El prestigio de Kessi no se debía solamente a su aspecto físico y a sus hechuras de mujer adulta, si no que al hecho de que andaba con Milán.
Nosotras, las chicas, teníamos una imagen muy precisa de aquello que nos agradaba de los varones. Por ejemplo: no debían vestir pantalones con pata de elefante. Lo que si debían usar eran jeans ajustados, zapatos a la moda (nada de zapatillas de gimnasia: daban la sensación de fragilidad), de preferencia botas, y decoradas. Y también tacones altos. Despreciábamos a los nenes que tiraban bolitas de papel o restos de manzanas en la sala de clases. Eran los mismos que en el recreo tomaban leche y jugaban a la pelota. En tanto que los tipos realmente atractivos desaparecían en el rincón de los fumadores. Y tomaban cerveza. Recuerdo cómo me impresioné cuando Kessi me contó que Milán se había embriagado.
Yo me preguntaba qué podía hacer para lograr que un tipo como Milán se interesara en mí. O bien- en lo profundo de mi ser- que Kessi me considerara amiga suya. Hasta su nombre era exquisito. Para mis adentros pensaba que no valía la pena lucirse ante los profesores, a los que veía de vez en cuando. Lo importante era ser aceptada por las personas que comparten tu jornada diaria. De repente me empecé a comportar muy mal en clases.No guardaba ninguna relación personal con los profesores. La mayoría de ellos, por su parte, parecían fastidiarse por todo, no tenían autoridad sobre los alumnos y se conformaban con vociferar para demostrarnos su malestar. Yo lograba que se pusieran de todos los colores.En poco tiempo, fui capaz de desorganizar un curso completo. Naturalmente, aquello me valió la consideración de mis compañeros.
Raspaba los cajones de los armarios de mi casa para encontrar algunas monedas que me permitieran comprar cigarrillos y poder compartir el rincón de los fumadores. Kessi se dirigía allí durante todos los recreos. Cuando comencé a ir con más frecuencia, sentí que ella pareció interesarse en mi persona.
Nos juntábamos a la salida del colegio. Finalmente me invitó a su casa. Tomamos cerveza- me marié como pollo- y conversamos acerca de nuestras respectivas familias. Ella tenía los mismos problemas que yo. Y peores aún. Su madre cambiaba continuamente de pareja y estos, naturalmente, no querían a Kessi. Ella venía saliendo de un período espantoso a raíz del último amigo de su madre, un tipo que era bueno para los golpes. Un día agarró a patadas todo el mobiliario de la casa y para terminar, cogió el televisor y lo tiró por la ventana. Pero la madre de Kessi no era como la mía. Ella se mostraba severa con su hija, salvo un permiso excepcional, y la obligaba a estar de regreso a las ocho de la noche en casa.
En la escuela todo empezó a funcionar súper bien. Debo admitir que logré ganarme la consideración de mis compañeros de clases. Ese fue un combate difícil, casi permanente, que no me dejaba tiempo ni para estudiar. Mi día de gloria fue aquel cuando Kessi me autorizó para sentarme a su lado. Me enseñó a escapar de la escuela. Cuando ella no quería asistir a un curso, se desaparecía para ir a juntarse con Milán o hacía cualquier cosa, lo que se le antojaba. Las primeras veces me aterré. Pero muy pronto me di cuenta que podía ausentarme de una o dos clases. Durante el día a sabiendas de que nadie lo notaría.No se pasaba lista después de la primera clase de la mañana. Los profesores eran incapaces- los cursos eran demasiado numerosos- de saber quiénes estaban allí y cuáles eran los ausentes. Por eso, muchos de ellos se desaparecían.
Kessi se dejaba besar y acariciar por los muchachos. Frecuentaba el ''Hogar Social'': era una vivienda para los jóvenes que funcionaba bajo el alero de la Iglesia Reformista. En el subterráneo había una especie de discoteca: ''El Club''. Sólo se permitían la entrada a partir de los catorce años.Pero Kessi demostraba más de trece...
A fuerza de suplicarle a mi madre que me comprara un sostén logré tener uno a pesar de que aún no me hacía falta. Comencé también a maquillarme. Y Kessi me llevaba al Club, el que abría a las cinco de la tarde.
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Christiane F. 13 años, drogada y prostituida.
Não FicçãoSinopsis: El 18 de abril de 1976, un mes antes de cumplir los catorce años, Christiane F. probó la heroína por primera vez. Todavía una niña, llevaba una doble vida: se inyectaba a la mañana escondida en el baño de su casa, llevaba su cuchara y su j...