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Me levante como siempre para ir a la escuela. Elegí de mi closet un atuendo muy alegre, unos pantalones vaqueros, una camisa de cuadros y unos tenis azul fuerte.
Baje a desayunar y mi madre ya tenía en la mesa Hot Cakes, jugó de naranja y café.
Mi padre estaba con su traje mientras tomaba apresuradamente su café.
Me miró y me dijo:
—¿Quién viene aquí? El pequeño Will.
—Papá, ya te he dicho que ya no soy un niño.

Me acerco hacia mi padre y me abraza. Cuando nos soltamos me sacude el cabello, dejando mi pelo aún más alborotado.

Tome una silla y me senté.

—Will, ¿qué se te antoja? -dijo mi madre antes de mirarme - ¿Aún no te peinas, Will?
—Me gustan los Hot Cakes con miel, y también leche para acompañar. -solté una risa - Cuando termine de desayunar iré a peinarme y lavarme los dientes.

Me levante y fui hacia el refrigerador para ir por el cartón de leche, tome un vaso y vertí un poco de leche. Guarde el cartón y me lleve a la mesa el vaso.
Volví a tomar asiento.

—Cariño, tengo que irme. -se amarraba la corbata roja que le colgaba del cuello - Cuídate mucho, Will.
Y nuevamente pasó su mano por mi cabello.
—Espero que llegues a cenar, amor.

Mi padre a penas podía estar en casa y la mayor parte del tiempo la casa estaba solitaria, la única que se encontraba siempre ahí era mi madre.

—Ten, Will, unos bonitos Hot cakes para ti.
—Gracias, madre.

Mire el reloj de pared y eran las 7:15, iba a buena hora, aunque el autobús pasa a las 7:45.

—Estuvieron exquisitos los Hot Cakes, mamá.
—Gracias, Will. -se sonroja- Ahora ve a lavarte los dientes y péinate

Levante mi vaso y mi plato, y los coloque en el lavaplatos.
Corrí rápidamente por la escalera para llegar al baño.
Me mire en el espejo y tenía unas enormes ojeras, mi cabello parecía un nido de pájaros, y eso que era lacio y los dientes con un poco de residuo de los Hot cakes.

Tome mi cepillo y desenrede el nido de pájaros. Abrí el grifo del agua y me eche un poco en el cabello, volví a pasarme el cepillo hasta que pudiese sentirme guapo con el pelo y use un poco de gel.

Agarre mi vaso y lo llene de agua, y recogí mi cepillo de dientes, que por cierto era color rojo. Le puse un poco de crema dental y empecé a cepillarme hasta que quedarán limpios.

—Will, son las 7:39, apresúrate. -gritó mi madre.

Ya estaba casi listo. Fui a mi habitación, recogí mi mochila con unos libros y cuadernos. De la mesilla de noche agarre mis audífonos y mi teléfono.
Baje corriendo las escaleras y me despedí de mi madre.
Salí a la calle y espere en el Stop.

Coloque los audífonos en el celular. Puse a mi banda favorita, The Cure, aunque me gustaba más la música Indie, pero hoy tenía ganas de escucharlos.

Llegó Christopher, el tonto de la escuela, y digo que es tonto porque siempre está molestando al colegio entero.

—Hola, tonto.

Trate de fingir que no lo escuche.

—¿Eres sordo o qué te pasa?

Volví a ignorarlo.

Me tomo del cuello de mi camisa y me quito los audífonos.

—¿Ya escuchas, tonto?
—¿Qué quieres, Christopher?
—Sólo estoy esperando el autobús.

Quito su asquerosa mano de mi camisa y como tenía en mi mano derecha mi celular, le puso un golpe tan ligero que hizo que se cayera al piso.
Ya no podía soportar a ese torpe, a ese idiota y estaba tan furioso que me quite bien los audífonos, los deje caer encima del teléfono, deje la mochila en el suelo y con mis dos manos tire a Christopher al suelo y yo me puse encima de él para golpearlo en el rostro.
Lo más raro de aquel momento es que mientras lo golpeaba escuchaba una canción en mi cabeza

Tal vez estaba loco, sin embargo, casi siempre lo estoy.

Llegaron los amigos de Christopher, y nos separaron. Ya había sacado todo mi coraje. Agarre del suelo mi mochila, mi celular y audífonos. Estaba implorando que llegara el autobús antes de que sus amigos me golpearan a mi.
Realmente tenía miedo, eran 5 chicos robustos, quizás unos 17 años, y a pesar de que yo tuviese un año más de diferencia, no hacia que mis nervios se tranquilizaran.

Todos miraron en círculo a Christopher, él les dijo algo que me voltearon a ver tan violentamente. Sabía bien que estaba llegando mi momento y revise el reloj, son las 7:44.

"Aguanta un minuto más, Will. Solo un minuto".

—Chicos, ¿saben que tenemos que hacerle a ese maldito bastardo? -Dijo, Brad, el amigo de Christopher.

—No, ¿qué debemos hacer, Brad? -exclamó David, otro amigo de Christopher.

—Debemos enseñarle a este idiota con quien no meterse.

Se iban acercando tan salvajemente a mi. Era como un ratón acorralado en un rincón. No había escapatoria, solo me quedaba esperar el bus para que me salvara.
Revise la hora de reojo y eran 7:46. ¿No iba a llegar? ¿Este sería mi fin?
Qué dirían los doctores:

—Doctor, ¿qué le pasó a mi hijo?
—Señora Turner, su hijo murió por los bravucones de su escuela.
—¡Noooo!

Bueno, creo que exagere un poco, pero estaba a punto de morir y no había nadie que pudiese salvarme.

—Alto, chicos, este bastardo es mío -pronunció Christopher.

Todos se abrieron para que pudiese pasar Christopher, y lo único que pude pensar era:

"¡Corre, Will, CORRE!"

Me eche a correr mientras me perseguía el tonto.
Y como siempre, pensé en una canción.

El secreto de mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora