Manos Frías

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El inventor Nasod subió a su alcoba una vez terminada la tertulia vespertina, de todos los asuntos inconclusos (la mejora de la actualización Dínamo) que tenía, lo que pedía su atención con urgencia, era aquel extraño Chip recuperado horas antes. Oculto bajo la almohada.

Con todo el cuidado del mundo, lo colocó sobre el escritorio; la pieza estaba bastante dañada, y casi una tercera parte de ésta estaba quemada al menos parcialmente, armado únicamente con una docena de hisopos, alcohol, sus herramientas y un paño limpio, se dio a la difícil tarea de dejar el artilugio limpio para su análisis. No tenía en ese momento otra forma de desinfectar el componente, por lo que debía ser precavido con el alcohol etílico, ya que si empleaba demasiado, podría dejar a la pieza inutilizable.

Por suerte, el joven siempre usaba guantes, por lo que, no corría el riesgo de tocar líquidos corrosivos o residuos explosivos; luego de la detonación de la máquina, cabría esperar algún tipo de remanente peligroso que dificultara el examen. Fue así como, después de limpiar la superficie, tomó una herramienta pequeña similar a un bisturí, la cubrió con un pedazo de tela de seda y limpió zona por zona, profundo, alcanzando aquellos rincones donde ni sus dedos ni el hisopo alcanzaban. Era un proceso largo y delicado, y por mucho tedioso, pero la entrega de Add hacía su trabajo era tal, que perdió la noción del tiempo, horas más tarde la pieza estuvo lista, preliminarmente, para una examen primario. Todo el procedimiento lo documentó en su bitácora, hasta que la grabadora se quedó sin batería y llegó el momento de sustituirlas. Add que era un fiel coleccionista de artilugios y cacharros, sabía exactamente qué tipo de baterías necesitaba esa porción de basura, las conseguiría a la brevedad pues era importante para el documentar todo su progreso a la brevedad.

La pérdida de la noción del tiempo fue tal, que pegó un brinco cuando escuchó que alguien llamaba a su puerta, él había olvidado cerrarla por completo, pero el intruso al otro lado ni siquiera dio indicios de querer asomarse por el pequeño espacio entre la puerta y el marco. El chico revisó el reloj, eran pasadas las dos de la madrugada, eso despertó aún más su intriga, era raro que lo molestaran tan tarde, a no ser que se tratara de una emergencia auténtica, rápidamente, se levantó de su silla sin saber muy bien que debía esperar.

Su sorpresa aumentó cuando su vista se aclaró al abrir y miró a una figura de postura perfecta, inconfundible, luego de divisarla mejor, Add llegó a la conclusión de que ya no le podría quitar la vista de encima.

La reina Nasod iba ataviada en una cómoda bata para dormir color azul pastel, con los cabellos en armonioso caos, cayendo por sus delicados hombros, Add por otro lado, se había subido el cierre de la chaqueta hasta el cuello, adentro, los Dínamos tenían prendido el sistema de calefacción. En el desierto los días son cálidos, con temperaturas superiores a los cuarenta grados centígrados y un calor achicharrante, pero durante las madrugadas, las temperaturas pueden descender hasta por debajo de los cero grados.

Add salió de su trance segundos más tarde.

-¿Qu-qué necesitas?- interrogó luego, tratando de ocultar su sorpresa, evitando mirarla a los ojos.

-La pieza- Eve señaló el puesto de trabajo con los ojos –La que recuperaste de esa vieja máquina, necesito verla-

Casi como un autómata, sin importarle que era de madrugada y que en general los días en compañía del equipo comenzaban temprano, se movió de su lugar y le hizo una señal con la cabeza a su contraria para que pasara. Los ojos de Eve prontamente se acostumbraron a la iluminación de la habitación, el chico de los Dínamos había estado trabajando únicamente con una lámpara de aceite como fuente de iluminación ya que los Dínamos se encargaban de aumentar la temperatura, el cambio era notorio, dentro de la habitación habían al menos tres o cuatro grados más que en el resto de la edificación.

Código NasodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora