| 4 | Puntos medios.

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4. Los puntos medios eran lo mejor que podías ofrecer.

Todo el mundo ubicaba a Shawn conmigo, y a mí con Shawn. Como una extraña paradoja, ambos nos convertimos en la referencia del otro y comenzamos a ser conocidos por gente de la que ni siquiera habíamos reparado por separado. Nuestros mundos que tenían la tendencia a ser dos, separados el uno del otro por una brecha gigantesca de personalidades.

Y justo con esas referencias, estaban las dudas que la gente tenía sobre nosotros, y que yo misma sentía sobre nuestra situación.

Situación era la forma más amable de nombrar lo que sea que Shawn y yo teníamos. Éramos amigos, eso quedaba más que claro, muy cercanos, y nos llevábamos increíblemente bien. Pero también teníamos esa relación en la que podía tocar cualquier parte de su cuerpo que me diera la gana cuando quería, y el tenia la libertad de besar toda mi piel al descubierto.

Estábamos cómodos con las libertades que teníamos el uno sobre el cuerpo del otro, pero de alguna manera comenzó a arder en mi pecho a cada segundo, cuando mordía la punta de mis dedos.

Éramos un punto medio en la mitad de todo y nada. Amigos como etiqueta para Iris y Alex, una relación naciente para Sharon y Julian –el chico argentino de la clase. Y en mí, la etiqueta de amistad comenzaba a resultarme insuficiente. Si, estaba segura de mi comodidad con nuestra relación, hasta que me di cuenta que mi corazón se hinchaba cada vez que escuchaba mi nombre en una de sus conversaciones, o su voz a través del teléfono a las tres de la madrugada.

Ese punto medio de nuestra relación dolía, pero era capaz de quedarme en el si me permitía quedarme a su lado.

[...]

-Te amo.

La voz de Shawn me trajo de vuelta, girándome apenas sobre el pasto para quedar sobre mi costado y admirar su rostro bajo la luz del sol. Tomo mi mano derecha, que estaba estrechada entre la suya, y la acerco a su rostro.

Comenzó besando el largo de mis dedos, para terminar mordiendo la punta de cada uno, haciéndome estallar en risas y cortar mi respiración con el nerviosismo cada vez que sus ojos viajaban a mi cuando tenía las yemas de mis dedos atrapadas entre sus dientes.

-Quiero que sepas que te amo –continuo.

Me reí, y deje que lentamente pasara su cuerpo sobre el mio, quedando alineados. Pase mi mano derecha detrás de su cuello, y deslice delicadamente mis uñas en la base trasera de su cuello, y parte de su ancha espalda.

Su rostro se inundo de calma, y reía a intervalos de tiempo, hasta soltar mi mano derecha. Uní mis manos en el trabajo en su cuello, hasta obtener un gemido de él, y que su rostro se hundiera en el hueco de mi cuello y mi hombro.

-Espera –le dije-, tu teléfono vibro.

Teníamos la costumbre de darnos las pertenencias del otro. Un extraño acto de confianza, pero a veces mi teléfono terminaba pasando una noche entera con el, y su cartera me alimentaba por días.

Resbalo su mano con pereza hasta alcanzar la bolsa trasera de mi pantalón y saco su teléfono de él, sentándose a mi lado derecho.

-Es Gwen –dijo, y por alguna extraña razón, pasamos de estar juntos en el pasto del parque a estar separados por océanos.

Gwen era su crush. Se supone que yo solo sabía de su amistad, pero lo había escuchado hablar con Alex de eso.

¿Cómo reclamarle algo que no existía?

Del mismo modo él había comenzado a odiar injustificadamente a Julian, pero no hacía más que dramas ocasionales cada vez que veía un mensaje suyo. De alguna manera estaba segura que el espacio, diminuto, que nos separaba era justo en donde tenía miedo de caer.

-Tengo que ir a casa –anuncie, poniéndome de pie y reuniendo mis cosas-, supongo que me esperan.

Sus ojos se levantaron hasta llegar a los míos, y me dio una sonrisa, levantándose de igual manera. Ambos incómodos con la situación, pero enmascarando todo en esa alegría que sabíamos no era verdadera porque ambos habíamos aprendido a leernos a la perfección.

-Ten mucho cuidado, Sydney, sabes que puedes llamarme cuando te sientas insegura.

Asentí, recordando la fiesta de cumpleaños de Iris y la situación después de que me contesto. Ni en el Infierno le llamaba de vuelta.

Me di la vuelta, dispuesta a ir a casa con la serpiente de los celos y la inseguridad del espacio y etiqueta nos pertenecía del mismo modo en el que nos era ajena, pero su mano envolviéndose en mi brazo me detuvo.

Me atrajo a él, y recorrió mi rostro con esos ojos tan suyos. Se detuvo en mis labios un buen rato antes de hablar.

-Sydney –me dijo-, ¿me amas?

-Sí –asentí-, te amo.

Me atrajo a él en un abrazo, y lo que no éramos comenzó a doler intensamente.

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Esto es más psicología que acción, perdón

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Esto es más psicología que acción, perdón.

10 Things I Never Told You | Shawn M. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora