Capitulo 28:

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¿Cuál era su mayor defecto? Ser perfeccionista con su trabajo. Había leído demasiados libros en toda su vida como para saber que la perfección se podía encontrar en cada una de las páginas, era por eso que nunca había conservado a ningún editor, siempre le hacían modificaciones a su trabajo que simplemente no le parecían, sonaban estúpidas y ridículas, incluso peores que las cosas que él mismo escribía.

Tenía un humor pésimo, principalmente porque después de que había regresado para volver a ver a Louis no había conseguido ni siquiera otra cita para volver a verlo y todo empeoró cuando en esa misma mañana a primera hora había recibido una llamada de aquel al que había contratado como su representante para decirle que debían asistir a una reunión con su nuevo editor.

Se duchó con pesar y la verdad era que cada uno de sus días era un verdadero malestar desde que la vida lo había obligado a alejarse de lo único que valía la pena en su vida, de lo único que realmente valía la pena, aquel chico de ojos azules como el cielo que le robaba el aliento por completo… ¿Qué si lo seguía amando? Aquella pregunta era más que estúpida… ¿Cómo no amarlo?

Al encontrarse completamente listo, bajó las escaleras de la enorme casa que había decidido comprar y se dirigió a la cocina. No era que tuviera hambre, pero también sabía que no era sano estar con el estómago vacío todo el tiempo. Buscó en el refrigerador y al encontrar jugo de naranja, lo sirvió en un vaso pensando en lo pesado de su día hasta que un ruido lo interrumpió.

Miró al suelo y se topó con su hermoso gato que había crecido demasiado. Le sonrió y le dio la caricia que tanto aclamaba. Se dirigió al refrigerador nuevamente y sin más sacó leche fría para servirla en un recipiente el cual depositó en el suelo para que su gato bebiera tranquilamente y con gusto.

Miró el reloj a punto de escupir el jugo de la impresión… era demasiado tarde. Tomó sus llaves rápidamente pensando en que ya tendría tiempo de lavar aquel vaso que había ensuciado en otro momento y se dirigió a su auto que lucía esplendoroso frente a la puerta de su casa. Encendió el motor y sabiendo que no tendría un día interesante avanzó por aquellas calles que a pesar de los años no había olvidado. Era el lugar que más felicidad le había dado y estaba seguro de que jamás lo olvidaría aunque quisiera hacerlo.

Miró un enorme edificio después de un no muy largo camino y entró al estacionamiento con la destreza que le habían dejado los años de saber conducir. Bajó de su auto con demasiada prisa topándose en la entrada con una hermosa chica que le sonrió nerviosa a lo que él sólo levantó una ceja en forma de pregunta por su tonto comportamiento.

-          Jefe… - musitó la chica entre nerviosa y acelerada por intentar seguirle el paso al chico de cabello rizado – lo están esperando desde hace quince minutos.

-          Lo sé – contestó él de una forma demasiado fría y contante.

-          ¿Puedo hacer un comentario no muy apropiado? – preguntó ella sonrojándose mientras esperaba el elevador a un lado del chico ya que este lo había llamado.

Harry movió la mano en señal de falta de interés en el tema, invitándola de esa forma a continuar con lo que estaba por decir.

-          El nuevo editor es demasiado guapo – el sonido de las puertas abriéndose llenaron el lugar después de aquel comentario.

El de rizos bufó entrando al elevador para presionar el número cinco y después poner el dedo sobre el botón que mantenía las puertas abiertas para contestarle.

-          Que sea guapo no compensará su falta de cerebro, Eleanor – dijo como si fuera lo más obvio del mundo – ahora vuelve a tu trabajo que está ahí – señaló con la mano libre hacia un punto al que la chica volteó a ver al instante – en la recepción.

A primera vista - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora