Parte 10

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Kageyama y Shouyou llevaban dos días caminando cuando llegaron a una zona de campo abierto cubierto por un manto de flores de todos los colores.

Nada más verlo, Kageyama se aproximó corriendo y se abalanzó sobre el mar de colores, pensando que sin duda aquel lugar era el pequeño y colorido espacio que había visto desde el cielo varios días atrás.

A Shouyou le divertía la escena y se acercó a su compañero que se encontraba dando vueltas en el suelo.

- Te gustan las flores Kageyama? Son bonitas, verdad? - preguntó mientras recogía unas cuantas.

- Es pequeño y bonito... - respondió.

- Mmm... - tarareó, y lanzó las flores que había recogido a la cara de Kageyama, soltando una maligna carcajada.

Kageyama frunció el ceño. Con su cola golpeó los pies del otro, provocando su caída, y se acercó lanzándole más flores.

Después de forcejear un rato y hacer volar los colores, se quedaron tumbados boca arriba en el campo, aprovechando la sensación de paz.

Las pocas provisiones que tenían en un principio se estaban acabando, por lo que se vieron obligados a cazar cosas que Shouyou lograba cocinar decentemente, para deleite de Kageyama.

Pero el principal problema era el agua. Por aquella zona no parecía haber ningún rió o lago en el que llenar las cantimploras, ni parecía que fuese a llover pronto, así que solo podían seguir buscando.

Cinco días más tarde no tenían comida, solo se valían de lo que atrapaban en la naturaleza, pero por suerte habían encontrado una zona pedregosa por la que se filtraba agua y pudieron no morir deshidratados. También pudieron asearse un poco.

Ahora se dirigían a lo alto de una colina para ver la vista desde su cima y así Kageyama podría volver a orientarse para marcar el rumbo. Les llevó todo el día y cuando por fin llegaron a la cumbre empezaba a anochecer. En la distancia, Kageyama podía ver los límites de las tierras de la colonia de dragones, seguido de una zona algo desértica y después, en el centro, la tierra se oscurecía y se erguían las montañas donde, en lo alto, estaba su hogar. Estaban cerca y no pudo evitar sentir la emoción de un momento que tardaba demasiado en llegar.

- Allí! - señaló - Estamos cerca.

Shouyou entrecerró los ojos, tratando de ver el lugar señalado en la lejanía, pero su vista no parecía tan buena como la del dragón. Igualmente, se alegró por las buenas noticias.

Decidieron pasar allí arriba la noche y ponerse en marcha al día siguiente. Shouyou se recogió para dormir, pero Kageyama estaba demasiado emocionado como para dormir porque pronto estaría de regreso en casa. Se acercó a su compañero al observar que temblaba levemente. La temperatura era más alta a medida que se acercaban a la zona volcánica, pero allí arriba la noche era algo fría. Lo envolvió con su cuerpo para darle calor y Shouyou se acurrucó contra él en respuesta.

Tiempo después, Shouyou todavía no había conseguido dormir, y la culpa era del dragón.

- Oye, Kageyama... - dijo abriendo un ojo - Puedes dejar de hacer eso?

Shouyou estaba señalando a la cola de Kageyama que se agitaba inquietamente alrededor del pequeño.

- En serio... Pareces un perro sobreexcitado - suspiró.

En respuesta a eso Kageyama se estrechó más alrededor del cuerpo del otro, oprimiéndolo un poco al principio y aflojándolo después en un estrecho abrazo, pero trató de no mover la cola.

- Oye, Kageyama... - susurró el pelirrojo - Te importa si nos desviamos un poco del camino?

- Um? - la propuesta lo sorprendió.

Camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora