Parte sin título 16

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Regina vio cómo la rubia cerraba la puerta tras ella. No se había dado la vuelta, no le había dirigido la más mínima mirada o palabra, se había parado unos instantes, dejándole que pensara que acabaría por no dejar la habitación, después finalmente había dado un paso, después otro, hasta estar completamente fuera y cerrar la puerta. Se había acabado. Emma se había ido.

Ella agarró la almohada sobre la que la rubia acostumbraba apoyar su cabeza y se la llevó al rostro y respiró profundamente el olor que de ella emanaba antes de gritar con su boca pegada al objeto tan fuerte como su voz le permitió. Con sus pulmones vacíos completamente de aire, la morena se derrumbó y dejó que el torrente de lágrimas que contenía se deslizara por sus mejillas. Emma se había ido.

A pesar de la hora tardía, Regina agarró su teléfono y llamó a la única persona que podía darle un poco de consuelo. Una voz adormilada se escuchó al otro lado de la línea después de algunos tonos, y Regina fue incapaz de pronunciar una palabra, solo dejando escuchar sollozos a su interlocutora.

«¿Regina? ¿Qué ocurre Regina?»

«...»

«¡Regina!»

«...»

«No puedo ayudarte si no me hablas, Regina...»

«Se ha ido...» fue lo único que la morena pudo pronunciar entre sollozos.

«Llego en un momento...»

Snow se vistió rápidamente y despertó a David para que la llevara lo más rápidamente posible a casa de Regina. En un primer momento sorprendido, el joven rubio prefirió no preguntar e hizo exactamente lo que su mujer le pedía. La dejó frente a la gran mansión blanca y regresó al apartamento para volver a acostarse.

La maestra subió rápidamente los escalones que daban a la planta de arriba y se dirigió como tal cosa a la habitación de su amiga. La encontró en posición fetal sobre la cama, una almohada apretada entre los brazos, llorando compulsivamente. Ella se acercó a la morena, se sentó a su lado y posó su mano en la espalda de Regina para hacerle saber que estaba ahí. Con una rapidez que sorprendió a Snow, Regina se incorporó y pasó sus brazos alrededor del cuello de su amiga, forzándola a un abrazo consolador.

«Se ha ido...se ha ido...» repitió varias veces la ex reina que continuaba derramando sus lágrimas por la blusa de encaje de la joven maestra.

«Chuuuttt...estoy aquí...» respondió Snow frotando dulcemente la espalda de la morena entre sus brazos.

Después de variaos minutos de caricias, Regina consiguió calmar sus lágrimas y pudo finalmente explicar su estado a su amiga. Le contó los hechos sucedidos un poco antes, explicándole el rechazo de Emma en tener relaciones sexuales, la pelea de ambas, después la marcha de la rubia. Acostumbrada a considerar que la mujer de la que Regina hablaba no era su hija, Snow no había dejado aparentar ninguna reacción escuchando la historia de la morena mayor. Había tomado la costumbre de imaginar que en lugar de Emma, era alguien que ella no conocía y que, por casualidad, llevaba el mismo nombre que su hija.

Snow esperó a que Regina estuviera completamente calmada, después bajó a preparar dos tazas de té que subió rápidamente a la habitación. Las dos mujeres esperaron a que el brebaje se enfriase un poco antes de mojar en él los labios.

«Necesito saber, Mary...necesito saber quién soy...» soltó Regina, decidida a comprender lo que podía estar haciendo huir a Emma.

«Creía que justamente no querías»

«Yo...sé que es eso lo que dije...pero...la amo...y no quiero perderla...y para lograr mantenerla, debo comprender»

«Yo...no sé si estás lista para eso, Regina...»

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