| 1 | Estado de ánimo.

267 25 2
                                    

1. Cambias mi estado de ánimo en segundos.

Todo ocurrió el primer día. Estaba con la cabeza metida en mi casillero, sonriéndole a la fotografía oculta en la esquina izquierda de Dylan O'Brien, pidiéndole mentalmente que me diera suerte. Este era mi segundo año, y me ponía terriblemente nerviosa enfrentarme a una situación así; mis amigos estaban en otros grupos, la escuela era pequeña y seguro que alguien que conocía tenía el mismo horario que yo, pero ¿y si no? ¿Y si mi profesor de física era un ogro? ¿Y si mi maestra de matemáticas era terrible explicando y no aprobaba y me quedaba toda la vida en segundo año por eso?

Las piernas me temblaban.

Camine hacía mi primera clase, cruzando el campo de pasto que rodeaba al edificio de ciencias. Un par de chicas estaban emocionadas, y otros tantos se saludaban con un abrazo después de las vacaciones.

Entre mordiendo mi labio, viendo a todos en el salón. Un par de chicas plásticas estaban en el fondo, desde lejos se veía lo idiotas que eran, y otros chicos extraños se sentaron en el otro extremo, mientras usaban sus teléfonos móviles. Solté el aire en mis pulmones, y me senté en una mesa sola en el laboratorio. Le envíe un mensaje a mi mejor amiga, cuando una carpeta fue dejada frente a mí en la mesa.

Levante la vista y me encontré con un par de ojos castaños, de una chica con aspecto amable, que me ofreció una sonrisa.

-Hola, ¿cómo te llamas? –pregunto.

La observe. Se veía ligeramente infantil con su fleco recto, y sus ojos sin maquillar. Era bajita, y sus curvas eran discretas, y llevaba un suéter color beige, tejido. Le sonreí de vuelta.

-Soy Sydney –le dije-, ¿y tú?

Justo cuando iba a contestarme, llego él. Si, ese chico que lucía como un modelo recién sacado de un comercial que anuncia una maquina de ejercicio. Alto, no más que yo, pero lo era. Sus ojos tenían un brillo extraño, y me miraron de la cintura hacía arriba, lo único que la mesa permitía que viera. Inmediatamente me encogí. Aun no entiendo bien por qué. De haber sabido que Shawn era alguien común, no lo habría hecho, ténganlo por seguro, pero en aquel momento me parecía alguien demasiado bueno para ser verdad, y de alguna manera me intimidaba.

De alguna manera me había hecho sentir pequeña e indefensa con solo una mirada.

-Soy Sean –me saludo.

La chica que me había hablado antes solo lo miro con una extraña expresión, pero no dijo nada y ambos se sentaron junto a mí.

Más tarde otro chico alto, que se presento como un argentino agradable se sentó en la misma mesa que nosotros tres, completándola. Y a pesar de conocer a ninguno de los que se encontraban ahí, no me sentía tan incómoda como debería.

Si bien había estado nerviosa y luego asustada, me sentía cómoda con ellos tres ahí. Incluso me sentí alegre con las bromas que se desarrollaban en la mesa (mucho de ello tenía que ver con el acento del argentino, que hacia su voz ligeramente agua en puntos críticos y provocaba risa).

Sean me dio una mirada curiosa, escondiendo una sonrisa, y el pánico que tenía antes regreso, ante la idea de enfrentarme a su mirada, ante lo cual lo único que atine a hacer fue a marcharme de ahí en cuanto tuve posibilidad.

[...]

-Si Iris –le una sonrisa a mi mejor amiga, mientras ambas entrabamos al comedor-, ya he hecho amigos. Mira, allá están ellos dos, fueron los primeros en hablarme.

Sean y la otra chica –Sharon, creo que era- caminaban juntos para separarse al entrar. Sharon me dio una sonrisa y se acerco a la mesa en la que Iris y yo estábamos sentadas.

-¿Sean conoce a los del equipo? –pregunte, mirando como mi amigo se acercaba a la mesa del equipo de lacrosse, y los saludaba con alegría.

-El no es Sean –Iris rio-, se llama Shawn, todos lo conocen.

Sharon me dio un sonrisa triste, consciente de que Shawn, Sean o como se llame me había mentido. Sin intentarlo un poco, cuando la mirada de Shawn choco con la mia, mis hombros se hundieron un poco al enfrentarme a la idea de que no era lo suficientemente interesante –o inteligente- para provocar que Shawn quisiera conocerme o al menos decirme su nombre.

-Es un idiota –murmure, mientras Iris reía llamando estúpida por no reconocerlo. Pero, ¿qué iba a saber yo de él? No es una celebridad.

El resto del día tuve la sensación de que el pecho se me oprimía cada vez que hablaba. Me hacía sentir como una estúpida por haberle creído, y aún más, me hacía sentir como si mi autoestima fuera un gusano arrastrándose por el suelo, por ser la chica que fácilmente engaño desde la primera vez que la conoció.

Pero ese mismo día, cuando nos despedimos, dijo que mi cabello le parecía muy bonito. El resto de la semana lo peine con esmero, elevando mi autoestima treinta metros más cada vez que el me sonreía al llegar.

Shawn tuvo esa capacidad desde el primer día que lo conocí, desde el primer día que nuestras vidas chocaron juntas. Me hacia sentir tan bien con una simple sonrisa que me diera, porque, de todas las chicas que había en el instituto, me la daba a mí. Alguien como él me la daba a mí. Pero en cuanto su mirada cambiaba y se posaba en otra chica –así fuera Sharon o Iris-, mi corazón se encogía un poco, y amenazaba con romperse dentro de mi pecho.

Shawn me hacia sensible, y era algo que no debí permitir, porque prefería sentirme como la chica mala de la historia, o la simplona cuyo nombre nunca mencionan, a sentirme incompleta, justo como me siento desde el día en que el ya no está conmigo.

___________________

Son capítulos cortos porque es una historia corta, perdón. Cada capítulo va a ser una de las razones. No sé porque lo explico, pero bueno.

Igual, si encuentran un pedazo de mi corazón en este capítulo, no lo pisen, ya esta muy roto, y he guardado una pieza aquí.

Con amor, Dam x

10 Things I Never Told You | Shawn M. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora