9.

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Mi despertador sonó. Un nuevo día acaba de empezar.
Me levante y abrí la ventana. El aire fresco alimentaba mi habitación.
Fui al baño y me desvestí. Tome una ducha y de inmediato fui a mi armario. Saque unos bóxers, un pantalón negro, unos converse rojos y una camisa verde con cuadros amarillos.
Me peine y trate de hacer que mi pelo no se viera tan alborotado con un poco de gel.
Baje al comedor y ahí estaba mi madre.

—¿Qué quieres desayunar, Will?
—Mmm... se me apetece un Omelette.
—Okay, ¿con qué lo quieres acompañar, jugó de naranja, leche o agua?
—Jugó de naranja.

Fui hacia el refrigerador y tome una jarra con jugo de naranja natural. Agarre dos vaso de vidrio y serví en ellos una porción de jugo. Nuevamente abrí el refrigerador y guarde el jugo. Me lleve los vasos a la mesa y me senté.

Vi en la mesa un periódico con el encabezado:
"Nueva York, una ciudad de suicidas".

Trajo mi madre a la mesa mi Omelette. Me levante por un tenedor y un cuchillo y tome asiento.

—¡Rosa, ¿dónde dijiste que estaban las llaves?!
—¡En el segundo cajón debajo de la televisión!

Tome el periódico y leí:
"La Ciudad de Nueva York se ha convertido en la ciudad de los suicidas. Se han registrado alrededor de 107 suicidios en solo 2 semanas".

Bajo mi padre.

—Hola, Will.

Salude con la mano.

—Con que leyendo el periódico, ehh.
—¡Ah! Si -risa nerviosa- un poco.
—Cariño, tengo que irme, regresó en la noche.
—¿No quieres un café, amor?
—No, voy tarde al trabajo. Y tú, Will, recuerda hacer las cosas bien.

Me sonrió mi padre y alboroto con su mano mi cabello. Abrió la puerta y se fue.

—Will, son las 7:30, recuerda que el autobús te espera a las 7:45.

Termine rápidamente mi jugo y el Omelette. Deje el periódico en la mesa. Me levante y fui corriendo hacia el baño a lavarme los dientes.
Me mire al espejo y vi tremendos ojos rojos con unas largas ojeras.
Me puse un poco de crema en la cara y fui hacia mi habitación. Tome mi celular y audífonos, y los guarde en mi pantalón.
Tome mi mochila y ... el libro ya no estaba. Busque rápidamente debajo de la cama y no había rastro ni señal de aquel libro.
Decidí ignorar aquel suceso y corrí nuevamente al comedor.

—Ya me voy, madre.
—Cuídate mucho, Will. -beso en la frente- Te quiero mucho.
—Y yo a ti.

Salí de mi casa y saque de mis bolsillos mi celular y audífonos. Coloque los audífonos en el celular y puse una canción hasta llegar a la parada del autobús.

Llegue un minuto tarde. Subí al autobús. Me senté en la tercera banca de la izquierda. Quise tomar el lugar que daba hacia la ventana, por lo cual había un lugar desocupado, pero no le di tanta importancia, y mire a través de la ventana. Alguien se sentó y me tocó el hombro.
Me quité los audífonos. Y mire quién fue quien me tocó el hombro. Amanda.

—Hola, Will.

Salude con la mano.

—¿Como estás?
—Creo que mi aspecto lo dice todo.
—Mmm... ¿es por lo de ayer?

Asentí con la cabeza.

—Nunca te había visto así, Will.
—Ni yo, normalmente soy un hijo de puta.

El secreto de mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora