En ocasiones, los amigos de Detlev me decían:''Desengánchate, eres demasiado joven para andar metida en esto. Desengánchate: podrás detenerte siempre que te separes de Detlev. El no se va salir nunca de este cuento. No seas idiota, bótalo de una vez''.
Los mandaba a la cresta. ¿Separarme de Detlev? Me parecía impensable. Si el decidía matarse, me mataría con él. Pero no les decía nada al respecto, les respondía simplemente:'' Te equivocas, no somos toxicómanos. Nosotros podemos abandonar la droga cuando se nos antoje''. Durante ese mes de Noviembre los días me parecían todos iguales. De dos a ocho en la estación Zoo. Después, al ''Treibhaus'', una discoteca de la calle Kurfursterdamm a la que Detlev había adquirido el hábito de frecuentar. Era un lugar de encuentro de drogadictos y era aún peor que la ''Sound''.Me quedaba a menudo hasta las doce y veinte de la noche, a la hora en que pasaba el último colectivo. En realidad, yo no vivía más que para los sábados en la noche. Detlev y yo hacíamos el amor el sábado en la noche. Y cada vez resultaba más hermoso, al menos que estuviésemos demasiados volados.
Llegó Diciembre. Tenía frío. Nunca antes había sufrido de frío. Me empecé a dar cuenta de que estaba físicamente deteriorada. Lo supe un día Domingo al comenzar el mes. Lo advertí cuando estaba en el departamento de Axel. Detlev dormía tendido encima de mis costillas. Yo estaba congelada. Mis ojos se posaron sobre una caja. Y, de pronto, la inscripción que había sobre la caja me saltó a la vista. Era en colores, con esos colores agresivos que le hacen daño a la vista. Resaltaba, sobre todo, un rojo aterrador. Cuando partía en uno de aquellos ''viajes'' siempre sentí temor del color rojo. Pero la heroína lograba que el rojo se transformara en un tono muy suave, lo recubría-, al igual que a los otros colores-, con una especie de velo.
De pronto, el rojo que cubría esa estúpida caja, se tornó siniestro. Tenía mi boca llena de saliva. La tragaba pero reaparecía nuevamente. Volvía a inundar mi boca sin poderla controlar. Después la saliva desapareció bruscamente y empecé a sentir mi boca seca y pegajosa. Intenté tomar algo pero no podía tragar. Temblaba de frío y al minuto siguiente sentía mucho calor. Estaba totalmente transpirada. Desperté a Detlev y le dije:'' algo está ocurriendo''.
Detlev me miró en forma insistente. ''Tienes las pupilas grandes como platillos''. Un largo silencio y después me dijo: ''Y bien, chiquita, eso era''
De nuevo me sentí sacudida de escalofríos. Le pregunté: ''·Eso es ¿qué?''.
''Cold turkey, lo que llaman '' Pavo frío'': la crisis de abstención. La estás sintiendo'' agregó. ''Eres una adicta ''me dije a mi misma''. Pero no era algo tan horrible.¿Porqué harán tanta cuestión sobre este asunto?'' Yo no estaba realmente mal: sólo temblaba, me sentía agredida por los colores y tenía esa extraña sensación en la boca.
Detlev no dijo nada más. Sacó del bolsillo de su jean un pequeño paquete y ácido ascórbico, fue a buscar una cuchara, calentó todo encima de la llama de una vela y me pasó una jeringa preparada. Yo temblaba tanto que me inyecté mal en la vena pero al poco rato me sentí resucitar. Todo regresó a la normalidad: los colores, volvieron a ser suaves, mi boca recobró su estado normal y yo me acurruqué en el hombro de Detlev mientras el aprovechaba la ocasión para inyectarse. Nos levantamos al mediodía y en seguida le pedí a Detlev que me convidara un poco de heroína.
Me dijo: ''No lo hagas. Te pondrás una dosis hoy por la noche antes de regresar a tu casa''.
''Pero yo necesito algo para hoy por la mañana'' le respondí.
''Te diré algo: no tengo suficiente. Y no tengo ganas de ir a la estación Zoo. De todos modos, hoy es Domingo y no debe haber nadie. Esa fue la respuesta de Detlev.
Sentí pánico:'' ¿pero no lo comprendes? Si no tengo con que inyectarme mañana en la mañana, sufriré una crisis de abstención y no podré ir a clases.''
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Christiane F. 13 años, drogada y prostituida.
Non-FictionSinopsis: El 18 de abril de 1976, un mes antes de cumplir los catorce años, Christiane F. probó la heroína por primera vez. Todavía una niña, llevaba una doble vida: se inyectaba a la mañana escondida en el baño de su casa, llevaba su cuchara y su j...