Mi familia era la pandilla. Con ellos encontré la amistad, la ternura y aquellos sentimientos que se asemejan al amor. Sólo el pequeño beso de recepción me pareció un cuento fantástico. Cada uno le aportaba al otro una pequeña dosis de ternura y amistad. Mi padre jamás supo brindarme tanto afecto. Los problemas en la pandilla no existían. Jamás hablábamos de nuestros problemas. Nadie fastidiaba a los otros con sus problemas familiares o laborales. Cuando estábamos reunidos, toda la porquería del mundo exterior desaparecía. Hablábamos de música y de drogas; algunas veces de trapos y en otras nos referíamos a aquellas personas que eran tratadas a patadas por esta sociedad policial. Considerábamos ''correcto'' que cualquiera pudiese robar un auto, desvalijar un banco o un departamento.
Después de mi primer ''viaje'' me sentía una más entre los otros. Fue espectacular. Tuve mucha suerte. Para la mayoría de las personas, el primer ''viaje'' era desagradable y les provocaba pánico. Pero yo me sentí espectacular... Tuve la impresión de haber aprobado un examen. Y después ocurrieron algunas cosas dentro del grupo. Se empezó a sentir una sensación de vacío. La hierba y los ''viajes'' ya no nos estimulaban realmente. Estamos habituados a sus efectos y aquello ya no nos provocaba sensaciones especiales, era como permanecer en la normalidad. Nada especial...
Una tarde, un miembro de la pandilla llegó al Hogar y anunció: ''Camaradas, traigo conmigo algo que es totalmente nuevo; se llama Efedrina. Un asunto fabuloso. Me tomé dos comprimidos de Efedrina- era un estimulante- sin saber lo que estaba tragando. Tomé cerveza junto con los comprimidos porque era lo que estaban haciendo los demás. Tuve que hacer un esfuerzo. Me disgustaba mucho la cerveza porque sentía pánico al ver personas adictas a la cerveza. De repente, en el Hogar comenzó a circular todo tipo de comprimidos. Algún tiempo después comencé a ingerir los Mandrakes- un poderoso somnífero. Aquella vez, el mundo me pareció maravilloso y mis compañeros de pandilla, encantadores. Durante las semanas siguientes arrasamos con todas las farmacias.
En la escuela las cosas iban de mal en peor. Renuncié a realizar mis deberes escolares. Por las mañanas no estaba nunca lo suficientemente despejada- Pasé de curso. Me preparaba un poco en determinadas materias, como en Letras y en Instrucción Cívica cuando algún individuo lograba interesarme. Pero era justamente en aquellas materias que había aprobado en donde justamente encontraba las mayores dificultades: con los profesores como los compañeros de curso. La manera cómo nos trataban, - y las formas como se comportaban los muchachos entre ellos, me parecía abominable. Recuerdo como estallé ante un profesor que nos habló acerca del medio ambiente. La clase era absolutamente apática y no le interesó a nadie. No había que tomar apuntes ni nos daban lecciones para estudiar en casa. El bla bla bla del profesor me exasperaba y consideraba que no pasaba la materia que era la que realmente importaba. Fue por eso que en una ocasión exploté y vociferé:'' ¿Qué significa la protección del medio ambiente? Es la manera en que las personas deberían aprender a vivir armónicamente entre ellas. Es eso lo que deberíamos aprender en esta estúpida escuela: a interesarnos los unos por los otros. Pero, al contrario, cada cual intenta gritar más fuerte que su vecino, trata de ser más poderoso que el otro, y gasta la mayor parte de su tiempo haciendo fechorías para lograr una mejor calificación. Y los profesores deberían preocuparse de lo que ocurre a su alrededor y juzgar a sus alumnos en forma más equitativa''. Así eran las cosas en la escuela. Ocurría lo mismo con las otras clases. Había un profesor al que me gustaba verlo sentado -porque el sólo hecho de verlo de pie me irritaba- y desde mi asiento, lo insultaba.
La escuela me tenía realmente hastiada. No manteníamos ningún contacto entre los alumnos, no teníamos ninguna relación personal con los profesores. Y la unión entre los alumnos se anulaba porque tomábamos distintos cursos. El objetivo, una vez más, era liquidar al vecino. Nadie le tendía una mano al otro y cada cual velaba por lo suyo propio y basta. Los profesores aplastaban a los alumnos. Ellos sustentaban el poder. Eran ellos los que ponían las notas. Y a la inversa, si caían en manos de un profesor bonachón y que no sabía imponerse, eran los alumnos los que hacían gala de un poderío colectivo.
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Christiane F. 13 años, drogada y prostituida.
SachbücherSinopsis: El 18 de abril de 1976, un mes antes de cumplir los catorce años, Christiane F. probó la heroína por primera vez. Todavía una niña, llevaba una doble vida: se inyectaba a la mañana escondida en el baño de su casa, llevaba su cuchara y su j...