Despertar del desastre

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El alba entrante interrumpió el letargo del grupo de viajeros, quienes ya con la consigna de su misión, se pusieron manos a la obra, presurosos en su deber. El día comenzó temprano, y mientras el resto de sus camaradas se alistaban para irse, Eve permanecía dentro de la habitación. Se quedó sentada en el borde de la cama; la amplia falda se derramaba sobre el cobertor, al tiempo que cepillaba con los dedos su pulcro cabello blanco. De pronto se deslizó hasta el alfeizar de la ventana y tocó la superficie del vidrio con la palma de su mano. Estaba frío, igual que los millones de componentes dentro suyo ¿Era normal tener esa sensación de ahogo ahora mismo? Cepilló sus cabellos una vez más con los dedos; ella ya sabía reconocer la preocupación y el miedo...

...¿miedo a qué? Ni siquiera lo sabía. Por lo poco que recordaba, el viejo Rey Nasod estaba hecho puros añicos, y algunas otras máquinas habían sido derrotadas antes de librarle de la cámara de éxtasis. Recordó las palabras del científico albino, cuándo éste renegaba sobre aquella máquina y sus deplorables componentes.

Una sensación abominable que no supo identificar la embargó, y con todas sus fuerzas deseó librarse de esa opresión en su sistema de emociones.

Pero nada más internarse en la pradera, sus temores aumentaron.

El clima hedía a humedad, y el cielo se hallaba cubierto de algunas nubes oscuras. Más allá de la villa, y del pedregoso camino que los Pongus habían labrado con el pasar de los años entre esa verdosa y fresca tierra, se alzaban las imponentes edificaciones que les pertenecieron a los Nasods en tiempos añejos. Las memorias de Eve sobre aquellos días eran prácticamente nulas, ya que había caído suspendida en un profundo sueño dentro de la cámara de éxtasis no una, sino dos veces. Sus recuerdos estaban confusos y olvidados; quizá por siempre. Sólo unas cuántas memorias vacías sobre la guerra asaltaban su cabeza, y en sueños a veces.

Al poco andar, con Aaron a sus espaldas, comprobaron con sus propios ojos que el camino a la fábrica Nasod estaba sellado por todo material posible, eso incluía bloques de concreto y arcilla, barriles de metal, madera, bultos de material para construcción y hasta un lote de semillas.

-¿Ustedes sólos montaron ésto?- le preguntó Raven al buen Aaron.

-Es correcto, muchos de nosotros hacemos paseos rutinarios para reforzar la seguridad.

-¿Qué hay del túnel transportador?- interrogó Add.

-También se encuentra sellado, aunque el lugar está vacío. El interior comenzó a podrirse luego del deterioro y el abandono- agregó el hombre.

-Bien, a lo que nos ocupa, muchachos- Elsword suspiró, mientras era ayudado por los demás a abrirse paso entre la barrera. Conforme el ruido en el exterior de la entrada aumentaba, Add comenzó a rastrear movimiento en el interior de la edificación.

-Están ahí...- expresó la Nasod a sus espaldas, volviéndose su semblante muy serio. Add permaneció a su lado, ya con los drones de combate que tanto se esmeraba en perfeccionar, desplegados para repeler el ataque enemigo. Deseaba mirar aquello, tanto como Eve.

-¡Ya escucharon, prepárense!- advirtió el espadachín de cabellos rojos.

-¡No tienes que gritarnos!- Aisha chilló al sentir demasiado cerca al espadachín.

La estructura se cimbró un poco, cuándo la pesada puerta oxidada de la vieja fábrica se abrió frente a ellos; esa mole de acero debía medir cerca de tres metros por unos dos y medio de ancho; enseguida, el primer miembro del comité de bienvenida salió a recibirlos; una máquina similar a su vieja amiga la jardinera. Add desplegó su modalidad de Drones de combate. Eve se colocó a su costado izquierdo mientras unas filosas puas metálicas golpeaban a las máquinas que salían corriendo indiscriminadamente de la entrada oscura.

Código NasodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora