Parte sin título 23

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«¡No, no haré eso!»

«Regina...por favor...»

«¡No, no, y no, Emma! ¡Ni hablar!»

«Te lo ruego...¡ya no puedo más!»

«Eres de un romanticismo que asusta, querida...¿es lo único que te interesa de mí?»

«¡Por supuesto que no! ¡Pero hace más de una semana que no hacemos nada! ¡Si no fueras tan sexy, la abstinencia no me supondría el menor problema!»

«¿De verdad crees que soy sexy?» preguntó Regina dejando un rápido beso en los labios de su compañera.

«Si yo fuera un tío, te diría que estás super buenorra!»

«¡Y tú habrías perdido toda oportunidad de compartir mi cama!»

«Es gracioso lo mojigata que puedes ser a veces...bueno, no es el tema...¡si tú no lo haces, lo haré yo misma!»

Regina dejó escapar una franca carcajada que desestabilizó a Emma durante unos segundos.

«¿Qué? ¿No me crees capaz?»

«¡Confío plenamente en tus capacidades, mi amor, pero reconoce que soy más ducha que tú a ese nivel!»

«¿Mi amor? Hummmm....me gusta....

«No te acostumbre demasiado de todas maneras...»

«Además es normal que seas más hábil...tienes más experiencia que yo en la materia...te recuerdo que aún soy novata en el tema»

«¿Necesidad de clases por las noches, Miss Swan?» murmuró Regina besando el cuello de su amante.

«¡Deja de hacer eso, por Dios! ¡Eres cruel! ¡Voy a morir ahora mismo si no me haces el amor enseguida, Regina...así que lanza ese hechizo de insonorización...o pasamos de él!»

«Me gusta cuando te vuelves autoritaria...» respondió la morena moviendo su mano para lanzar el susodicho hechizo.

«Cállate y hazme el amor...» respondió Emma aplastando sus labios sobre los de su compañera.

Emma había esperado ese momento desde hacía tiempo, desde que estaban oficialmente juntas, las dos mujeres no habían tenido un solo momento de pura intimidad. Molestadas permanentemente, se habían incluso cuestionado si su vida sexual no sería mejor cuando se escondían de todo el mundo. Ya fuera Henry que aparecía por el despacho de Regina, Snow, que, bajo la excusa de reanudar el contacto con la morena, venía regularmente a la casa sin ser invitada, o David que las había sorprendido en la comisaria varias veces, Emma y Regina no lograban verse a solas, y eso comenzaba a pesarle a la joven rubia que tenía la impresión de haber vuelto a una adolescencia controlada por sus hormonas.

Ya no se escondían, las dos mujeres vivían su amor a las claras y no se preocupaban de las miradas curiosas o inquisitivas que podrían provocar. Los habitantes acabarían por acostumbrarse, se decían. Henry había terminado por estar feliz por ellas, e intentaba levantarle la moral a su padre a quien todavía le costaba aceptar la situación. Neal había reconsiderado su deseo de partir, le había prometido a Henry que se quedaría en Storybrooke, a su lado. Aunque Regina hubiera estado feliz de deshacerse del ex de su compañera, reconocía que era lo mejor. Henry necesita a sus madres, pero también a su padre.

Hook había dudado mucho tiempo antes de ir a ver a la ex Reina para pedirle que le permitiera unirse a Milah. Emma fue quien finalmente lo había convencido, y había sido la intermediaria. Aunque ella no aprobaba esa decisión, la rubia comprendía perfectamente qué podía empujar al pirata a querer reencontrarse con su amada. Ella sabía, que si estuviera en su lugar, haría exactamente lo mismo para reencontrarse con Regina. Después de haber reflexionado durante varias semanas sobre la forma de proceder, Regina había encontrado finalmente la fórmula perfecta que permitiría que Hook llegar al mundo de las almas perdidas. Todo está al fin preparado.

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