Parte sin título 7

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Cuando Snow intentaba aún asimilar las palabras de Regina, Emma llegó a casa de Belle visiblemente irritada. Dejó la bolsa de la comida, preparada por Granny, encima de la mesa y se sirvió un gran vaso de agua que se bebió de un tirón. En el momento en que Belle abrió la boca para saludarla, la rubia alzó la mano para detenerla.

«¡Lo sé! ¡Estoy alterada! Y antes de que me preguntes por qué, te lo voy a decir. ¡Ayer por la tarde besé a Neal, y después a Regina por la noche! Y NO, ¡no tengo ganas de hablar! Ahora, comamos, y en silencio, porque tengo resaca»

Belle se colocó frente a su amiga. Moría de ganas por hacerle una multitud de preguntas, pero como le había pedido Emma, se mantuvo en silencio. En ningún momento durante la comida, Emma mostró intención de querer hablar de lo que había pasado. Así que, con toda evidencia, Belle tendría que esperar para tener sus respuestas. Pero lo único que retenía de las palabras de su amiga era que había besado a Regina, y no comprendía por qué su teoría no funcionó. Si Emma era el verdadero amor de Regina, ¿por qué el beso no había funcionado? Se recordó ir a hacerle una pequeña visita al hada azul para tener más información sobre el tema.

Cuando ya se había resignado a no oír una palabra de la rubia, se llevó una grata sorpresa cuando la escuchó decir

«¡Es tu culpa! ¡No sé lo que pasó esa noche, pero cuando vi a Regina, inmediatamente la deseé! ¡Si no me hubieras preguntado si me sentía atraída por ella, todo esto no habría sucedido!»

«Puedes echarme la culpa si eso te hace sentirte mejor. Pero, sea lo que sea, no es propiamente hablando una culpa. No hay nada dramático en el hecho de que la hayas besado»

«¡Nada dramático! ¡Fácil decirlo! ¡Y te recuerdo que soy yo la que vive con ella y no tú! Ahora va a querer que hablemos, y no tengo ningún deseo de hablar de eso. ¡No hay nada que decir...absolutamente nada...solo fue un impulso y ya está!»

«Yo...»

«¡Tengo que irme!»

«¡Emma, espera!» gritó su amiga «siempre me haces lo mismo, vienes, me gritas como si yo fuera la responsable de todos tus problemas y te vas para evitar que hablemos. No es justo Emma»

«Lo siento, Belle...es solo que...comprende, nunca he tenido a nadie en quien confiar, siempre he alejado a todo el mundo. Necesito tiempo para acostumbrarme a la amistad y a todo lo que de ella se deriva...» respondió Emma consciente de haber herido a su amiga al rechazar hablar con ella.

Snow miró la hora en su radio despertador, 02:43, hacía tres horas que daba vueltas en la cama, poniendo atención en no despertar a David que dormía como un lirón. Su marido se había dado cuenta, durante la cena, que ella estaba perturbada, pero después de algunas sonrisas y dos o tres besos, no había insistido para que le diera explicaciones, cosa que había aliviado a la morena, ya que no estaba preparada para decirle a David que su hija sentía una debilidad por su peor enemiga.

¿Sería realmente así? ¿Habría sucumbido Emma ante Regina? ¿O habría otra explicación en la que no aún no había pensado? Evidentemente, tendría cuidado en no hacerle la pregunta, imaginándose cuál podría ser la reacción de su hija.

Snow recordó la actitud de Regina durante el día, sus palabras, sus confesiones. Rememoró el rostro triste de la morena cuando le hablaba del supuesto alejamiento de Emma, de su miedo a perder a la joven así como a su hijo.

La joven maestra sabía que no podía tranquilizar a Regina sobre ese tema, pero, a pesar de todo, no podía evitar sentirse mal por ella. Se sentía mal porque había reconocido en la mirada y en las palabras de la morena los síntomas del amor. Aunque le es difícil admitirlo, se había dado cuenta de que Regina se estaba enamorando poco a poco de su hija.

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