vez en cuando un cuento, pero nada que Regina no fuera capaz de llevar a cabo. Es lo que había sido decidido por el consejo para evitar que algunos niños dijeran algo inconveniente delante de la antigua Reina. Su trabajo la llenaba, y cada tarde volvía a casa junto con Emma y Henry con la sonrisa en los labios y el corazón henchido.

Un mes también que Snow la observaba. La veía interactuar con los niños, y a veces tenía la impresión de reencontrar a la antigua Regina. Aquella que iba a arroparla por las noches cuando era una niña.

Perdida en sus recuerdos y con la lágrima en el ojo, no escuchó llegar a la rubia por detrás de ella, y se sobresaltó cuando escuchó la voz de Emma.

«Pareciera que lo llevara haciendo toda su vida»

Snow enjugó rápidamente con el reverso de la mano la lágrima que se deslizaba por su mejilla y ofreció la más bella de las sonrisas a su hija dándose la vuelta.

«En efecto...A Regina siempre se le han dado bien los niños...»

«¿Cómo era? Quiero decir...contigo» preguntó tímidamente Emma

«Era...era formidable. Era dulce, comprensiva. Siempre sabía encontrar las palabras apropiadas para calmarme. Era atenta y amable. Todo lo contrario de lo que hayas podido escuchar de ella» rio sarcásticamente Snow

«Debió ser difícil cuando cambió»

«En efecto, pero no tengo ganas de hablar» respondió Snow alejándose de Emma que intentó retenerla por el brazo

«Lo siento...comprendo»

«No, precisamente no entiendes...no puedes comprender...Yo había perdido a mi madre, después perdí a la que consideraba como una segunda madre, perdí a mi padre y te perdí a ti...no puedes comprender Emma...Regina ha formado parte de los momentos más felices de mi vida, pero también ha sido ella quien los ha destruido. ¡Ella rompió mi vida!»

«No es la misma Regina la que vemos hoy...no puedes culparla por cosas de las que no tiene consciencia»

«No es lo que he hecho...solo acepta que es muy difícil para mí verla tan relajada hoy como si nada hubiera pasado. Es difícil, Emma, callar todo este rencor...dejarme enternecer de nuevo por esa mujer que me lo quitó todo...es difícil darme cuenta de que, a pesar de todo lo que haya podido hacer, aún siento cariño por ella»

Emma se quedó sola observando a Regina. A su pesar, una sonrisa apareció en su rostro y sintió una ola de calor invadirla. Ver a la morena tan relajada y tan feliz le llenaba de felicidad el corazón. Sacó su móvil de su bolsillo posterior y sacó una foto de la antigua Reina que intentaba hacer dormir a una bebé acunándola. Renombró la foto y la clasificó en su fichero Regina entre las decenas de otras fotos ya presentes.

También hacía un mes que la rubia alternaba sus citas entre Neal y Killian, sin llegar todavía a decidirse. Apreciaba los momentos que pasaba con cada uno, pero en ningún momento, se había sentido perfectamente en armonía. Reencontraba con Neal la locura de su amor de juventud, se había sumergido en las emociones de sus recuerdos, pero con Killian descubría la pasión de una relación nueva, el deseo casi animal de saltarse encima en cada cita.

Por supuesto, se había dado a sí misma una regla de oro, no acostarse con ninguno de los dos hasta no estar completamente segura.

Cuando regresaba de su cena con el apuesto pirata, Emma tuvo la agradable sorpresa de encontrarse a Regina esperándola en el sofá, con el mando de la tele en la mano, haciendo zapping furiosamente.

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