Bernd y Horst

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 BERND GEORGE THAMM. 

Director del Centro de Información y de Ayuda Psicológica y Social de la Asociación Cáritas deBerlín.   

  HORST BROMER  

Psicólogo. Consejero del Servicio "Drogas" de la Asociación Cáritas de Berlín.   

 De acuerdo a nuestras estimaciones, la proporción de drogadicción de adolescentesentre los doce ay los dieciséis años de la República Federal de Alemania y de Berlín Occidentalascendió del 0 al 20% durante los tres últimos años. Christianne es una típica representante deeste nuevo blanco explotado por los traficantes de drogas, al igual que su amiga Babsi, quiénnos consultó en 1977 y murió dos meses después de una sobredosis. Nos habíamos sentidoimpotentes al tratar de ayudar a una muchacha de catorce años. Después Stella y otros adictosde la pandilla de Christianne vinieron a consultarnos. Ellos tipificaban las características deesta nueva generación de pre-adolescentes: eran manifiestamente agresivos, además, poseíanaún el infantil deseo de sentirse protegidos, considerados; estaban ávidos de afecto y calidez. Nos trajeron a Babsi en Mayo de 1977 que habían asumido, en su consideración, susresponsabilidades educativas. Su comportamiento era el de una niñita triste, apegada todavía alas polleras de su madre. En realidad, ella había conocido todos los altos y bajos de la vida delos toxicómanos: una vida que comenzó a llevar a partir de los diez años. 

 En algún momento de sus vidas, todos los drogadictos intentan liberarse de la esclavitud dela heroína y de sus consecuencias: prostitución, delincuencia, debilidad fisiológica. Los demayor edad - aquellos que han caído en la dependencia física alrededor de los diecisiete,dieciocho o diecinueve años- después de intentar numerosas e infructuosas tentativas parasalir adelante solos, recurren a los servicios especializados. Hasta la fecha, ellos tienen a sudisposición todo un abanico de probabilidades: consejería, curación y terapia, los que se hanelaborado en función de la salud de los adultos jóvenes de nuestra población. El principiobásico era que llegaran por su propia voluntad y que nuestro trabajo consistiera en brindarlesayuda para salir adelante. 

 Nosotros disponemos de 180 plazas para terapia de una población aproximada de 50.000drogadictos en el sector público y 1.100 del sector privado (clínicas, comunidades, etc.). Losque fueron drogadictos viven en colectividad y están sujetos a un programa riguroso. No tenemos cifras confiables sobre la proporción de éxitos entre las terapias practicadas. Seestima que el orden de la reincidencia alcanza el 80%. Destacamos este hecho porque alfinalizar la desintoxicación, estas personas están sumergidas en el mismo entorno que cuandoiniciaron su desintoxicación: es por eso que reinciden en el vicio. 

En cuanto a los grupos, cada vez son más numerosos aquellos que cuentan en sus filas conadictos entre los doce y los dieciséis años, los que no disponen de ayuda ninguna. Es efectivoque recibimos consultas de niñas como Babsi, las que llegan bajo la presión de un educador ode un visitador social. El problema que presentan es que rechazan las severas reglas de losactuales centros de terapia y luego, no cumplen la condición obligatoria para ser admitidos:presentarse por su propia voluntad. 

 Después de escuchar los relatos de los adictos que han reincidido acerca de las"atrocidades" que se cometen en los centros terapéuticos, se sienten atemorizados y huyendespavoridos. La misma Babsi se mostró llena de desconfianza ante nuestros servicios ypermaneció totalmente indiferente en la entrevista inicial. Nosotros éramos incapaces dedisipar su temor porque actuaba a la defensiva. Es una decisión difícil para cualquierdrogadicto entrar a un centro de terapia. Lo reconocemos. De hecho, ellos sufren por suadicción y por todas sus consecuencias, y el sufrimiento ha dejado de ser algo desconocidopara ellos. 

 Dentro de una comunidad terapéutica se ven obligados a renunciar a su entorno familiar, asus relaciones habituales, pero además deben aceptar que un extraño les diga lo que deben yno deben dejar de hacer, lo que atenta contra sus libertades individuales. Por ejemplo; debencortar sus cabellos como símbolo de ruptura con el mundo de la droga. Además, deberáncambiar su modo de vestirse y renunciar definitivamente a la música que los estimulaba. 

Christiane F. 13 años, drogada y prostituida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora