Parte sin título 13

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Regina estaba muerta de inquietud, hacía dos días que no tenía ninguna noticia de Emma, dos días que cada llamada que le hacía iba a parar sistemáticamente al buzón de voz. Lo único de lo que estaba segura era de que Emma había dejado la ciudad. Nadie la había visto en esos dos últimos días, ni Mary Margaret, ni su compañera de piso, ni siquiera Henry, y era sobre todo lo que más preocupaba a la morena. Si Emma estuviera bien, obligatoriamente se habría puesto en contacto con Henry para tranquilizarlo.

Dos días que ya no comía, ni dormía, ni vivía. Dos días que no había ido a trabajar, pues prefería quedarse en casa por si Emma daba señales de vida. Hacía dos días también que se maldecía por haber aceptado ese pequeño juego para poner celosa a la rubia, si se hubiera negado, nada de todo esto habría pasado. Emma estaría en Storybrooke, quizás no a su lado, es verdad, pero al menos ella sabría que estaría bien.

Regina había tomado una gran decisión, si Emma...no, cuando Emma volviera, le diría hasta qué punto contaba para ella, le diría que en su vida solo había cabida para ella, le diría que estaba enamorada de ella y que ya no podía plantearse su vida sin ella a su lado cada día. Sí, le diría todas esas cosas, después, le dejaría todo el tiempo que necesitara para que la rubia pudiera poner nombre a sus sentimientos por la morena. No le metería prisa, esperaría sencillamente a que Emma viniera a ella, y si al final no lo hacía, entonces aceptaría su elección, aceptaría renunciar a la mujer que amaba para que ella pudiera ser feliz, para que al menos una de las dos lo fuese.

«Ella volverá...» susurró Henry, poniendo su mano sobre la de su madre.

«Lo sé, Henry...lo sé...» le respondió su madre con una sonrisa crispada.

«¿La amas, verdad?»

Regina asintió con la cabeza y no pudo evitar que sus lágrimas cayeran. Sintió cómo su hijo la tomaba en sus brazos mientras que su cuerpo era sacudido por los sollozos. Se habían jurado ser fuerte por él, se había prometido no derrumbarse ante su hijo, pero el peso que sentía en su pecho se hacía cada vez más pesado a cada minuto que pasaba. Tenía la sensación de que, más pasaba el tiempo, más su respiración se hacía difícil, más le costaba al aire entrar en sus pulmones, más lentamente latía su corazón, si tenía que esperar más tiempo, este acabaría por detenerse. Dejaría de latir llevándose con él toda esperanza de volver a ver un día a la rubia.

«Va a volver...» dijo otra vez Henry, confiado

El muchacho había observado a su madre adoptiva durante esos dos días, desde su conversación con Emma en el parque, había sentido que algo estaba diferente. Todavía no había logrado discernir qué, pero mirando las reacciones de Regina en esos dos días, finalmente había comprendido. Su madre adoptiva se había enamorado de su madre biológica, y aunque no comprendía todavía muy bien cómo eso se había podido producirse, el resultado estaba ahí, bien a la vista.

Fue también en ese momento cuando él se había dado cuenta de que él no sería capaz de devolverle la memoria a su madre.

Sobre todo, fue una conversación con Snow lo que le había ayudado a ver todo más claro. Sabiendo pertinentemente que su abuela era incapaz de guardar un secreto, la había bombardeado sin descanso a preguntas hasta que esta acabó por confesarle lo que estaba pasando. Los vanos intentos por acercar a las dos mujeres, hasta la intervención de Hook para poner celosa a Emma. Por supuesto él se había cuestionado las semanas anteriores, sin comprender muy bien por qué su madre se interesaba de repente en el pirata, pero había preferido ver las cosas de otra manera. Si Regina estaba con Hook, entonces este no sería un obstáculo entre su padre y su madre, y ese simple hecho le había bastado para no hacerse más preguntas. Ahora las cosas eran bien diferentes. Era absolutamente necesario que Emma no le devolviese la memoria a Regina. Henry se negaba. Y haría todo lo que fuera humanamente posible para evitarlo. Debía tramar un plan, rápidamente, y sabía exactamente lo que tenía que hacer.

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