Christianne

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Antes de llevarme a casa, mi padre hizo un alto en su bar favorito, cerca de la EstaciónWützkyalles. Estuvo a punto de pedirme una bebida alcohólica pero yo sólo quería beber unjugo de manzanas. Me dijo que si no quería morir debía abandonar las drogas."Esa esprecisamente la razón por la quería estar en Narconon", le respondí. 

Como telón de fondo, una vieja máquina musical tocaba música moderna. Algunos jóvenesjugaban con los flippers y al billar. "¡Aquí tienes"- afirmó mi padre- a jóvenes normales!" Porotra parte, debía encontrar nuevos amigos a la brevedad posible y así comprendería por mímisma que había sido una estúpida en drogarme. 

Yo lo escuchaba apenas. Estaba reventada, amargada y tenía un solo deseo: estar asolas. Odiaba al mundo entero. Narconon me parecía nuevamente la puerta del paraíso, y mipadre me la acababa de cerrar en las narices. Cogí a Yianni y lo llevé conmigo a mi cama y lepregunté:"Yianni:¿Conoces al ser humano?" Respondí por él: "¡Ah! ¡No...!" 

Yianni era así. Partía alborozado a cualquier parte agitando su cola: pensaba que todo elmundo era bueno. Aquello era lo que me gustaba de él. Yo hubiera preferido que hubiesegruñido y que desafiara a medio mundo. 

Cuando desperté me di cuenta que Yianni no había hecho sus necesidades en mi cuarto.Por lo tanto, debía salir con él y pronto. Mi padre se había ido a su trabajo. 

La puerta de entrada estaba cerrada con llave. Me arrojé encima y me puse a golpearlacon los puños. Se mantuvo cerrada. Me esforcé para conservar la calma. Mi padre no podíahaberme encerrado como a una bestia salvaje. El sabía muy bien que tenía que sacar al perro.Registré todo el departamento en busca de alguna llave. Debía haber al menos una en algúnlugar. Podía surgir alguna emergencia, como una emergencia, como un incendio. Miré bajo lacama, detrás de las cortinas, en el refrigerador. No había ninguna llave. 

No tuve tiempo para ponerme de mal humor porque tenía que encontrar una solución paraYianni antes de que ensuciara todo el departamento. Mi padre no estaba habituado a esascosas. Lo llevé al balcón. Comprendió lo que tenía que hacer... 

Volví a inspeccionar el departamento. Descubrí algunos cambios desde que me había ido.La alcoba matrimonial esta vacía: mi madre se había llevado la cama. En la sala había un diván  desconocido para mí- allí dormía mi padre- y un televisor a color, absolutamente nuevo. Lavara de caucho había desaparecido y también la de bambú con la que mi padre me habíagolpeado tantas veces en el trasero. En su lugar había un "baobab". 

En el cuarto de los niños, el viejo armario aún permanecía allí: sólo se podía abrir una desus puertas porque de lo contrario se veía abajo. El lecho, al igual que antaño, crujía concualquier movimiento. Mi padre me había encerrado para que me convirtiera en una jovennormal y el ni siquiera había sido capaz de amueblar debidamente su departamento. Yianni yyo regresamos al balcón. Colocó sus patas en la baranda que miraba a la calle, se podían veronce pisos debajo y aquellas siniestras torres que nos rodeaban.

Necesitaba hablar con alguien. Llamé a Narconon. Me anunciaron una sorpresa: habíallegado Babsi. Ella quería abandonar definitivamente la droga. Me contó además que le habíanasignado mi cama. Yo estaba terriblemente apenada de no poder junto a ella en Narconon.Estuvimos conversando durante largo rato. 

Cuando mi padre regresó no le dije una sola palabra. El hablaba por los dos. No habíaperdido su tiempo: había planificado mi existencia completa. Me asignó deberes para todos losdías de la semana: hacer el aseo, las compras, alimentar a sus palomas mensajeras, limpiar lapalomera, etc. Y control telefónico para chequear la correcta ejecución de mis obligaciones.Para mis ratos de ocio me había conseguido una chaperona, una de mis antiguas compañeras,Catherina. Era un tallarín incapaz de hablar mal ni siquiera de las paredes. 

Christiane F. 13 años, drogada y prostituida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora